Hoy ha habido un pequeño temblor, y digo temblor porque
aunque para nosotros cuando se mueve la tierra siempre se llama terremoto, pero
aquí hay una gran diferencia;
- - Temblor terremoto sin destrozos
- - Terremoto; catástrofe .
Así que aquí cuando una se cree que la tierra va a abrir una
falla bajo sus pies, se van a caer todos los edificios y los habitantes de
Bogotá moriremos engullidos por la oscuridad del fondo se rompe nada, pues es un temblor.
Pero si resulta que la profecía se cumple, se denomina
terremoto.
Colombia empujada por las placas |
Al parecer, Colombia, no sólo se encuentra en un sitio muy
bonito y estratégico para hacer negocios entre Caribe y Suramérica, sino que se
encuentra situada entre tres placas tectónicas que aprietan aprietan por todos
los lados. Por el norte la placa Caribeña,
por el sur la de Nazca (que se está metiendo debajo de la Suramericana
propiamente dicha y hace temblar a todos los latinos del sur de vez en cuando)
y otra , que más o menos roza pero no del todo, que es la placa de Coco.
Así que como podéis imaginaros, el hecho de que el 35% de la
población colombiana, se encuentre en zonas de amenaza sísmica, no es algo
raro.
La gente está acostumbrada, vive con ello y no les importa
que pasen éste tipo de cosas siempre y cuando sean flojitas.
Para ellos el hecho de que tiemble termina siendo como para
nosotros el tiempo, un tema recurrente
para hablar en el ascensor. El “parece que llueve” tan español, lo traducen por
un, “¿Sitió el temblor?”, y uno cuenta lo que estaba haciendo, si lo notó, si
como iba en coche no lo percibió a penas, que qué miedo, que Diosito nos ampare…
y esas cosas.
Todos saben qué se debe hacer. Las casas, los edificios de oficinas y los
coles y hospitales tienen un protocolo que se tiene que seguir (aunque ellos
pasen en el momento de la verdad) y una vez al año toda la ciudad realiza un
simulacro de sismo a la vez siguiendo a los jefes de área y todos perdemos horas
de trabajo y aprovechamos para hacer algún que otro recado o llamada personal.
Pero cuando hay más de un temblor al día, que ocurre muy de
vez en cuando y es más peligroso, porque
pueden ser movimientos que anuncien uno más gordote. Y por eso, todos los
autóctonos, tienen a mano cierto tipo de cosas que pueden ayudarles en caso de
que sea royo “Independence Day”.
En Octubre, una tarde de domingo, tembló tres veces en media
hora, y mi amiga Diana y yo, que somos bastante frikis y caguetas, nos metimos
en la página web de la Embajada de España para saber qué debíamos hacer en caso
de emergencia.
Reconozco que yo no sentí ninguno, porque estaba haciendo
una estantería a martillazo limpio, pero Diana, que vivía en un cuarto y estaba
tirada en el sofá, me iba transmitiendo cada momento como si se acercara el
final de nuestra especie.
Esa noche no sólo aprendimos muchísimo, sino que trazamos un
plan perfecto para salvarnos la una a la otra marcando puntos de encuentro y
maneras de contactar durante la posible catástrofe, terminando, pasara lo que
pasara, en la Embajada de España que está lejos de los cerros (las montañas) y
que allí el “tanto tienes tanto vales” no funciona...
Lo que te dice la Embajada en su web, y seguramente todo
colombiano de a pie, que lo que tienes que tener a mano siempre es agua,
teléfono cargado y medicamentos básicos. Pero si además a eso le añades una
linterna, transistor, mantita, muda de ropa y dinero en metálico mucho mejor.
Durante los tres siguientes días de aquella tarde de octubre,
dormimos las dos con el teléfono cargado, el pasaporte en el bolsillo del
pijama y una mochila con la mantita robada de Iberia y un montón de cosas más
por si acaso.
Pero hoy, cuando ha temblado, mi máxima preocupación no ha
sido la mantita, sino el bicho peludo que me miraba con los ojos desorbitados a
un metro de mi mientras oíamos cómo crujía el suelo bajo nuestros pies.
La pobre Paquita, que recordemos que es una gata de primer
mundo que hasta el pasado 1 de Noviembre nada había perturbado su tranquilidad
de gata burguesa, ésta mañana a las 05.30 o así se ha despertado antes de lo
habitual.
