martes, 21 de julio de 2015

Tortugas Guna Yala

Este fin de semana, aprovechando que el lunes 20 era festivo, nos hemos ido a Panamá.
Panamá, es país desde hace muy poquito… y no me digáis porqué pero a mí me ha dado pena… Muy poco cocida su identidad nacional… al menos su capital…

He sentido que no tiene personalidad propia…

Tal vez es complejo de superioridad como europea, o que no me caen bien los Gringos así como sociedad invasora o que me gusta mucho Colombia como país…

Pero Panamá me ha parecido… Pobre de espíritu…

Mi penilla está fundamentada en su corta historia como país…

Panamá fue Colombia hasta 1903, cuando llegaron los americanos y se dieron cuenta de que era una zona muy estrechita y ya que estaban por el caribe, que les vendría bien que fuera suya para cruzar de océano a océano sin gastar demasiado...

Así que armaron a los panameños hasta los dientes, y estos,  que estaban un poco hartos de tantas luchas políticas colombianas centralizadas en Bogotá en un santiamén… pim pan fuera…. se independizaron…  Colombia no se dio ni cuenta, estaban tan enzarzados entre ellos que hasta que Panamá no dijo eso de “Queda inaugurado éste país” no se dieron cuenta que tenían que cuidar a todos los colombianos porque si no se les iban… Una gran pérdida…

Eso si, a cambio de hacerles independientes, los Americanos (que no regalan nada) se quedaban con la parte del canal que iban a hacer (se inauguró en 1914) y unas cuantas bases más en sitios estratégicos mientras los panameños se morían de hambre…

Eso del canal propiedad de USA fue hasta el 74, que por fin les dieron el canal ( o al menos eso firmaron)  , dejándoles el marrón de estar obligados a mantener una obra vieja y cuidarlo sin saber cómo… (Así que en los 90 votan de manera democrática si quieren ampliarlo, sale que si y llaman a los Españoles para que les hagan otro… este otro , debía estar terminado en el 2014 y ya dicen que ni para el 20… Un desastre…)

En Ciudad de Panamá no hay son colombiano, no hay tanta música en las calles, ni tanta bandera patria pero hay más rascacielos que en Dallas y la discoteca mas cool  (con piscina incluida) está en la terraza del 65 piso del hotel de nuestro querido Donald Trump… (Mojitos a 20 dólares) .

Pero como todo país Latinoamericano, hay dos partes diferenciadas y separadas: los ricos y los pobres, que conviven de manera pacífica en algunas zonas y en otras de manera más… salvaje, unos se bañan en la pisci de Trump otros aprovechan las lluvias tropicales para lavarse el pelo...

Dado que Panamá City (como lo llaman los autóctonos) es bastante siesa, decidimos que con un día bastaba, el objetivo de nuestro viaje era ir a las Islas de San Juan.

Las Islas de San Juan es un archipiélago en el mar caribe, en la región Guna Yala, donde sus habitantes, los Gunas Yalas, vigilan, mantienen y gestionan un lugar único conviviendo con turistas de todas partes del mundo.

Según Trip Advisor el archipiélago es el tercer lugar más paradisiaco del mundo, y no es para menos, en época seca debe ser muchísimo más impresionante aun… (a nosotros nos diluvió por la noche y parte de la mañana) .

Los Gunas, que a diferencia de otros pueblos indígenas son más listos que el hambre y nadie se atreve con ellos desde principio de siglo, son bastante organizados.

Cobran por entrar al bosque que te lleva al único muelle (que aunque sea el Muelle de San Blas no es el de la canción de Maná) que conecta con las islas, cobran también por entrar al muelle en sí y luego, también cobran por el paseo, el alojamiento y la comida de todas las islas del archipiélago que solo ellos pueden ofrecer.

Ellos lo controlan todo y deben estar forrados.

