martes, 12 de mayo de 2015

Familias Uitotos

Esta semana está mi madre por aquí, así que tocaba si o si hacer viaje para conocer más el país…
Le ofrecí varios destinos, de playa, de paisaje…y entre todos, eligió  Leticia, Amazonas.
Leticia es la capital del Departamento de Amazonas, y está literalmente en el culo de Colombia, en el sur este del país.

Es colombiana porque alguien quiso que lo fuera, pero Colombia sería más simétrica si le quitaran esa puntita en la que está Leticia…

Leticia es una ciudad pequeña, de unos 40.000 habitantes, a la que desde Colombia solo puedes llegar en avión o en barco durante horas y horas...
Rodeada de vegetación y bañada por el río Amazonas, las únicas dos carreteras que salen de Leticia son  la que le une a Tabatinga, que es una ciudad a 2 kilómetros de Leticia que pertenece a Brasil y otra que se adentra entre la selva durante 25 kilómetros que une diferentes comunidades indígenas con el pueblo…

En barco puedes ir a Perú , sin que te sellen el pasaporte ni nada por el estilo, solo cruzar y listo y en avioneta de narco, sin gastar casi combustible puedes cruzar los tres países sin ningún problema y si te pones farruco ir hasta Venezuela, sin demasiados controles aéreos o ir a Ecuador volando sobre plantaciones y otras vegetaciones selváticas…

Así que no es de extrañar que en Leticia se celebren el mayor número de peleas de gallos del país…y que posiblemente, lejos de las fronteras con Venezuela, sea uno de los lugares donde más productos ilegales se muevan de un país a otro…

Pues bien, ahí quiso ir mi madre, a ese enclave tan singular…

Tirando de los contactos de mi amiga Patricia (la vasca que organiza todos los viajes de mi grupo) dimos con el contacto de Kike, un español lleno de tatuajes y pircing por toda la cara , que lleva más de 8 años allí y que tiene unas cabañas en el kilómetro 11 de la carretera a ninguna parte que une las comunidades indígenas.

Durante dos semanas, Quique y yo  nos hemos escrito mails, le he contado que mi madre es bastante guerrera, que ella buscaba lo “social”, que yo buscaba animalitos y selva, que queríamos adentrarnos sin comodidades, vivir la experiencia al natural, conocer a la gente de la zona y sentir que estábamos en la tierra…

Así que Quique siguió al pie de la letra las indicaciones y nos adentró en la pequeña comunidad de los Uitotos… Una etnia de indios indios de los de plumas y tetas al aire que con el paso del tiempo y sobre todo con el paso de las grandes empresas extractoras de caucho han visto transformada y diezmada su población y modo de vida.

Nada más aterrizar a la zona, en las cabañas de Quique,  nos estaba esperando Cornelio para llevarnos a su casa con su familia y pasar las siguientes 20 horas como dos uitotas más.

Nos calzamos unas botas de agua que nos tenía preparadas Quique, hicimos mochila para 20 horas y salimos rumbo a la casa de Cornelio 3 horas selva a dentro… Cuando llevábamos 5 minutos de caminata mi madre decidió que se había dado cuenta en ese momento que las botas que le quedaban grandes y tuvimos que volver, pero eso es lo de menos…

Ahí nos fuimos, Cornelio, mi madre y yo selva para dentro…

Cornelio tiene 21 años, trabaja en la huerta comunal de todos los Uitotos y para tener un ingreso extra, y por mantener su cultura uitota viva, recibe en su casa junto con su familia, turistas interesados en conocer sus costumbres.

Cornelio está casada con Ema, originaria de Putumayo (donde los cultivos ilegales de coca y la selva reinan como en Leticia pero unido con FARC porque es frontera con Ecuador que es amiga de los movimientos del pueblo…), y tienen dos niños, Cornelio Junior de 3 años y un bebé de 4 meses que no recuerdo su nombre.

Viven a orillas del río Taganga, en una cabaña que el propio Cornelio construyó ,  lejos de la población principal del km 11, lejos de la maloca principal (la casa de troncos y techos altos donde se toman las decisiones importantes de la comunidad) y lejos de cualquier otra familia a quienes pedirles sal o cualquier otro tipo de ayudita.

Pero en la otra orilla del río, a solo 50 metros, hay otra casa, la del padre de Cornelio, que vive con tres hermanos de Cornelio. Una de catorce que tiene una niñita de dos años que nadie nos supo decir quién era el padre, un hermano de 7, Felipe y Luz que tendría unos 5 años.

