lunes, 21 de noviembre de 2016

Desayunos

Antes de comenzar mi relato, deben ustedes recordar que desde que mi madre me deja ,yo no desayuno nunca. Soy más de cenas contundentes y aguantar hasta el bocata de media mañana.

A mi me está dando pena Pablo éstos días.

Sabía que iba a pasarme, pero la verdad es que, no puedo evitarlo, me da pena.
El tan ingeniero, tan acostumbrado a los números, a los exceles, a que los cálculos funcionen…

Y ahora claro, aquí…

Al pobre le sorprende eso de que tengas que encontrar tú la solución, de que las cosas no funcionen a la primera, de que quien te atienda no sea la persona màs competente del planeta… Pero lo que peor ha llevado mi Pablo, es el tema desayuno.

Hombre precavido, sabiendo que los colombianos hacen un café diferente al nuestro, Pablo se trajo su Nesspreso en la maleta. Se quitó de traerse más ropa, traerme tomate frito Orlando para poder albergar en sus 45 kilos permitidos, una Nesspreso.

La envolvió entre camisetas, calcetines y demás y nada más llegar a su nueva casa, la puso en la cocina para sentirse como en María de Guzmán y tomar un cafecito antes de salir a su nueva oficina.

Ese mismo día me crucé la ciudad hasta la tienda de Nesspreso y compré 5 cajas de cápsulas de los colores que yo recordaba que tenía en casa y al día siguiente, como el primer día de cole, nerviosos por empezar, nada más despertarnos Pablo salió raudo y feliz de la cama hacia su Nesspreso.

Le puso agua embotellada, cápsula, la enchufó y… eso no se encendió.

Probó en otro enchufe y lo mismo…

El pobre, con una desilusión tremenda, usó la cafetera que venía con el piso y se hizo un café colombiano que es más agua oscura que café. “Un tintito” le llaman.

Así que el primer sábado que llegó, a las 10.00 de la mañana, como un clavo ,estábamos en la puerta de la tienda  de Nesspreso  para preguntar qué había pasado.

Nos explicaron que era normal, que las corrientes aquí son más suaves y que las nesspresos europeas no funcionan  porque no les da la energía.

Pablo hizo de tripas corazón y aprovechándose del cambio del euro al peso, de los precios locales y de una super oferta, se compró otra para que sus desayunos funcionaran.

Pero claro, otra cosa que yo no tenía antes de que él llegara, además de café, era tostadora.

Así que ayer, nos recorrimos medio país donde no se desayunan tostadas sino arepas, para conseguir una tostadora de pan que Pablo denominó “ De esas de toda la vida”.

Primero fuimos a “Pepe Ganga” que es un sitio que tiene muebles, pequeños electrodomésticos, jueguetes…

Allí, tras preguntarle a cuatro dependientes por fin encontramos unas tostadoras que costaban como 100 euros muy peripuestas ellas.

Al ver nuestra cara, la cuarta dependienta que nos llevó hasta ellas, entendió que aunque fuéramos gringos, no íbamos a pagar 280.000 pesos por una tostadora “de esas de toda la vida”,   así que nos llevó a otra dependienta que nos enseñó otras tostadoras más baratitas que estaban de oferta.

Eran como 25 euros, pero como aquí se desayunan arepas y no tostadas, se trata de un electrodoméstico importado, y eso tiene un precio.

Pagamos la tostadora,  pero conscientes de que no hay que fiarse de nadie ni de nada, le pedimos a la señorita de la puerta que nos dejara probarla.

La desenvolvimos con cuidado y la enchufamos en un mostrador entre las luces de navidad y las muñecas  psicodélicas que según parece serán el regalo estrella estas Navidades.

La señorita que nos ayudó, intentó accionar el aparatito, pero al no tener ni idea de cómo se utiliza una tostadora “ De esas de toda la vida”,  le pidió a Pablo ayuda y él, con resignación,  accionó la tostadora con fuerza.

A los pocos segundos, el electrodoméstico recién comprado empezó a echar un humazo y a oler a plástico quemado de una manera completamente anormal.

La señorita, sonriendo nos aseguraba que era habitual, que las tostadoras siempre se queman al principio. Pero Pablo, consciente de que eso iba provocar un incendio, le pidió amablemente si podría probar otra de las de oferta para poder llevarse una que funcionara.

La señorita le pidió a un compañero que fuera a por otra, y sin dejar de sonreir, esperó a que le trajeran otra en las mismas condiciones. La sacó, la enchufó, le pidió a Pablo que la accionara y… Otra vez comenzó a derretirse por dentro.
Pablo, completamente fuera de sus casillas, le pidió a la señorita que le devolvieran el dinero, pero lo que Pablo no sabe en Colombia no te devuelven el dinero,  así que la señorita le dijo que eso era imposible.

Consciente de la fuerza de la frase de “Quiero hablar con el encargado” y conteniendo su rabia que le hacía ya resoplar, le pidió a la señorita,  que llamara al encargado.

Como la señora no podía alejarse de las tostadoras por si nosotros éramos unos gringos ladrones que al mayor descuido nos llevaríamos las tostadoras achicharradas que según ella funcionaban, llamó a un compañero que llamó a otro y que llamó a otro que trajo al encargado, que tras escuchar nuestro acento y nuestra justificación, le hizo sin problema una devolución a Pablo.

Pablo el pobre estaba desquiciado, salimos del “Pepe Ganga” y con el objetivo de saciar su sed de tostadoras, me acordé que en el Jumbo, (el Carrefour de aquí) yo había visto hacía unos meses tostadoras.

Así que cogimos un taxi, cruzamos 69 calles y nos plantamos en el Jumbo a una hora de cerrar.
Preguntamos a una señorita por las “Tostadoras de toda la vida” y nos llevó a las planchas para hacer sanwiches, luego preguntamos a otra que nos dijo que no manejaban tostadoras, a otra que nos llevó al otro lado del Jumbo y al final reconoció que no sabía dónde estaban  y luego a otra, que nos aseguró que si que había y nos volvió a llevar al estante de las sanwicheras.

Así que frente a esa estantería, viendo como Pablo se cubría la cara con las manos con gran desespero, sólo se me ocurrió abrazarle y decirle que a mí no me importaba que hiciera tostadas en la sartén.

Nos dio la risa, abrazados en medio del Jumbo detrás de una puta tostadora.

Hoy ha desayunado galletas, se las ha terminado, no se qué pasará mañana… No quiero tocar el tema.

Al pobre le está tocando luchar con todo.

Esta mañana, mientras cerraba unas cosas en mi trabajo, he recibido una llamada suya. Me ha contado que ha ido al banco que ya había solucionado lo de su cuenta, que ya tenía cuenta en Bancolombia.

A mí me ha parecido rarísimo, porque nadie lo consigue a la primera, pero me he alegrado muchísimo y le he dado la enhorabuena.

Por la tarde, a las seis o así me ha vuelto a llamar. Me ha dicho que su móvil debía de estar mal, porque los del banco le habían
dicho que en media hora le mandaban un sms de activación y que habían pasado 4 horas y nada.
No se lo he dicho en ese momento, estoy esperando a que vuelva a casa. Pero nunca le mandarán el mensaje.

Mañana habiendo desayunado un café con pan Bimbo sin tostar ,tendrá que volver a Bancolombia y volver a perder otras dos horas,  luchar con la misma tía que  hoy le ha prometido que estaba todo activado y que se hará la loca diciendo que durante la jornada de hoy  “El sistema se había caído”.



PD: Sepan ustedes saber que Pablo no está de acuerdo con mi versión (visión) de los hechos. Es más, está un poco molesto...

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