Las mujeres cunas visten precioso, de colorines, con cuentas en las piernas, pañuelos de colores , siguiendo la tradición… Ellos, llevan camisetas del Barça, bañadores quicksilver y chanclas havaianas… Su traje típico no atrae tanto a los turistas y ellos lo saben y pasan…

Hablan en dialecto Guna, y los que están cara al público chapurrean español, lo justo para hacerse los locos cuando quieren, y contarte lo que necesitan cuando la ocasión lo requiere…

Pues bien, por 75 dólares americanos (Panamá tiene tan poca personalidad que les da igual que pagues en su moneda, los Balboas, que en dólares) un tal “Alberto”, nos llevaba en su lancha solo a nosotros diez y durante los dos días que íbamos a estar, navegaríamos de isla a isla recorriendo los paisajes paradisiácos. La noche la pasaríamos en isla Aroma.

Cuando llegamos, tras pagar la correspondiente entrada, ahí estaba Alberto esperándonos con su iphone6 con funda impermeable y sumergible en el Muelle.

En nuestro barco había otros 5 gringos y cuando íbamos para la isla Aroma, nos explicó que mejor íbamos a dormir en la Isla Pelícano, que se comía mejor…

Pues si Alberto lo dice, nos lo creemos…

Pelícano es una de las islas más grandes, medirá menos que un campo de futbol, pero suficiente para nosotros…nos pusieron pulserita a lo Punta Cana y nos enseñaron nuestra cabaña…

La cabaña, super auténtica, era como las malocas de Amazonas, de cañas de bambú las paredes, suelo de arena y de palmeras el tejado.

Frente a la puerta, la playa llena de pelícanos, arena blanca y palmeras tumbadas intentando tocar el agua cristalina del mar caribe… Una auténtica maravilla…
Dejamos las mochilas, cogimos crema, cámara, bolsa nevera de poliespan y subimos al bote de Alberto rumbo a Isla Perro, donde había un barco hundido para bucear.

A Alberto se le olvidaron nuestras gafas (que habíamos pagado por alquilar) en tierra firme, pero gracias a las de Patri, nos fuimos turnando para ver peces aguja, nemos, Doris y el barco.

Alberto, que no sabemos realmente si siempre era el mismo barquero, porque todos los cunas se parecen mucho y hacía mucho calor….nos dijo que cuando quisiéramos que cambiábamos de isla.

A la hora y media nos organizamos y cuando fuimos a por Alberto, no estaba…

Le encontramos tomándose unas cervezas detrás de la maloca de los Gunas, nos dijo que los otros 5 que iban con nosotros estaban comiendo y que teníamos que esperar…

 ¡Una mierda!

Si habíamos pagado por ir a nuestro aire, iríamos a nuestro aire… Alberto, o el nuevo pseudoAlberto, se levantó algo enfadado y fue a por el bote…

Cuando estábamos subiendo nos entró el hambre a algunos, y tras una democrática votación decidimos que lo mejor era ir a comer a isla Pelícano y luego seguir de Isla en Isla…

Pero al barquero le dio igual la democracia y cuando arrancó tiró hacia el otro lado hacia “ La Piscinita” estábamos tan encantados que no dijimos nada… ¡Pues a la piscinita!

En la piscinita, que era una zona que cubría poco en medio del mar,  había erizos, estrellas de mar, conchas enormes, así que sacamos unas coca colas y unas cervezas y sentados en el agua estuvimos riéndonos de nuestras cosas viendo avanzar las estrellas de mar por la arena,  hasta que pseudoAlberto decidió que era hora de irnos a comer…

Llegamos a nuestra isla y cada uno pidió un plato de cosas de mar… langostino, marisco rebozado, langosta, pulpo… Dio igual… La señora guna que nos atendió, nos puso langostinos en salsa y punto… Intenté rebatirlo, pero… ¿Qué más daba? A esas alturas de la historia, ya habíamos entendido que los Gunas partían el bacalao…

Así que sin demasiado enfado,  nos comimos lo que nos dieron y estaba muy rico…

Por la tarde siesta, libro, voley playa y baño al atardecer…

A la hora de la cena, en la isla solo quedábamos nosotros diez, una pareja y los gunas…
Moni y yo fuimos a ducha, había muy poca luz, no se veía bien, por el camino de repente… “crrrrrch” pisé algo, aplasté algo, crují algo, ¿Maté algo?… Supuse que era un cangrejo, y seguí tan contenta… Los cangrejos no molan, eso todo el mundo lo sabe…

Pero al volver de la ducha, al cruzarnos  con Pati y Lucía que iban a lo mismo… en el suelo, de repente una, dos, tres …. cientos de mini tortuguitas comenzaron a aparecer de la playa rumbo hacia el otro lado de la isla.