Tras una hora y media de caminata, bajo la lluvia tropical, los mosquitos asesinos, viendo mariposas de mil colores, culebrillas… y pasando por caminos, ex cultivos de coca fumigados con glifosato por el gobierno colombiano (y  contaminados de por vida… ) donde se han creado piscinas naturales para la producción de pescado para la comunidad…

Nos subimos a la canoa de Cornelio para navegar durante media hora el río Taganga, a favor de la corriente y atracar en la casa de la familia de Cornelio…
Al llegar, todos los niños, incluida la hermana que tiene un bebé, estaban en casa de Cornelio, según nos dijo Ema, el papá de Cornelio había salido y debían quedarse con ella mientras no estaba…

Mi madre, que es un imán para los niños, a los cinco minutos los tenía a todos alrededor, Cornelio Junior no paraba de hablar (o intentar hacerlo porque decía mil cosas que no entendíamos, mezclando uitoto con español, con lenguaje de niño de tres años), nos contó que él se bañaba en el río Taganga desnudito, que le gustaba comer tamal… mi madre le enseñó a decir 3 años con los dedos y mientras,  a unos dos metros, Felipe y Luz (los hermanos de Cornelio) miraban calladitos con ojos llenos de intriga y tintes de melancolía ,intentando no perderse ninguna de las cosas que mi madre hacía y decía…

La “gringa rubia” sacó un cuaderno y se los llevó a una mesita en medio de su “jardín”,  y empezó a dibujarles a todos mientras explicaba con tono dulce y claro todo lo que iba haciendo… yo empecé a peinar a Luz e intentar quitarle los trozos de comida y ramas que tenía en su pelito negro mientras ella cerraba los ojitos disfrutando, sintiéndose princesa, a la vez que veía como mi madre pintaba un pato, luego un carro, después a cada uno de ellos… hasta que llegó al momento de dibujar a los papás…

Mi madre le preguntó a Luz, que era la que hablaba de los dos hermanos, ya que Felipe decía poco o nada, que dónde estaba su mamá, y Cornelio Junior, tan pizpireto como siempre respondió rápido y seguro “Se largó”

Mi madre y yo, pensando que no habíamos entendido al pequeño, volvimos a preguntar… ¿Cómo?
 Y Luz,  con voz suave y bajita nos respondió “es que ella se fue y no sabemos dónde”… Mi madre y yo nos cruzamos una mirada de “vaya percal”  y rápidamente, sin dejar de peinar a Luz, solté en alto, mami, ¿Por qué no dibujas el río Taganga?

Con mucho ímpetu, la profesora rubia,  comenzó a dibujar agua, peces y todo lo que fuera para no darnos cuenta de que Felipe y Luz nos miraban así,  porque vivían una situación al menos “rara”.
Después de la clase de dibujo nos fuimos con Cornelio a aprender sobre el mambé, la pasta de coca que toman los indígenas para comunicarse con la madre Naturaleza y dimos un paseo por la selva mientras anochecía, cuando volvimos a la casa de Cornelio, Felipe y Luz ya no estaban, tampoco la hermana de Cornelio y su hija pequeñita.

Ema nos contó que el papá de Cornelio estaba ya en su casa y ellos habían tenido que regresar… cenamos, conversamos un rato con Ema y Cornelio y nos fuimos a dormir…

A la mañana siguiente, muy tempranito, tras una hora de remar contra corriente y otra hora de paseo por la selva llegamos de nuevo a las cabañas de Quique, nos despedimos de Cornelio, le dimos las gracias, le dimos un abrazo para toda su familia, nos duchamos y nos fuimos corriendo al barco que nos llevaría navegando 80 kilómetros del Amazonas parando en islas de monos, osos perezosos, flores de loto y otras maravillas selváticas junto con otros turistas... Lejos de nuestros Uitotos…

Cuando pudimos parar, sentadas en el bote, empezamos a especular sobre las posibles miserias que habíamos intuido…

¿Cómo llega una señora de Putumayo a una tribu Uitoto?
 ¿Qué habría pasado para que la madre de los niños se hubiera ido? 
¿Quién era el papá de la hija de la hermana de 14 años de Cornelio?

