lunes, 13 de febrero de 2017

Operación Señora Patata or Miss Potato

Hoy ha sido un día perdido… me he tirado toda la mañana en el segundo hospital más pijo de todo el país, la “Clínica El Country”.

Empezaré por el principio de los principios…

Como os he contado, el año pasado, en diciembre, se fueron la mayoría de mis amigas. Poco a poco la gente vuelve a España, y Pablo y yo, éste año, aún no hemos encontrado una nueva hornada que se adapte a nuestro rollo y edad, así que por ahora, solamente me queda de chicas (en Bogotá, porque la otra está en la ONU) Nxxxx.

Nxxx, la pobre, está todo el día malita y la tía se conoce medio Bogotá gracias a sus múltiples pruebas y despruebas que le hacen debido a su enfermedad principal, Lupus, y todas las que ésa acarrean.

Todos la cuidamos, intentamos animarla, pero la pobre no levanta cabeza…

 Yo, hasta hace unas semanas, creía que debería irse a España a sentarse en una sala de urgencias de un hospital público y no salir de ahí hasta que no le hubieran cambiado el chasis, las ruedas y las pastillas de freno. Pero a raíz del último episodio, creo que mejor debe quedarse aquí un poquito más y ya si eso cuando acabe su tratamiento irse.

A la tía, que tiene una carpeta gorda que se llama “Médicos Nxxx”, hace 15 días le diagnosticaron “tuberculosis”.

Si, tuberculosis, esa enfermedad que a nosotros nos suena a enfermedad del Siglo XIX donde las señoras iban a curarse a castillos en medio de las montañas (A lo Ana Karenina) o a primera guerra mundial con  enfermeras de faldas negras largas con cofia quitando el sudor con pañuelos bordados…  pues esa enfermedad que en España no hay, aquí en Colombia, si, se supone que la tiene mi amiga Nxxx.

Así que desde hace una semana, la pobre Nxxxx, no para de hacer pis de colores y tener síntomas de lo más raro mientras se traga cientos de series acompañadas de pastillas de tamaño pelota de pim pon y se aburre como una ostra en casa. Yo para quitarle hierro le he empezado a llamar Señora Patata, (por lo de tubérculo) y cuando voy a verla intento hablar poco de sus dolencias para que no le de vueltas, pero  ciertamente, está bastante pocha.

Antes de que supiéramos todos que era tuberculosis, Nxxxx se había tirado casi tres meses tosiendo como una loca y ahogándose en cada esquina y teniendo fiebre todas las noches. 

Como pensábamos que era un catarrazo agravado, pues nadie tomó precauciones y yo me fui con ella a mil sitios y nos encerramos horas y horas en un coche para ir a Villavicencio a ver vacas hace unos días. Intentábamos mimarla, abrigarla y darle mimitos en sus momentos flojos, pero para nada creímos que tuviera una enfermedad con un nombre tan feo como la tuberculosis.

Así que cuando le confirmaron que tenía supuestamente (porque aquí no son muy finos para los diagnósticos) tuberculosis, los médicos que le fueron a ver a casa, le pidieron que a sus “familiares más cercanos” se les hiciera la prueba para prevenir una posible propagación de la enfermedad en zonas urbanas, siguiendo el “Protocolo” habitual para éstos casos.

Así que detrás de su novio y sus compañeros de piso, en la lista de familiares cercana, estaba la única amiga española que tiene por aquí y que no para de verla que soy yo.

Nos lo dijo como si tal cosa, está acostumbrada a los médicos, en un grupo de whatsapp y a los que los médicos y las enfermedades no nos molan nada, se nos pusieron los ojos como platos al saber que teníamos que hacernos las pruebas y ahí empezar lo que hemos denominado “ Operación Señora Patata”.

¿Tuberculosis? Suena a todo menos bueno ¡coñe!

La gente que tiene contrato aquí, tiene “servicio médico” (llamado EPS) básico incluido y si pagan unos 100 euros más al mes y están completamente sanos (porque con enfermedades no te admiten), tienen “Prepagadas” que son “servicios médicos a la española” pero con sus carencias.

Las EPS, que se pagan con la nómina son en parte empresas privadas que gracias a Dios, no pisaré nunca, porque son un verdadero desastre.
No es que los profesionales sean malos, que no tengo ni idea, sino que la falta de sistematización, organización de citas, pruebas y demás es tan caótico y precario que si te pones malo, es posible que te cures tu sólo antes de que te vea un médico.

Nunca he ido a una EPS, pero por lo que cuenta Nxxxx son la casa de los horrores pero con acento de aquí…

Para las prepagadas, como en todas las cosas de Colombia, hay estratos… Si pagas más te tratan de lujo, si pagas menos te tratan más normal.

