La historia de ésta semana comienza así…
Aritz y Mónica (amigos vascos) iban a pasar el fin de semana
de pueblo en pueblo en Antioquia, así que me uní a su plan.
Cogimos un avión a Medellín en el ryanair colombiano,
alquilamos el coche más barato de “Budget” (Compañía de alquiler
internacional), puse mi tarjeta de crédito como aval y el sábado, a las 08.00
partíamos desde Medellín montaña arriba rumbo a nuestro primer destino
“Jericó”…
Las carreteras colombianas están un tercio en obras, otro
tercio recién asfaltadas y la otra parte completamente destrozadas con huecos
que te llevan al inframundo o piscinas para tirarse de cabeza en medio de un
carril… Y estos tres estados del pavimento, se combinan con perros, gatos,
gallinas, hombres en moto, andando, a caballo o en carro de madera que juegan a invadir la calzada de vez en
cuando así como al despiste...
Tras tres horas de coche y obstáculos, llegamos a las faldas
del puerto de Jericó. Nos esperaban unos 26 km empinadísimos con unas vistas
impresionantes llenas de curvas para llegar a uno de los pueblos más bonitos de
Antioquia…
Lo subimos con alegría, haciendo fotos, ventanas bajadas,
respirando naturaleza, saludando a los paisanos al pasar y disfrutando del
verde que solo el clima tropical puede ofrecer….
Visitamos el pueblo, conocimos a unos niños que tenían
cometas, nos explicaron que había tropotocientas iglesias, que era el lugar de
nacimiento de “La Madre Laura” (yo entendí la madre de Laura y tonta de mi
pregunté quien era Laura… a los niños no les hizo mucha gracia mi pregunta…) ,
comimos pollo con arroz a 1 euro y medio y a las 14.45 nos subimos al coche
rumbo a Santa Fe.
Cuando llevábamos 3 cuadras, aun dentro del pueblo, al frenar en un stop, el coche hizo un ruido
raro, pero no le dimos importancia, los coches alquilados hacen ruidos…¡Qué le
vamos a hacer!
Llegamos a la salida del pueblo, primera recta, curva suave,
(ruidito…)segunda curva algo más pronunciada y ñiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
el coche empezó a hacer unos ruidos terribles cada vez que frenábamos, parecía que se nos iba la vida en
ello…ñiiiiiiiiiiii, Los paisanos de los arcenes se quedaban mirándonos con el
ceño funcido bajo sus sombreros… nññiñiiiiiiiii otra curva, Aritz (que era
quien conducía) aseguraba que el coche frenaba bien, y Mónica, que es más vasca
que el árbol de Guernika, decía que no era para tanto que coches peores
bajaban…
Asi que yo, asumiendo que el contrato estaba a mi nombre y
la tarjeta de crédito con la fianza era mía, cada curvita y frenadita me iba
poniendo más nerviosa, pero no decía nada….
A los tres kilómetros el ruido ya no era flojito, sino
chirriante, y lo peor de todo era que frenáramos o no, el estruendo era
constante…
A los cuatro kilómetros al ruido se le unió el olor… ese
olor a freno quemado que se te mete en la nariz y no sale…
Y a los cinco kilómetro, ya no aguanté más y dije con tono
serio y contundente: “Paramos. En cuanto haya más de 2 centímetros de arcén
paramos… “ Aritz asintió con la cabeza y Monica frunció el ceño porque para
ella el peligro aun no existía…
Pasaron tres o cuatro curvas más y como en medio de la nada
apareció el bar mirador “ Buenas Vistas”. Con su cocinita de fuego, su bachata
a todo trapo y su cartel enorme de “Postobón” (Un día os hablaré de postobón
que es el dueño de las gaseosas Pepsi y que tiene el monopolio en Colombia…)
Paramos en un ladito, con el correspondiente ruido que
eclipsó toda actividad…
Los dos paisanos que había en la barra se asomaron y nos
preguntaron por el coche y al fondo, un hombre vestido de motorista a la
europea (con el equipo completo de Wolf y BMW) tomaba una “Costeña” mirándonos
con atención pero sin acercarse...