 Estábamos tan cansadas que no llegamos a ninguna conclusión, tal vez ninguna de las dos quiso hacerlo,  pero al tercer día en la selva,  tendríamos otra actividad Uitota que nos abriría los ojos completamente…

A las 09.00 de la mañana del domingo, (día de la madre en Colombia) quedamos con la señora Sonia, Coordinadora del grupo de Artesanías Uitotas, abuela de 12 nietos y una auténtica luchadora, para que nos enseñara a hacer artesanías del lugar.

Mi madre y yo, que no nos callamos ni debajo del agua, éramos un objetivo fácil para que se nos contaran cosas…

Madre e hija, en día de la madre, madre profesora, regalo de una hija trabajadora para conocer el sitio más bonito del mundo, diferente a nuestras vidas, sensibles, alegres, preguntonas, respetuosas con las costumbres…  

Así que doña Sonia, como buena señora de pueblo, empezó a largar…
Primero nos contó la estructura de la sociedad Uitota…

Todo el pueblo elije a un representante de la ley entre ellos, (este año, por segunda vez había sido elegido su único hijo varón…) además elijen a su propia guardia uitota que se encarga de establecer el orden, y solo en casos muy problemáticos, la guardia, y solamente la guardia, puede llamar a la policía para que intervenga…

Sonia hablaba por los codos,  mientras nos adentrábamos en la selva en búsqueda de los árboles para coger sus palmas para hacer pulseras y bolsos, nos contó mil cotilleos… nosotras escuchábamos , asentíamos y de vez en cuando, pero muy de vez en cuando, opinábamos…

Después empezó con su familia….nos contó que a su hija le dejó su marido por una “peladita” de 14 años hacía ya un par de años... 

A su hija le dejó 9 niños, tres de ellos se “hicieron” aun estando el ex marido con la otra, que venía por la noche y su hija caía y caía….así que hacía unos meses,  Sonia cogió a su hija y la mandó “ligar” en el Hospital de Leticia…

Además ella misma había ido a denunciarle a él, porque aunque no le deseaba daño a nadie, no quería ver sufrir más a sus niños… con un papá así haciendo daño…

Nos contó que mucha gente en el pueblo no se daba cuenta de lo que significaba tener tanto niño, que tenían hijos como locos,  que como no faltaba de comer (ya que la selva provee de todo) , los vecinos no se daban cuenta de la importancia de educarles y llevarles por el buen camino. La tía era una visionaria…

Entre otras confesiones, nos contó que una amiga casi le roba al marido, porque su marido era muy bueno y todas andaban detrás de él, pero que tuvo que ponerse firme con ella, y ahora su marido está tranquilo en su casa con ella, su hija y sus nueve nietos… (Los otros 3 son de otra hija que está felizmente casada).

También nos contó cotilleos de los que nos interesaban…

Todo esto mientras cortaba ramas con un machete de medio metro con una soltura que daba miedo…

Habló de la familia de Cornelio….

Contó que la madre de Felipe y Luz, hacía dos meses “se había desaparecido” con su hija mayor… Tooda la comunidad la buscó por todas partes,  tuvieron que llamar a la policía ( la Nacional) , que encontró a la hija mayor en Leticia y la hizo volver con su papá… pero que ella (la mamá desaparecida) no quiere volver, el papá de Cornelio, “según dicen algunos en la comunidad”, es malo y “a veces la agarraba y la trataba mal…” así que ella ha decidido no volver, y claro ahora los niñitos están algo perdidos, pero que nada se puede hacer que la comunidad decidió…

Total que gracias a Sonia, nos enteramos de todo lo que en algún momento en ese fin de semana queríamos enterarnos…

Terminamos el taller  de artesanías saturadas de tanta información,  de tantas vivencias que procesar…de haber vivido tantas cosas que no éramos capaces de organizar en la cabeza…  de sentir que tal vez el momentito en el que mi madre dibujaba mientras yo peinaba a Luz era el primer momento de atención que Felipe y Luz tuvieron en los últimos días…

Nos despedimos de Sonia, hicimos la mochila y nos fuimos al aeropuerto… allí pudimos hablar de todo, sin riesgos de que nadie nos escuchara, sin mirar detrás de los matojos, alucinadas…
Allí, bajo el aire acondicionado que goteaba encima de nuestras mochilas esperando al Boing 320 de LAN,  concluimos que posiblemente Ema, la del Putumayo, era recolectora de coca y  que su  narco se la habría llevado desde su tierra a los cultivos de Leticia… y allí habría conocido a su Cornelio…



Toda una experiencia…

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