Me bloquean tres cosas y por más que lo intente, siempre tengo esa sensación de tierra trágame o déjame ir al baño….
Facturar las maletas, despegar y la recoger las maletas…
Sé que es muy fácil evitar la primera crisis, que solo hay que comprar un “pesa maletas” y ya, pero yo, aunque me pese con ellas en la báscula de casa, me muero de nervios cada vez que tengo que subir una maleta al mostrador de facturación y que pese más de 23 kilos justos.
No puedo evitar llenar las maletas hasta los topes y cuando llego delante del hombre de la compañía de turno… Me muero…Espero a que se estabilice la balanza y cuando veo (como ésta vez) que mis maletas pesan 22.8 y 22.6 me relajo y respiro hondo y entro a la acción de intentar echarle cara… (Siempre pregunto si quieren subirme a primera, o si pueden ponerme sola para ir mas cómoda, aunque vaya a Santiago de Compostela, a mi me gusta sentirme como Letizia Ortiz en cualquier sitio, así que por si cuela yo siempre lo pregunto…)
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Aterrizar ya me da un poco igual… Debe ser fácil… (supongo)
Y el último retortijón, el que más dura… es esperando a que salgan mis maletas por la cinta transportadora… esperar a que salgan intactas y no se hayan perdido o me las hayan roto…
No hay sensación más placentera que la de ver acercarse tu maleta como si fuera un plato de shushi en un chino barato de cinta… brillante, perfecta, intacta, cerrada, tuya…. Es lo máximo…
Pues bien, este vuelo ha sido diferente… Por primera vez me he enfrentado yo sola a un vuelo transoceánico sin el back up de que si me pesan las maletas alguien se pueda quedar con algo de dentro de las mismas…
Llegué sola al aeropuerto muy prontito (05.45 am) y en la misma cola de facturación me encontré con los padres de mi amigo Jon que venían 15 días de visita a Bogotá y estuvimos de charleta (me ayudó a relajarme un poco…) hablando de lo afortunados que somos de tener una colonia española tan divertida…
Facturaron ellos, nos despedimos y llegó mi turno…
Tuve suerte, a pesar de llevar 900 gramos de jamón, dos paquetes de chorizo, 2 de lomo, dos de salchichón, 2 botellas de aguardiente para hacer queimada, 2 botellas de vino blanco, 6 botes de tomate frito Orlando, 3 de pipas, 2 de chuches, taquitos de jamín, un móvil BQ, unos cuadernos guarda oraciones (hasta aquí todo encargos) y todo mi armario dentro, mis maletas pesaron lo reglamentario…
Como no había dormido nada, nada más subir al avión y por segunda vez en mi vida, me dormí y me desperté en el aire, me ahorré una crisis…
Pero el problema fue al llegar a Bogotá… Esperé a los padres de Jon en la puerta del avión para hacer todo el proceso de papeleo y maletas con ellos, por ayudarles.
Vitoria no tiene mucho que ver con Bogotá así que pensé que alguien amigo que pudiera echar una mano , era lo mínimo que podía hacer por los padres de un amigo.
Esperamos la cola de inmigración juntos, les dejé mi teléfono para que llamaran a Jon para avisarle que ya estábamos (me acabaron el saldo) y nos acercamos a la cinta de las maletas…
Pronto aparecieron las suyas, samsonites con un pañuelo muy femenino atado para diferenciarlas… Su madre (que en ningún momento he sabido cómo se llama ya que se presentó diciendo que era la madre de Jon Ander…) me contó que una de sus tres maletas era todo de su hijo, que le había encargado jamón, chorizo, pipas… (toooma!! Ración doble para todo el mes…) y mientras hablaba yo pensaba…”las mías nada, que no salen…”
Como llevaban sin ver a su hijo siete meses, les dije que no me esperaran, que salieran que yo tenía al conductor esperando… Después de insistir un poco decidieron dejarme allí, frente a la cinta transportadora…
Una vez sola, mi maleta morada salió a los 3 minutos, tan brillante, tan bonita, tan mía… La ración de chorizo ya estaba en mis manos… Pero la azul de Carrefour… No salía…
Empecé a ponerme en lo peor, hice memoria para saber dónde estaban las braguitas, el abrigo para ir a trabajar, el bañador… ¡Todo estaba en la maleta que faltaba!
