Hoy ha sido un día perdido… me he
tirado toda la mañana en el segundo hospital más pijo de todo el país, la “Clínica
El Country”.
Empezaré por el principio de los
principios…
Como os he contado, el año
pasado, en diciembre, se fueron la mayoría de mis amigas. Poco a poco la gente
vuelve a España, y Pablo y yo, éste año, aún no hemos encontrado una nueva
hornada que se adapte a nuestro rollo y edad, así que por ahora, solamente me
queda de chicas (en Bogotá, porque la otra está en la ONU) Nxxxx.
Nxxx, la pobre, está todo el día
malita y la tía se conoce medio Bogotá gracias a sus múltiples pruebas y
despruebas que le hacen debido a su enfermedad principal, Lupus, y todas las
que ésa acarrean.
Todos la cuidamos, intentamos
animarla, pero la pobre no levanta cabeza…
Yo, hasta hace unas semanas, creía que debería
irse a España a sentarse en una sala de urgencias de un hospital público y no
salir de ahí hasta que no le hubieran cambiado el chasis, las ruedas y las pastillas
de freno. Pero a raíz del último episodio, creo que mejor debe quedarse aquí un
poquito más y ya si eso cuando acabe su tratamiento irse.
A la tía, que tiene una carpeta
gorda que se llama “Médicos Nxxx”, hace 15 días le diagnosticaron “tuberculosis”.
Si, tuberculosis, esa enfermedad
que a nosotros nos suena a enfermedad del Siglo XIX donde las señoras iban a
curarse a castillos en medio de las montañas (A lo Ana Karenina) o a primera
guerra mundial con enfermeras de faldas
negras largas con cofia quitando el sudor con pañuelos bordados… pues esa enfermedad que en España no hay, aquí
en Colombia, si, se supone que la tiene mi amiga Nxxx.
Así que desde hace una semana, la
pobre Nxxxx, no para de hacer pis de colores y tener síntomas de lo más raro
mientras se traga cientos de series acompañadas de pastillas de tamaño pelota
de pim pon y se aburre como una ostra en casa. Yo para quitarle hierro le he
empezado a llamar Señora Patata, (por lo de tubérculo) y cuando voy a verla
intento hablar poco de sus dolencias para que no le de vueltas, pero ciertamente, está bastante pocha.
Antes de que supiéramos todos que
era tuberculosis, Nxxxx se había tirado casi tres meses tosiendo como una loca
y ahogándose en cada esquina y teniendo fiebre todas las noches.
Como
pensábamos que era un catarrazo agravado, pues nadie tomó precauciones y yo me
fui con ella a mil sitios y nos encerramos horas y horas en un coche para ir a
Villavicencio a ver vacas hace unos días. Intentábamos mimarla, abrigarla y
darle mimitos en sus momentos flojos, pero para nada creímos que tuviera una
enfermedad con un nombre tan feo como la tuberculosis.
Así que cuando le confirmaron que
tenía supuestamente (porque aquí no son muy finos para los diagnósticos)
tuberculosis, los médicos que le fueron a ver a casa, le pidieron que a sus “familiares
más cercanos” se les hiciera la prueba para prevenir una posible propagación de
la enfermedad en zonas urbanas, siguiendo el “Protocolo” habitual para éstos
casos.
Así que detrás de su novio y sus
compañeros de piso, en la lista de familiares cercana, estaba la única amiga
española que tiene por aquí y que no para de verla que soy yo.
Nos lo dijo como si tal cosa,
está acostumbrada a los médicos, en un grupo de whatsapp y a los que los
médicos y las enfermedades no nos molan nada, se nos pusieron los ojos como
platos al saber que teníamos que hacernos las pruebas y ahí empezar lo que hemos
denominado “ Operación Señora Patata”.
¿Tuberculosis? Suena a todo menos
bueno ¡coñe!
La gente que tiene contrato aquí,
tiene “servicio médico” (llamado EPS) básico incluido y si pagan unos 100 euros
más al mes y están completamente sanos (porque con enfermedades no te admiten),
tienen “Prepagadas” que son “servicios médicos a la española” pero con sus
carencias.
Las EPS, que se pagan con la
nómina son en parte empresas privadas que gracias a Dios, no pisaré nunca,
porque son un verdadero desastre.
No es que los profesionales sean
malos, que no tengo ni idea, sino que la falta de sistematización, organización
de citas, pruebas y demás es tan caótico y precario que si te pones malo, es posible
que te cures tu sólo antes de que te vea un médico.
Nunca he ido a una EPS, pero por
lo que cuenta Nxxxx son la casa de los horrores pero con acento de aquí…
Para las prepagadas, como en
todas las cosas de Colombia, hay estratos… Si pagas más te tratan de lujo, si
pagas menos te tratan más normal.