 ¡¡Acababan de nacer!! ¡Tortugas marinas bebés!

Con el ruido del mar por todas partes estaban desorientadas avanzando hacia tierra en vez de hacia el mar… Medían como una galleta maría y no paraban de aletear isla adelante…
Daban brazadas patosas y enormes, desconcertadas, levantando la cabecita para llegar antes al agua y se chocaban con cocos, piedras y demás  que había por el suelo…

Fue un momento mágico… Rodeadas las cuatro de cientos de tortuguitas…

Decidimos no tocarlas para no romper el ciclo de la naturaleza (en ese momento llegó Jorge que se puso muy pesado con eso, así que le hicimos caso) y mientras volvíamos a dejar las toallas y el biquini mojado intentando no pisar a ninguna de las recién nacidas….  me di cuenta de que tal vez y solo tal vez…

El crujido que había notado en el camino a la ducha… no había sido un cangrejo…

Se me encogió el estómago, se me cerró la garganta, llegué incluso a sentir que empezaba a llorar…

No paraba de pensar en las tortuguitas, en esas y en las de Buscando a Nemo, en todas las tortugas de los documentales de la 2 que te recuerdan que están en peligro de extinción,  en Mirta (mi ex tortuga) y hasta pensé en las “Tartatugas Ninja” que veía de pequeña en la tele…

Podía ser una asesina de tortugas… así que cinco minutos más tarde, ante la angustia y el desazón decidí volver con mi linterna supersónica al lugar de los hechos...
Si había matado a una tortuga, tendría que haber restos… Pero al llegar..no encontré nada de nada… ni caparazón ni pinzas ni nada…

No había rastros…

Tampoco de tortugas vivas…

Había sido como un sueño…

En 5 minutos había desaparecido todo…

Volví a la cabaña, callada, sin contarle a nadie que creía que había matado parte del espectáculo natural más bonito que había vivido en mi vida…

Colgué mi biquini, doblé mi ropa sucia,  cerré mi macuto y salí a la playa a escuchar el mar…
A los 20 minutos volvimos a la casa de los Gunas a que nos dieran de cenar, a que nos dieran lo que quisieran, porque entre risas íbamos mentalizados de que comeríamos lo que las señoras Gunas quisieran que comiéramos…

Y al llegar, allí estaban las tortuguitas, todas ellas, metidas en un barreño enorme intentando salir hacia la libertad como locas…

El señor Guna que las custodiaba, posiblemente porque no tenía nada mejor que hacer en ese terruño lleno de cocoteros y arena, nos explicó que las cuidan durante los tres primeros meses para evitar que se las comieran los pulpos.

Que con los turistas y los depredadores del agua, sobreviven pocas, así que la comunidad las cría hasta que miden como la palma de una mano para luego soltarlas al mar… les dan lechuga, trocitos de algas, queso…

Nosotros, pijos europeos, creyendo en el ciclo vital de las tortugas, en el que habíamos visto en la tele, en ese en el que no se les debe ni tocar….

Y ahí nos teníais, entorno a un barreño, escuchando a un hombre que sabe del turismo y del mar lo que no está escrito y que además alimenta a las tortugas con queso y lechuga…

Él orgulloso de su mar y su ecosistema y nosotros mirando embobados un balde de plástico verde lleno de agua de mar con cientos de tortugas marinas enanas agobiadas intentando salir …

A la mañana siguiente, como niños, antes de desayunar fuimos corriendo a ver a nuestras amigas las tortugas, que ya más tranquilas nadaban comiendo lechuga en su casita de PVC…

A mi verlas me dio pena, aunque estuvieran tranquilitas… no sé… pero es verdad que de caribe y tortugas… nunca he sido experta, es el segundo paraíso que conozco y parece que las cosas… se hacen así.


Antes de salir de la isla, mientras subían nuestras maletas volví a despedirme de ellas, parecían felices, comiendo encantadas y nadando un poquito… Me quité los pensamientos negativos de la cabeza (seguro que fué un cangrejo) y me mentalicé pensando que tal vez la próxima vez que las viese, sería dentro de 50 años en un documental. 






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