Cuando llegó Pablete, su empresa le preguntó qué Prepagada quería y el tío que es cómo yo con éstas cosas, se pilló la maxi plus deluxe que te cagas para que en caso de que se ponga malito no tenga ni que ir al hospital, sino que vienen a casa a verle. Su prepagada es lo máximo. Espero que no la tenga que usar nunca, aunque antes de que nos vayamos solo por curiosidad me encantaría llamar para viniera un señor Doctor elegante a casa con su maletín y su fonendo, o qué coño! Una señora Doctora colombiana dulce y guapa para que le alegre un poquillo la vista a Pablo! Jajaja. En fin…

Pero a lo que voy, los que somos expatriados, como yo, tenemos seguros médicos internacionales, de esos que se cogen cuando vas de viaje a países fuera de la UE. Un seguro que te cubre no sólo las urgencias sino que te devuelve a casa en caso de que sea necesario.

El mío es tan completo que si me ingresan más de tres días le pagan en vuelo a mi madre. Lo he pensado alguna vez… que estaría bien que viniera unos días, pero lo de dormir con una vía puesta me da yuyu... jejeje

Así que cuando tengo que ir al médico, tengo que ir como urgencias y es un verdadero lío.

Primero tengo que llamar a España, explicar qué me pasa, de ahí me envían un mail con copia al hospital explicando mis dolencias y diciendo que se harán cargo de todo.
Ayer, al llamar, me dijeron que mi seguro no cubría prevención, así que le tuve que decir a la señora del Seguro que tenía muchos de los síntomas que había visto en Nxxxx, porque de no ser así, ni pruebas ni leches. Le dije que iría al siguiente día, así que ella quedó en enviarme el mail durante mi noche.

Por la mañana, en mi bandeja de entrada no había nada, así que supuse que se habrían puesto en contacto con el hospital directamente y nada más despertarme y felicitar a Guillaume con un vídeo de cumple, me he ido para la Clinica El Country, que sólo admite grandes prepagadas…

En Admisiones, no habían recibido nada, pero al enseñarles mi póliza y leer “bussines Star Executive” han dado palmas con las orejas y me han dicho que podía entrar sin el mail que seguro que llegaba durante el diagnóstico.

Era prontito, y en la elegante sala de espera con sofás verdes y grises, habría seis o siete personas más esperando. Un niño francés con el brazo en cabestrillo con su mamá francesa de labios apretados y tremendamente esquelética; un señor engominado pero con cara desencajada y un dedo vendado con muchas gasas, una japonesa elegante más amarilla de lo normal, una mamá pija mandando whatsapps con un bebé y su cuidadora de uniforme rosita baby acunando el carricoche a su lado... os podéis imaginar el ambientazo…

A los dos minutos me llamaron para “catalogación” y una enfermera guapísima con cofia y pijama de hospital muy apretadito me ha preguntado que qué era lo que me pasaba.

Se lo he vuelto a explicar a ella también, me ha tomado la tensión, me ha puesto una 
pulserita y me ha vuelto a enviar a la sala de espera.

En ese momento me ha llegado el mail del seguro y he ido a decírselo a la de la puerta que me ha asegurado que a ella también le había llegado.

Tras cinco minutos de espera, viendo como poco a poco se iba animando la sala con más familias y personas con mascarillas, me han vuelto a llamar para que me viera una doctora.
La doctora, a pesar de apellidarme Patiño Cubeiro, me ha preguntado que si english or spanish, creo que en un momento de fardar de bilingüismo como quien dice “ojo que soy estudiada”. (No es la primera vez que me pasa y a veces me dan ganas de decir con acento de Lugo, “jalego” para ver cómo se queda el pijo de enfrente que me ofrece inglés antes que español).

Tras esa pregunta han venido mil más, sobre Nxxxx, sobre mis antecedentes, alergias, fiebres, reglas, operaciones… y de ahí nuevamente a la sala de espera que ya estaba bastante llenita y costaba encontrar sitio lejos de virus de guarderías.

Me han vuelto a llamar y ahí ha debido ser el momento en el que en el cerebro de la de admisiones ha sonado el ruidito de caja registradora mientras me veía entrar a la zona de pruebas.

Para saber si tengo tuberculosis, en vez de hacerme la prueba que hacen en las EPS que según parece es un raspadito en el brazo y al día siguiente vas a por tus resultados a mi me han mandado a Rayos X (donde he coincidido con el niño francés al que daban ganas de abrazar porque el pobre debía haberse roto algo y al salir de los Rayos X, tras su madre tiesa, él tenía los ojos rojos rojos de querer llorar.)

De los Rayos X, a los análisis en una sala que el techo, simulaba un cielo azul con nubes super realista y alegre y los asientos para recibir el pinchazo eran sofás mulliditos y acogedores.

el techo de la sala de análisis
Y de ahí, me han querido hacer otra prueba, pero al ver que eso era una tomadura de pelo, le he preguntado al Doctor si me la podía ahorrar (por tiempo) y al consultarlo con siete personas y perder el mismo tiempo que si me la hubiera hecho, han decidido que no era obligatoria.