Llegados a éste punto, en España, si analizáramos la
situación, estaríamos salvados… Se llamaría al seguro, vendría la grúa en media
hora, traería un coche de sustitución o te llevaría a tu destino y santas
pascuas…
Llegados a este punto en Colombia, comienza la acción...
Primer impedimento: no hay cobertura… Mi móvil no daba señal… Me acerqué a las
mujeres que estaban en el chamizo haciendo sopa y ellas me indicaron que si me
subía a una pequeña roca que había a 3 metros de donde estábamos y tenía
movistar, podría hablar desde allí…
En ese momento se me iluminó la bombilla y me acordé que
había llevado el teléfono del trabajo, así que abrí la maleta, saqué el móvil
movistar, cogí los papeles del coche y me subí a la roca a solucionar parte del
problema, mientras Mónica sentada en el asiento del copiloto seguía enfurruñada
y Aritz hablaba con los paisanos delo que podría pasarle al “carro”.
Siguiendo la lógica colombiana, antes de llamar al seguro
llamé al hombre que nos había alquilado el coche, le conté la situación y traté
de explicar dónde estábamos por si acaso nos solucionaba con algún primo o
amigo cercano… al hombre del alquiler se le hacía grande la historia con cada
dato que le daba, no paraba de decir “Ay Dios mío qué situación más complicada,
Ay Diosito…”…
Así que me vi calmando al señor Fabián (así se llamaba) y
explicándole con suavidad que iba a llamar a la grúa y que mientras yo
conseguía asistencia, él debía encontrar una solución para que nosotros
siguiéramos conociendo pueblitos….
Llamé a Mafre, intenté explicar el punto kilométrico y me
dijeron que en nada me llamarían para decirme qué grúa vendría a buscarnos…
Volví al coche… Allí, el hombre motorista ya estaba hablando
con Aritz explicándole que por el ruido, eran las pastillas y que teníamos dos
opciones: Bajar a motor hasta Bolombolo (un pueblo a 40 km) a un taller grande
o subir a Jericó que nos lo miraran en un taller de pueblo y ver si podíamos
solucionarlo… Mónica lo tuvo claro, yo también… (Como imagináis Monica quería
bajar y yo subir) así que Aritz, en un atisbo de prudencia decidió que subíamos
al pueblo para ver si allí lo solucionábamos y decidir desde un lugar habitado,
qué hacer… Nos despedimos de todos los allí presentes, el motorista nos indicó
dónde quedaba el taller y marchamos con
nuestro estruendo rumbo al pueblo…
“El taller”, no era más que un chamizo pegado a una
gasolinera con un señor muy arrugado con las manos muy sucias (de nombre
Nestor) que nos dijo que tenía que
desmontar la rueda para ver lo que pasaba…
Antes de nada e intentando preservar el dinero de depósito
de mi tarjeta de crédito, llamé al de Budget para pedir permiso y tras la
autorización pertinente, en menos de un segundo, estábamos sin dos ruedas y el
hombre tirando con todas sus fuerzas para quitar los discos delanteros, en un pueblo en medio de la nada , sin que la
grúa confirmara y con poca cobertura…
El hombre nos enseñó las “gomas” y en efecto , eran metal puro, ahí no había
resto de almohadilla para frenar… y nos
confirmó que al ser un “carrito tan chiquitico” no tenía recambios, que tocaba
ir al pueblo de más allá… Nosotros, sin coche, teníamos que conseguir llegar al
pueblo de al lado… y la grúa seguía sin llamar…
Cuando creía que iba a terminar durmiendo en el chamizo del
señor Nestor, apareció en su flamante moto de alta gama BMW, el señor del bar “Buenas Vistas” y sin que ni
siquiera se lo pidiéramos, mientras hablaba por su iphone 6 plus nos dijo “Yo
les colaboro”, le dimos 70.000 pesos (unos 22 euros) intercambiamos tarjetas
como los yupies en wall street en vez de darnos nuestros números y apuntarlos
en las agendas del móvil y se fue en busca de nuestra pieza…
Decidimos que no había nada mejor que hacer que pedir unas
cervezas en el bar de enfrente...