Cuando llegó Pablete, su empresa
le preguntó qué Prepagada quería y el tío que es cómo yo con éstas cosas, se
pilló la maxi plus deluxe que te cagas para que en caso de que se ponga malito
no tenga ni que ir al hospital, sino que vienen a casa a verle. Su prepagada es
lo máximo. Espero que no la tenga que usar nunca, aunque antes de que nos
vayamos solo por curiosidad me encantaría llamar para viniera un señor Doctor
elegante a casa con su maletín y su fonendo, o qué coño! Una señora Doctora
colombiana dulce y guapa para que le alegre un poquillo la vista a Pablo! Jajaja.
En fin…
Pero a lo que voy, los que somos
expatriados, como yo, tenemos seguros médicos internacionales, de esos que se
cogen cuando vas de viaje a países fuera de la UE. Un seguro que te cubre no
sólo las urgencias sino que te devuelve a casa en caso de que sea necesario.
El mío es tan completo que si me
ingresan más de tres días le pagan en vuelo a mi madre. Lo he pensado alguna
vez… que estaría bien que viniera unos días, pero lo de dormir con una vía
puesta me da yuyu... jejeje
Así que cuando tengo que ir al
médico, tengo que ir como urgencias y es un verdadero lío.
Primero tengo que llamar a España,
explicar qué me pasa, de ahí me envían un mail con copia al hospital explicando
mis dolencias y diciendo que se harán cargo de todo.
Ayer, al llamar, me dijeron que mi
seguro no cubría prevención, así que le tuve que decir a la señora del Seguro que
tenía muchos de los síntomas que había visto en Nxxxx, porque de no ser así, ni
pruebas ni leches. Le dije que iría al siguiente día, así que ella quedó en
enviarme el mail durante mi noche.
Por la mañana, en mi bandeja de
entrada no había nada, así que supuse que se habrían puesto en contacto con el
hospital directamente y nada más despertarme y felicitar a Guillaume con un
vídeo de cumple, me he ido para la Clinica El Country, que sólo admite grandes
prepagadas…
En Admisiones, no habían recibido
nada, pero al enseñarles mi póliza y leer “bussines Star Executive” han dado
palmas con las orejas y me han dicho que podía entrar sin el mail que seguro
que llegaba durante el diagnóstico.
Era prontito, y en la elegante
sala de espera con sofás verdes y grises, habría seis o siete personas más esperando.
Un niño francés con el brazo en cabestrillo con su mamá francesa de labios
apretados y tremendamente esquelética; un señor engominado pero con cara
desencajada y un dedo vendado con muchas gasas, una japonesa elegante más
amarilla de lo normal, una mamá pija mandando whatsapps con un bebé y su
cuidadora de uniforme rosita baby acunando el carricoche a su lado... os podéis
imaginar el ambientazo…
A los dos minutos me llamaron
para “catalogación” y una enfermera guapísima con cofia y pijama de hospital
muy apretadito me ha preguntado que qué era lo que me pasaba.
Se lo he vuelto a explicar a ella
también, me ha tomado la tensión, me ha puesto una
pulserita y me ha vuelto a
enviar a la sala de espera.
En ese momento me ha llegado el
mail del seguro y he ido a decírselo a la de la puerta que me ha asegurado que
a ella también le había llegado.
Tras cinco minutos de espera,
viendo como poco a poco se iba animando la sala con más familias y personas con
mascarillas, me han vuelto a llamar para que me viera una doctora.
La doctora, a pesar de
apellidarme Patiño Cubeiro, me ha preguntado que si english or spanish, creo que
en un momento de fardar de bilingüismo como quien dice “ojo que soy estudiada”.
(No es la primera vez que me pasa y a veces me dan ganas de decir con acento de
Lugo, “jalego” para ver cómo se queda el pijo de enfrente que me ofrece inglés
antes que español).
Tras esa pregunta han venido mil
más, sobre Nxxxx, sobre mis antecedentes, alergias, fiebres, reglas,
operaciones… y de ahí nuevamente a la sala de espera que ya estaba bastante
llenita y costaba encontrar sitio lejos de virus de guarderías.
Me han vuelto a llamar y ahí ha
debido ser el momento en el que en el cerebro de la de admisiones ha sonado el
ruidito de caja registradora mientras me veía entrar a la zona de pruebas.
Para saber si tengo tuberculosis,
en vez de hacerme la prueba que hacen en las EPS que según parece es un
raspadito en el brazo y al día siguiente vas a por tus resultados a mi me han
mandado a Rayos X (donde he coincidido con el niño francés al que daban ganas
de abrazar porque el pobre debía haberse roto algo y al salir de los Rayos X,
tras su madre tiesa, él tenía los ojos rojos rojos de querer llorar.)
De los Rayos X, a los análisis en
una sala que el techo, simulaba un cielo azul con nubes super realista y alegre
y los asientos para recibir el pinchazo eran sofás mulliditos y acogedores.
el techo de la sala de análisis |
Y de ahí, me han querido hacer
otra prueba, pero al ver que eso era una tomadura de pelo, le he preguntado al
Doctor si me la podía ahorrar (por tiempo) y al consultarlo con siete personas
y perder el mismo tiempo que si me la hubiera hecho, han decidido que no era
obligatoria.
He vuelto a la sala de espera que
ahora si, parecía la sala de espera de un hospital y no cabía un alma.
De la nada, una señorita muy maja
con cofia y uniforme a punto de explotar, me ha ofrecido un “tapabocas”
(mascarilla de toda la vida) que viendo el percal de la elegante sala de
espera, me la he puesto sin pensar, como
la gran mayoría de los allí presentes.
Como me habían dicho que los
análisis tardarían al menos una hora y media y no podía salir porque con la
pulserita que te ponen al principio el segurata de la puerta, no te deja pasar
de la puerta a la calle por si te vas sin pagar… pues he ido a preguntarle a la
de admisiones si todo estaba correcto.
Y claro, como era de esperar, no
estaba todo correcto.
La tía no sabía abrir los
adjuntos del mail y decía que en el cuerpo del mail no había nada y no podía
dar la aprobación de seguro (es decir que lo iba a tener que pagar yo de mi
bolsillo).
Me he armado de paciencia y suave
y educadamente como el lugar lo requería, le he reenvido el mail (que tampoco
ha podido abrir), he tenido que descargar los adjuntos a mi teléfono, enseñárselos,
que ella se los enseñara a su superiora, que la superiora llamara a no sé quién
y tras deliberar delante de mi teléfono y ver que eso no avanzaba, me he
ofrecido a enviárselos por whatsapp al móvil personal de la señorita de turno
para que se pudiera tramitar todo y así solucionar mi situación.
Mientras esperaba a que se
pusieran de acuerdo, a mi lado, sin querer, escuché a otro extranjero que debía
de estar sufriendo lo mismo que yo.
Como la señora que le atendía no
hablaba ni papa de inglés y el pobre hombre no sabía nada de español, me ofrecí
a ayudarle. Era un inglés, que tenía mala cara de verdad, como de mi edad,
curraba aquí y como en mi caso, la de admisiones no había recibido el mail de
confirmación y le querían cobrar la súper factura a él que ya había pasado por
los especialistas de turno.
Le he explicado mi caso a él, a
ella y a la superiora de antes otra vez.
El pobre inglés que debía estar
con una cagalera tremenda, en medio de la discusión que no entendía nada, entre rojo y
amarillo sudando frío y pidiendo permiso al más puro estilo gentelman
británico, ha tenido que irse al baño a evacuar.
Mientras, como me quedaba tiempo
hasta que salieran mis análisis, y aprovechando el descuido del inglesito que
se había dejado un cuaderno y su póliza encima del mostrador, he ido
arreglándole el problema y explicándole a la de admisiones lo que ponía en los
papeles del hombre. Yo disfruto con éstas cosas, así que con cara (heredada por
mi madre) y esfuerzo, he conseguido pasar al otro lado del mostrador, enseñarle
a la señora y a la supervisora cómo se descargaba un adjunto y ver que en
efecto había tres mails de Mapfre
UK explicando que ellos le pagarían todo al británico.
Cuando ha vuelto mi protegido
inglés, arrastrando los pies y con los hombros caidos hacia delante, me ha
entrado el espíritu de madre, y cogiéndole el hombro, intentando no acercarme
demasiado por no nos contagiáramos el uno al otro, me he quitado mi mascarilla
y dándole su póliza y su cuaderno le he dicho, con la mejor de mis sonrisas que
todo estaba solucionado, que ya no tenía que pagar él.
El pobre, que parecía un perrillo
abandonado y desnutrido, le han cortado su pulserita que indicaba que ya estaba todo pagado, y él viendo que no
le quedaban muchas más fuerzas tras su evacuación de hacía pocos minutos, no ha
sabido cómo agradecérmelo y dándome la mano al más puro estilo inglés
(suavecito y sin fuerza ninguna), mirándome a los ojos, con un hilito de voz me
ha dado las gracias “so much” y ha salido por la puerta con todos sus papeles
bajo el brazo como quien sale de prisión después de años de injusto cautiverio.
Con tanto virus en la sala, y
siempre a la vista del segurata que me vigilaba para que no huyera sin pagar,
he salido a la puerta donde la japonesa elegante de primera hora, también
esperaba.
Nos hemos reído de nuestra huida
de virus de la sala mientras mandábamos mails y hablábamos con nuestras
respectivas oficinas.
Tras cuarenta y cinco minutos de
espera, me han vuelto a llamar.
No tenía sida, ni colesterol, ni
manchas en el pulmón, así que por descarte tampoco tuberculosis, pero que me
daban la baja el día de hoy si persistía la fiebre. ¿Fiebre? Me he preguntado a
mí misma. Mejor no preguntar, coger los papeles e irme. Cinco horas para ese
diagnóstico me parecían suficientes...
Mi abogado no ha dejado que fuera
a la oficina, dice que es ilegal si estás de baja. Así que he pasado la tarde
con Paqui, el teléfono y el ordenador, disfrutando de mi baja y de mi condición
de No señora Patata.
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