Continué resoplando, balanceándome sobre una pierna para estirar las rodillas y sacar ansiedad, me moví hasta la boca de donde sale mi maleta, la esperé... me conecté al wifi del aeropuerto…
Fue en ese momento cuando apareció , tan azul, tan resultona a pesar de lo barata que había sido, con su etiquetita de colores, tan cuqui, tan…
¡¡¡¡ROTA!!!!!!
Le faltaba un trozo enorme, toda una esquina que debió desaparecer cuando se llevaron la rueda izquierda, se veía el forro interior que estaba a punto de romperse y desperdigar litros y litros de alcohol casero ourensano y tomate frito orlando…
En ese momento y gracias al wifi gratis del aeropuerto de Bogotá, Jon me escribió que me esperaba que su madre se había empeñado en que no me quedara sola… le avisé se me había roto la maleta y que mi conductor, Jackson (el del coche blindado verde) me estaba esperando que ya me había escrito varios whatsapps diciéndome que andaba ya por ahí... que por favor que se fueran…
Tras 11 horas de vuelo, dos crisis aeronáuticas, un sentimiento de miserabilidad total y 22.9 kilos sin ruedas …me dirigí arrastrándome hasta el mostrador de AVIANCA…
Allí me tuvieron 20 minutos esperando hasta que me atendieron (a todo esto mi Jackson no paraba de preguntar cuanto me quedaba…) le pedí al señor de Avianca que me dejara sentarme en la silla de su compañero, dentro del mostrador, entré , me senté a su lado y una vez allí, el señor evaluó el destrozo…
Debía ser que era poco evidente lo inútil que se había quedado mi equipaje, que tuvimos que esperar otros 10 minutos a que viniera su encargado para que valorara que en efecto, mi maleta azul , tenía un boquete de unos 20 cm por el la asomaba la ropa y que además no tenía una rueda, es decir, era una maleta inservible…
Fue en ese momento, 40 minutos después de que llegara al mostrador, cuando me dejó rellenar el interminable documento de reclamación para que me pagaran una maleta nueva.
Jackson me volvió a escribir para decirme que debía irse, que en 15 minutos llegaba su hijo para llevarme al hotel, que iba en su Renault verde y que me esperaba donde siempre….
Rellené las tres hojas; marca de la maleta Carrefour, color, material, motivo de mi viaje, dirección en España, dirección en Colombia, número de pasaporte, persona de contacto en caso de emergencia (¿?), número de reserva de vuelo, número de tiket de vuelo, número de pasajero frecuente, número de vuelo, número de equipaje… Os juro que yo no sabía que en una tarjeta de embarque había tantos datos hasta el jueves pasado…. Les faltó preguntarme número de pie y color favorito…
Yo, concentrada, cansada y renegada lo escribí todo con letra clara (para evitar problemas) y se lo di al señorito…
Cuando se lo entregué , sacó otro documento, este ya de color verde y copió todo lo que yo había puesto en ese papel muy concentrado… (otros 15 minutos de espera)…levantó la cabeza y me dijo con tono funcionarial… “¿Valor de la maleta? “ , tonta de mi y fruto del cansancio le dije, que pusiera que había costado unos 60 euros… (cifra que tuve que convertir a dólares porque no admiten cantidades en euros..) me dio una copia del documento sobre mi vida y me dijo, ahora debe usted subir al mostrador de Avianca en la planta dos, rellenar una instancia y reclamarles a ellos los 67 dólares con este papel…
Casi me pongo a llorar ahí mismo… Quería irme a dormir, estaba cansada, llevaba una hora ahí sentada, más las 11 de vuelo y me negaba a esperar más y seguir siendo partícipe de la burocracia colombiana…
Me dijo que si lo prefería, podría venir otro día y sin pensarlo dos veces cogí mi papel y me largué como pude de allí…