Un día normal, es la última en despertarse, suele quedarse
remoloneando más que yo incluso, (que reconozco que apago el despertador una
media de doce veces antes de levantarme de la cama y no estoy exagerando). Se
limpia las patas, la tripa, se arregla las uñas de los pies… y si acaso luego
se levanta poquito a poquito no sin antes venir a saludarme o ir a ronronear a
su dueño mostrándole pleitesía y amor infinito.
Paqui mirándome fijamente |
Pero el caso, es que hoy a las 5.30 se ha puesto a moverse,
ha jugado con un alambre de los del pan bimbo despertándonos a todos, se me ha
puesto encima, se ha puesto encima de Pablo mientras leía el periódico desde la
cama a las 06.30… Y a eso de las 07.50, cuando yo ya había apagado el
despertador unas 6 veces, ha venido a mirarme fijamente.
Cuando me mira fijamente me acojona. No sé por qué lo hace,
pero se acerca mucho y clava sus ojos amarillos en mi cara como si me estuviera
examinando mucho más allá de lo físico.
Será que he visto
muchas pelis, pero os juro que no hay nada más pesadillesco que despertarte por
la mañana , acercar la mano a la mesilla para apagar el despertador y al abrir
un ojo encontrarte la cara de un gato a menos de un palmo mirándote fijamente.
No se lo recomiendo a nadie.
Total, que ésta mañana cuando he apagado el despertador por
sexta vez, he notado que el puto gato, me miraba fijamente y yo no sabía por
qué.
Pablo, que se iba a Lima por la tarde, estaba ya en el salón
planchando camisas, pero ella sorprendentemente, ahí clavada desde mi mesilla
de noche, me miraba con los ojos abiertos como platos.
El susto de su mirada penetrante, ha hecho que me despejara
totalmente, y he empezado a leer correos y whatsapps bajo el edredón mientras
Paquita, sin dejar de mirarme, movía su cola bastante agitada.
A eso de las 08.00, cuando ya si o si tocaba levantarme,
Paquita ha pegado un brinco al suelo y mientras erizaba todos los pelos de su
cuerpo, la cama ha empezado a moverse como la de la niña del exorcista de un
lado a otro.
Tensando todos los músculos de mi cuerpo, despojándome del
edredón y la manta, he pegado un súper salto digno de Simone Biles en ejercicio de tapiz en las olimpiadas, rumbo al marco de la puerta, agarrando al gato
en el camino sin nisiquiera tocar el suelo, mientras la casa, que está hecha de
manera que aguante los temblorcitos, crujía levemente.
¡Pablo temblor! He gritado en el aire ya con Paqui en brazos
para ponernos a salvo.
A solo dos metros de mi, desde el salón, plancha en mano, con su
tranquilidad característica agravada por el madrugón, mirándome con cara de circunstancia
y con fuerte acento madrileño Pablo me ha respondido, ¿Qué dices tía?.
Ha sido algo tan cortito, que los que no estaban tumbados
como yo, casi no lo han notado y Pablo, concentrado en sus camisas y
seguramente agobiado con todo el trabajo que les esperaba estos tres días en
Lima, no se ha enterado de nada de nada...
Al llegar al trabajo, cuando me han preguntado por el
temblor (como correspondía) he dicho que me había pillado ya casi saliendo de
casa (me daba vergüenza decir que aún estaba en la cama a esas horas en un país
en el que la gente empieza a trabajar a las 07.00 u 08.00) pero si que he
recalcado que el pobre gato casi se muere de infarto. Se han reído de mi gato “gomelo”
(pijo en colombiano) y han seguido trabajando como si nada pasara.
Menos mal que no les he confesado lo de mi salto ninja de la
cama al marco de la puerta pasando por el suelo para coger a Paquita…
Hoy, en cuanto he llegado a casa por la tarde, he bajado del
armario el transportin de Paqui y he dejado su pasaporte y sus drogas para
viajar a mano, cerca de la cama por si acaso, No vaya a ser, que estos días que
su dueño no está, ocurra lo que denominan terremoto y tengamos que irnos a la
Embajada de España para que nos devuelvan a las dos a Madrid.
PD: En el cajón de mi mesilla siempre está mi pasaporte,
100.000 pesos y mi tarjeta de crédito. La linterna y el transistor, en el baño.
Pero todo controlado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario