El día que dejé a Pablo en el
aeropuerto, como era fin de semana y era puente… Me fui de nuevo a Santa Marta,
no quería quedarme solita en casa y menos si había un día más de descanso.
Mis amigos de siempre (Moni,
Diana, Jonan, Jorge…) estaban en Santo Domingo, con una oferta de Avianca, así
que me fui con Haizea y Lucía (Vasca y Alicantina muy sipáticas) a plan “vuelta y vuelta”
para descansar y ponernos morenas.
Lucía, que lleva dos años en
Colombia, nos dijo que teníamos que ir a Playa “Cinto”, que le habían dicho que
era muy bonita rollo caribe.
Así que Haizea y yo no lo dudamos y el segundo día de estar allí, madrugamos,
compramos pan bimbo, agua y jamón york, cogimos un taxi para que nos llevara a Taganga
y una vez allí regateamos con la coopertativa de “lancheros” para que uno de
ellos nos llevara y pasara todo el día con nosotras en Cinto.
Cinto, es una playa que no entra
en la cabeza del colombiano medio…
El colombiano de a pie va a la playa con
toda la familia, la familia del vecino y la familia del vecino de más allá.
Se
bañan con camiseta de tirantes, se bebe cientos de cervezas, se ríe y habla a gritos, se lleva un
transistor con reguetón para animar el ambiente, lo de limpiar su basura… no lo
lleva muy bien, y se hace selfies tooodo el rato a lo Ana Obregón en su
presentación de verano.
Así que cuando llegamos a
Taganga, nos costó bastante convencer al lanchero de que sólo queríamos ir a
Playa Cinto… Sin parar a comer en los chiringuitos de Taganga, ni los de Playa
Cristal ni ninguna otra, solo queríamos playa Cinto a no ver a nadie...
David tendría como diez años, y
ayudaba a su padre a tirar el ancla, levantarla, y avisarle si había rocas
cuando íbamos muy rápido en la lancha para no chocarnos con ellas. El tío aguantaba el
equilibrio en la barca como si tuviera ventosas en los pies y se movía de un
lado dando brincos como en el salón de su casa.
Las lanchas de la costa caribe
colombiana, van con gasoil venezolano, que es de contrabando y por lo tanto es
más barato, y según ellos es más “explosivo”.
Boing, (ola) boing (ola) , boing
(ola), a veces volábamos tanto que el motor se paraba en el aire porque no tocábamos
el agua… fuimos rapidísimo… y a nuestro lado, de vez en cuando, como echando carreras
a “La Niña Paula” saltaban peces voladores azules y amarillos acompañándonos en
nuestros saltos de ola en ola… ¡Era precioso!
El caso, es que a los 40 minutos
de botes, llegamos a playa Cinto…
Playa Cinto es tal y como os la
imagináis… Un kilómetro de golfo de arena blanca con palmeras, algún manglar
que otro, vegetación verde adentrándose en el mar calmado y cristalino en
algunas zonas y el más absoluto silencio…
La playa era única y
exclusivamente para nosotras, el lanchero, su hijo y su mujer.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCTCkdx61unDGsvOTtKUaDugRwGe7Cveb2lbWdzvD0ax1-QCA_0QJidNCV2MzyKvyQc6Z_GxY3yetUUyA6mxMBs2m3zIvRnwkmliuwF_7sm3DAAycRFfx12bWhMKGI5tzgDdmvL7hhX1BS/s320/IMG_20160509_105620.jpg)
Cuando llevábamos 3 minutos en el
agua, de repente Lucía sacó la cabeza del agua y señalando a la playa gritó,
¡Mirar no estamos solas!
De los árboles aparecieron dos
animalillos a cuatro patas andando ligeros y divertidos hacia nuestras cosas.
Eran
un perro negro delgadito de esos que mueven el rabo y se les mueve todo el
culete y ¿A qué no sabéis qué? ¡Un cerdo-jabalí rarísimo!
Los dos iban juntos, eran
claramente muy amigos, de vez en cuando se mordían las patas, salían corriendo
uno detrás de otro, se rebozaban en la arena, excavaban en la arena para
refrescarse, saltaban (bueno, saltaba el perro, porque el cerdito tenía las
patas cortas y era gordote y no podía) … pero todo eso acercándose hacia
nosotras… ¡Eran los reyes de Cinto y venían a saludarnos!
Increíble, en el medio de la
nada, en una playa donde para llegar debes caminar horas y horas o bien ir en
lancha, un perro y un jabalí, venían a saludarnos como si fuéramos sus
invitadas…
Al ver que no salíamos del agua a
saludar, el perro y el jabalí se fueron a saludar al lanchero y su familia. A
David (el hijo del lanchero) se le iluminaron los ojos cuando vio que el perro
le daba saltitos para jugar ¡En la playa desierta había encontrado un amigo! y se puso a correr con el perro de un lado a otro
sin hacer demasiado caso al jabalí…
Así que el jabalí aburrido, al ver que su compañero estaba con el niño, se
fue andando hacia nuestras toallas… y claro, nosotras tuvimos que salir a
saludar.
El jabalí, sorprendentemente, en
vez de huir al vernos como locas saliendo a por los móviles para hacerle una
foto, vino a saludarnos y nos pidió que le acariciáramos juntándonos el lomo
con unos pelos gordotes a nuestras piernas…
El tío claramente sabía lo que eran
los humanos y sabía que a las turistas nos iba a hacer mucha gracia tenerle
cerca.
Fue en ese momento, mirando hacia
la selva frondosa, con un cerdo tumbado al lado de mi toalla plácidamente pidiendo mimitos, cuando me di cuenta, que tal vez, muy cerca o
muy lejos, habría una tribu de indios Koguis viviendo entre las palmeras,
árboles y lianas que cerraban a nosotras
desde la playa no nos dejaban ver las montañas del Parque Nacional de Santa
Marta… y el perro y el jabalí eran sus mascotas...
A lo mejor, habría algún indio alucinando mirándonos entre los arboles sin que nosotras lo
supiéramos, el caso es que el perro y el jabalí, dejando el anonimato de sus dueños a un lado, estaban encantados con la visita de unas turistas , un lanchero y su familia.
A los diez minutos de hacerles
fotos y demás, el perro y el jabalí ya no eran novedad, así que nos tiramos en
la toalla y al estar tan cansadas de tanto “bote en el bote” nos quedamos
dormidas en el sol y sombra de una palmera…
No se cuánto tiempo pasó mientras
dormíamos, quizás media hora, quizás más… el caso es que de repente, entre
sueños, escuché ruidos de cerdo (como oing oing) mezclado con ruidos de
plástico y me desperté…
Miré el hueco enorme que el
cerdito había hecho delante de las toallas para dormir la siesta y allí no
estaba el cerdito… Así que miré para detrás, hacia el árbol donde habíamos
colgado nuestra mochila y nuestra bolsa de la comida y….
Allí estaba él, con la bolsa de
la comida destrozada degustando un fabuloso pan bimbo con plástico en el que
sale James Rodriguez patrocinando el producto encantado…
Me levanté de un brinco, corrí
hacia él para asustarle y alejarle de nuestra comida pero ni se inmutó, le
empujé por detrás, le di un chanclazo flojito, intenté tirar de lo poco que
quedaba del jamón york… pero el tío estaba encantado…
Comiéndose toda la comida
que habíamos llevado para pasar el día en la playa en la que no había nada más
que arena, palmeras y mar.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfr_iLUBt5lyPq70CwxnZ-XEe1HT5WAMj0CNxb_PkWsNoHswZNNa-PCkcGf-2I3OURAf1xQfzbhCozDtKasySDzekA31wl8IjTcoFmfO2v7Tr8BN4BX-X067tcVVsU-iGzM6QaCaLRIfMj/s320/IMG_20160509_114511.jpg)
El tío solo nos dejó dos
manzanas, dos manzanas intactas, para comer durante todo el día.
Dos manzanas para tres… Y mucho
agua, eso si…
A las 13.30, empezó a entrarnos
el hambre, y a las 14.30, muy a nuestro pesar, mientras nuestras tripas sonaban
y retumbaban confundiéndose con una tormenta que se acercaba lentamente hacia
nosotras, estábamos diciéndole al lanchero que si nos llevaba a Playa Cristal
(donde estaba medio Colombia) para comer algo y empezar el camino de vuelta…
A los veinte minutos ya estábamos
en una esquinita de una playa plagada de
gente, a ritmo de reagueton, con un
ceviche de camarón (yo no porque estaba malita de la tripa y me dejaron tomarme
una de las dos manzanas) , una cerveza Águila en la mano de cada una de mis
compañeras, negándonos a masajes,
pulseras y otros enseres que nos ofrecían vendedores ambulantes que sorteaban a
niños y señoras haciéndose fotos en la orilla de playa Cristal…
No tardó en empezar a llover…
primero gotitas y luego chaparrón, así que rápidamente David vino a buscarnos y
sin pensárnoslo dos veces nos volvimos a subir a “La Niña Paula” camino a la verdadera
pseudo-civilización.
PD: Dedicado a mis sobris y primos que entenderán a la perfección lo fantástico que es encontrarse un jabalí en una playa de piratas, indios y náufragos
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