Al salir a la terminal, arrastrando mi maleta, empujando la otra y cargando mi macuto, mi ordenador y mi bolso, en medio de pancartas de hoteles, de ramos de flores y niños pequeños encontrándose con sus familiares, estaban Jon y sus padres esperándome , “Mi ama que no quería dejarte sola” me dijo Jon mientras me quitaba las maletas de las manos… Les pedí que se marcharan, que mi conductor no debía estar muy lejos…
El padre de Jon y Jon me cargaron las maletas hasta la esquinita donde suelo esperar a Jackson y preocupados me dejaron allí…
Sin saldo, sin pesos colombianos y sin wifi porque estaba fuera del aeropuerto…
Pero yo no fui consciente de la incomunicación hasta que no pasaron 40 minutos y el hijo de Jackson no había dado señales…
Habían pasado 3 horas y media desde que me había bajado del avión y aún estaba ahí sentada encima de mi maleta azul, cansadísima, con ganas de llorar y frío, otra vez en el maldito frío…
A los 50 minutos reaccioné, estaba en el país en el “que sí que sí y luego no”, el hijo de Jackson no iba a venir… Tenía que ponerme en marcha…
A lo lejos, divisé un carrito vacío que alguien que había pagado por él, había abandonado tras cargar sus maletas en su coche… Salí corriendo a por él cometiendo la imprudencia de dejar mis maletas solas, lo cogí, volví corriendo , cargué todo y me fui de nuevo para dentro a cambiar los 50 euros que llevaba en la cartera en la casa de cambio del segundo piso del aeropuerto…
Me dieron un cambio de mierda pero no me importó, bajé de nuevo, esperé 20 minutos la cola del taxi, me subí y dije las palabras mágicas “sesenta y ocho con cuarta, Nico apartasuits por favor”, no hablé con el taxista ni una palabra, tenía tanta rabia y cansancio que me limité a ver cómo llovía por la ventana...
Cuando estábamos cerca, en medio del atasco habitual de la 63, escuchamos un ruido muy fuerte, algo como un trueno, pero de lo cansada que estaba ni me di cuenta de lo que era…
Cuando el Taxi paró en la puerta del Nico, despejó de repente, y en la acera soleada, sonrientes, estaban Farhin y Joana esperándome, en la puerta de mi pseudohogar colombiano, tan amables y serviciales como siempre… “ Señora Cristina le hemos echado de menos” me dijo Joana mientras me abrazaba…
Se me empezaron a caer de los ojos, dos lagrimones silenciosos, de esos que no avisan y son imposibles de controlar… Joana debió flipar, pero yo estaba tan cansada y tan enfadada que al llegar a una cara amiga, me derrumbé…
Farhin me subió las maletas, me dijo que no tirara la rota, que a él le servía seguro y cuando se despedía, sonriendo me dijo, “¿Sabe? , nos encanta que de nuevo esté aquí, aunque vuelva a estar sin su esposo y eso le apene…”
Le di las gracias y cuando cerró la puerta, me conecté al wifi del hotel y me di cuenta de que tenía 7 llamadas perdidas de whatsapp de esas que solo llegan si tienes datos del hijo de Jackson, un watsap de Jon preocupado porque no le había avisado de que había llegado a casa y un whatsap de Pablo que me decía “ Me voy a dormir ya, animo pequeñita”.
A la media hora llegaron Patri y Jorge con unas cervezas, una cocacola ligth y pan bimbo… Se rieron de mi historia y de mi… volvía a estar por aquí, viviendo una oportunidad laboral inigualable, con mis dos maletas llenas, 900 gramos de jamón y 2 botellas para hacer queimada… ¿Cuál era el problema?
Entre risas y anécdotas, nos acabamos un paquete de salchichón y medio de jamón…
En cuanto salieron por la puerta me tumbé en la cama con una sensación rara en el estómago, sabiendo que de nuevo tocaba luchar y reclamarlo todo, que de nuevo estaba en Bogotá…
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