Señores y señoras, hoy empieza una nueva etapa, soy desde
ésta misma mañana una persona residente en Bogotá , algo más normal.
Desde hoy, día 10 de abril de 2016 habito en un piso como
acostumbran las personas normales, con sus habitaciones, baños, armarios, nevera y lavadora.
Hoy me he mudado a un apartamento.
Han sido 15 días de locura en los que de 08.00 a 10.00 me
iba con “mi agente inmobiliario” Alejandro a ver pisos y de 10.00 a 20.00
trabajaba (escapándome a la hora de comer si salía alguno nuevo…) .
Han sido días de incertidumbre, desesperación por la falta
de respuestas, aprendizajes, llantos, risas y alegrías.
El día que llegué a Bogotá, Andrea me obligó a ir andando
por la noche por las zonas seguras para ir acostumbrándome y quitándome mis
miedos… Así en plan broma, pasando por la carrera cuarta a unos 100 metros de
mi hotel, frente a un edificio con un gran pájaro plateado en la fachada, le
comenté: Yo voy a vivir en éste edificio, en el edificio Oropéndolo.
El sexto piso que visité, justo cuando Colombia marcaba su
tercer y cuarto gol ante Ecuador en la fase de clasificación para el Mundial y
se ponía segunda de grupo, fue el del Oropéndolo.
Nada me convenció más que él ; amueblado, internet y teléfono
incluido y sin que diera a la calle, sino a los cerros y encima con el buen
rollito de que fue llegar y marcar Bacca.
Tras días de regateos, falta de respuestas, incertidumbres y
noches de costarme dormir pensando en el puto pájaro, el sábado por fin firmé para estar un año en
ésta casa, el apartamento 203 (veinte de marzo) del edificio Oropéndolo.
Vuestra nueva casa en Bogotá tiene dos habitaciones con
sendas camas de matrimonio para que todo el que quiera venir lo haga y lo haga
acompañado, tiene un salón con cocina americana, dos baños y dos teles (en éste
país se ve la tele desde la cama y cada habitación tiene una, aunque le he
pedido a la casera que le pase la de vuestra habitación, si no os importa, al
salón), un sofá cama y una mesa que le he comprado a una amiga para poder dar
de cenar a quien quiera. (Aun no tengo sillas, solo una muy moderna roja)
Mi habitación, tal y como me la describió Alejandro, “es
maravillosa, tipo suite , con closet de
gran capasidad y televisión de 52 pulgadas” y tal y como la describo yo; mola,
da a la montaña, tiene mucha luz, cortinas opacas para dormir a oscuras y mi
baño tiene una ducha que pueden ducharse todos mis sobrinos y primos juntos
menores de 10 sin tocarse.
Pero si os digo la verdad, a pesar de estar feliz en el
pisito… Me da un poco de pena haber dejado mi hotelito…
En el Nico me han tratado tan bien…
Me he sentido parte de un equipo, de una pequeña familia…. Hasta
me había acostumbrado a tener que ir de casa en casa poniendo lavadoras y
tendiendo la ropa en la terracita de fumadores del hotel…
Me había acostumbrado a cada una de las personas que
trabajaban allí, desde la “Patrona” Maria Fernanda, una pija de alto estrato,
de unos 55 años, caleña, que estaba
encantada conmigo porque yo iba a cubrir el final del conflicto de su país,
hasta Lady y Diana, las chicas que me limpiaban la habitación y preparaban el
desayuno y que para ganarse unos pesos más me vendían bañadores por catálogo y
me dejaban las prendas escondidas para que no las viera Maria Fernanda…
Echaré de menos llegar y contar batallitas en
recepción, escuchar sobre la existencia
de Dios a Farid, que es muy evangélico y que en alguna noche, tuvo que dejar de
leer la Biblia para ayudarme a entrar en el ascensor porque “algo me habría
sentado mal ”.
Echaré de menos a las chicas de recepción, sobre todo a Joana, que organizó un motín para
que la patrona no subiera la tarifa el año pasado y así mi empresa no me
mandara para otro hotel, y que hace solo cuatro días, cuando cansada, al llegar
del trabajo a las 19.45 después de un día horrible, me di cuenta de que no
había ido a la lavandería que solo me quedaba una braguita limpia, me eché a
llorar en sus brazos…(Si, qué pasa, me iba a venir la regla y el hecho me pareció una trajedia... jajaja)
Echaré de menos la
seguridad de saber que si no llego a dormir alguien se preocupará por mi y me llamará
a las 05.00 de la mañana para saber que estoy bien. Echaré de menos la cama
hecha y las toallas limpias, Televisión Española y Antena Tres, el wifi
malísimo que se desconectaba cada dos por tres… echaré de menos vivir como una
rica en una habitación de hotel en una capital latinoamericana…
Creo que ellos también me echarán de menos, seguramente nunca
han tenido una huésped que hiciera de la sala de reuniones un aula de inglés
todas las mañanas con su “teacher” (como le llamaba Leonardo), ni tampoco
ninguna que el día de Eurovisión organizara una porra multitudinaria con
productos de la tierra y que cantara por la terraza, ni ninguna que les dejara
mensajes alegres en posits para que no cambiaran las toallas o los gorros de
ducha para ahorrar, ni ninguna que a pesar de alojarse en el quinto piso, tras
quedarse encerrada una vez en el ascensor, subiera y bajara todos los días
andando… La verdad es que la experiencia ha molado.
Esta mañana, me he despedido de todos con un abrazo de esos
sentidos de los que duran segunditos de amor, les he dejado la dirección de mi
casa nueva (porque mi mail y teléfono lo tienen)por si me necesitan. Al
despedirme de Diana, mientras preparaba
huevos pericos en la cocina (a la que entro sin problemas), me ha pedido que
cuando venga mi esposo vayamos a saludar porque el año pasado cuando vino ella
estaba de vacaciones y ella tiene que echarle el ojo…
Me llevo un “Dont Disturb” de esos que se ponen en la puerta
para el hijo de mi primo Fernandito que se llama Nico, un secador que me han
dejado hasta que me compre uno propio y una familia llena de buenos recuerdos y
mucho cariño. Ha sido una experiencia, que sin duda nunca olvidaré.
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