Tal vez en ése momento de mi vida, perdida en un pueblo que
algún día dominó el Cartel de Medellín,
con 10.000 pesos en el bolsillo, sin demasiada cobertura, con un coche
sin dos ruedas y dos amigos vascos, tal vez fuera ahí, cuando empezara a
gustarme la cerveza…
A mitad del botellín, nos empezó a entrar la risa floja de
lo patético de la situación y ya casi terminándolo sonó mi teléfono, era el
señor de la moto, que había ido a tres talleres pero que para “un carrito tan chiquitico” no había piezas…
Al colgar ya no podíamos parar de reírnos… ¡Puto carrito chiquitico!
En ése momento, como si hubiera esperado a que el caos
reinara, llamó el de Budget todo agobiado, explicándome que la grúa salía de
Medellín, que había pedido servicio de acompañamiento (para que nos llevaran a
nosotros) pero que nos llevaban a Medellín… (Recordemos que estábamos a más de
3 horas de Medellín) al final, tras mucha negociación conseguí que pidiera que el acompañamiento nos llevara a
Santa Fe de Antioquia (Nuestro siguiente destino) y que allí Budget (es decir
él mismo) nos acercara un coche nuevo.
Como me había tenido que ir a un alto a hablar sin que se
cortara, en el camino de vuelta a la explanada del taller, recapacité y pensé…
¿Qué más da? Tal vez tenga razón Mónica, carguémonos el coche y bajemos en
primera hasta que el cuerpo aguante… a malas se nos quema el motor, la grúa nos
vendrá a buscar de todas formas… pero no dije nada…
En ese mismo instante, apareció el hombre de la moto para
devolvernos el dinero y como parecía que sabía de motores (al menos tenía la
mejor moto que había visto en toda la cordillera) nos convenció cuando nos dijo
que si bajábamos a ralentí, lo único que romperíamos serían los discos, que era
seguro, no corríamos peligro, pero que
no subiéramos de segunda…
Mónica lo tuvo claro y sin pensar, en el español más vasco
que podéis imaginaros, sin tener en cuenta que en Colombia no se dice ni una
grosería soltó: “Pues venga coño, a tomar por culo, a bajar con dos cojones”.
Ellos se quedaron a cuadros, nosotros nos pusimos en marcha…
Nos despedimos de todos con un apretón de manos, le dimos
10.000 pesos de propina a Nestor (una barbaridad para lo que se maneja en ésos
pueblos) nos subimos al coche, arrancamos y marchamos con nuestra banda sonora
de chirridos metalúrgicos como si fuera un coche orquesta…
Aritz al volante, Mónica de copiloto y yo detrás, intentando
llamar al del alquiler para decirle que nos aventurábamos los 75 kilómetros que
nos separaban de Santa Fe, pero que como éramos “del norte” nosotros por
cojones íbamos a llegar.
Tardamos en recorrer los 26 km del puerto más de una hora,
pusimos el coche a 7.000 revoluciones en varias ocasiones, temimos por nuestras
vidas (bueno, realmente creo que solo yo)
y creamos un atasco que me río yo el de la carretera de la Coruña un 1
de agosto… pero como vascos éramos… como vascos lo conseguimos…
Llegamos a nuestro destino 3 horas después (si, 75 km en 3
horas, durante estas tres horas estábamos tan concentrados que ni notamos que
hubo un terremoto...) sin apenas pisar el freno, Aritz se lo curró un montón...
Allí, en Santa Fe, nos esperaba nuestro hostel con
piscinita, habitación para 12 y Fabián, el del alquiler de coches, con un Honda
i10 de superior gama.
Antes de dejarle el coche viejo para que se lo llevara la
grúa, y con tono amenazante le recordamos que al día siguiente cuando dejáramos
el coche, querríamos poner una
reclamación, que la fuera preparando. No por él (puesto que se había portado
estupendamente) sino a la compañía por “rentar carros con tanta peligrosidad
incluida”.
Ya en la piscina, a las diez de la noche, habiendo
solucionado todo, mientras flotábamos mirando estrellas, nos dimos cuenta que
todas las personas con las que nos habíamos cruzado ese día, habían hecho por
ayudarnos, y que en otro lugar del mundo, esta hazaña con final feliz y coche
con aire acondicionado, hubiera sido
completamente imposible…
Y es que los paisas molan.
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