He vuelto a la sala de espera que ahora si, parecía la sala de espera de un hospital y no cabía un alma.

De la nada, una señorita muy maja con cofia y uniforme a punto de explotar, me ha ofrecido un “tapabocas” (mascarilla de toda la vida) que viendo el percal de la elegante sala de espera,  me la he puesto sin pensar, como la gran mayoría de los allí presentes.
Como me habían dicho que los análisis tardarían al menos una hora y media y no podía salir porque con la pulserita que te ponen al principio el segurata de la puerta, no te deja pasar de la puerta a la calle por si te vas sin pagar… pues he ido a preguntarle a la de admisiones si todo estaba correcto.

Y claro, como era de esperar, no estaba todo correcto.

La tía no sabía abrir los adjuntos del mail y decía que en el cuerpo del mail no había nada y no podía dar la aprobación de seguro (es decir que lo iba a tener que pagar yo de mi bolsillo).
Me he armado de paciencia y suave y educadamente como el lugar lo requería, le he reenvido el mail (que tampoco ha podido abrir), he tenido que descargar los adjuntos a mi teléfono, enseñárselos, que ella se los enseñara a su superiora, que la superiora llamara a no sé quién y tras deliberar delante de mi teléfono y ver que eso no avanzaba, me he ofrecido a enviárselos por whatsapp al móvil personal de la señorita de turno para que se pudiera tramitar todo y así solucionar mi situación.

Mientras esperaba a que se pusieran de acuerdo, a mi lado, sin querer, escuché a otro extranjero que debía de estar sufriendo lo mismo que yo.

Como la señora que le atendía no hablaba ni papa de inglés y el pobre hombre no sabía nada de español, me ofrecí a ayudarle. Era un inglés, que tenía mala cara de verdad, como de mi edad, curraba aquí y como en mi caso, la de admisiones no había recibido el mail de confirmación y le querían cobrar la súper factura a él que ya había pasado por los especialistas de turno.

Le he explicado mi caso a él, a ella y a la superiora de antes otra vez.

El pobre inglés que debía estar con una cagalera tremenda, en medio de la  discusión que no entendía nada, entre rojo y amarillo sudando frío y pidiendo permiso al más puro estilo gentelman británico, ha tenido que irse al baño a evacuar.

Mientras, como me quedaba tiempo hasta que salieran mis análisis, y aprovechando el descuido del inglesito que se había dejado un cuaderno y su póliza encima del mostrador, he ido arreglándole el problema y explicándole a la de admisiones lo que ponía en los papeles del hombre. Yo disfruto con éstas cosas, así que con cara (heredada por mi madre) y esfuerzo, he conseguido pasar al otro lado del mostrador, enseñarle a la señora y a la supervisora cómo se descargaba un adjunto y ver que en efecto había tres mails de Mapfre



UK explicando que ellos le pagarían todo al británico.

Cuando ha vuelto mi protegido inglés, arrastrando los pies y con los hombros caidos hacia delante, me ha entrado el espíritu de madre, y cogiéndole el hombro, intentando no acercarme demasiado por no nos contagiáramos el uno al otro, me he quitado mi mascarilla y dándole su póliza y su cuaderno le he dicho, con la mejor de mis sonrisas que todo estaba solucionado, que ya no tenía que pagar él.

El pobre, que parecía un perrillo abandonado y desnutrido, le han cortado su pulserita que indicaba que ya estaba todo pagado, y él  viendo que no le quedaban muchas más fuerzas tras su evacuación de hacía pocos minutos, no ha sabido cómo agradecérmelo y dándome la mano al más puro estilo inglés (suavecito y sin fuerza ninguna), mirándome a los ojos, con un hilito de voz me ha dado las gracias “so much” y ha salido por la puerta con todos sus papeles bajo el brazo como quien sale de prisión después de años de injusto cautiverio.

Con tanto virus en la sala, y siempre a la vista del segurata que me vigilaba para que no huyera sin pagar, he salido a la puerta donde la japonesa elegante de primera hora, también esperaba.

Nos hemos reído de nuestra huida de virus de la sala mientras mandábamos mails y hablábamos con nuestras respectivas oficinas.

Tras cuarenta y cinco minutos de espera, me han vuelto a llamar.

No tenía sida, ni colesterol, ni manchas en el pulmón, así que por descarte tampoco tuberculosis, pero que me daban la baja el día de hoy si persistía la fiebre. ¿Fiebre? Me he preguntado a mí misma. Mejor no preguntar, coger los papeles e irme. Cinco horas para ese diagnóstico me parecían suficientes...

Mi abogado no ha dejado que fuera a la oficina, dice que es ilegal si estás de baja. Así que he pasado la tarde con Paqui, el teléfono y el ordenador, disfrutando de mi baja y de mi condición de No señora Patata.


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