lunes, 9 de febrero de 2015

La pitaya y otros placeres culinarios.

Como buena gallega, siempre he pensado que para conocer algo, hay que hacerlo con el estómago… Si es a alguien, invitarle a comer y si es un lugar, comer lo de allí.

Me fío de la gente a la que le gusta comer puesto que son personas que disfrutan de las cosas naturales,  son sensible a los sabores mediante los sentidos y están abiertos a nuevas experiencias . Considero que la comida une, refuerza y se convierte la mayoría de las veces,  en un acto social que demuestra muchos sentimientos. Es una “afición o manía” que comparto con Pablo y creo que cuando vamos a cualquier sitio al sentamos frente a una mesa con comida nueva a experimentar,  nos unimos más el uno al otro.

Estoy segura de que las mejores decisiones empresariales, políticas, amorosas o familiares… que han cambiado el curso de la historia, se han hecho con un plato exquisito recién acabado… Bueno y con un buen vino español seguro… (porque aquí no hay vino bueno y el que hay es carísimo).

Pues bien, como mi objetivo es conocer todo sobre Colombia, que mejor que comer lo de aquí.

Intento comer en sitios típicos todos los días y cuando me ofrecen algo nuevo, lo elijo sin dudar.

Corrientazo de lujo
La comida colombiana, no es para tirar cohetes, y como la de todo Centroamérica, siempre está acompañada de arroz y frijoles.  Si pides sopita, la acompañan con arroz y frijoles, si te da por probar el plátano frito va con arroz frijoles y aguacate… Todas las cartas tienen un arrocito y unos frijoles por alguna parte, hasta el WOK de la esquina de la calle de debajo de la oficina, tiene arroz con aguacate y ensalada de frijoles. 

Todos los menús del día (Aquí llamados “corrientazos”) llevan más o menos lo mismo: Una sopa de algo con casquería (sopa de lentejas, sopa de arroz, sopa de frijoles, de papas con carne…ajiaco que es sopa de maíz papas y pollo, mondongo que lleva orella y rabo...) y un plato fuerte acompañado de arroz con aguacate y/o frijoles. Se puede comer en restaurantes caseros donde hay una gran pota a la vista del cliente donde se cocina la sopa y demás  y los vasos suelen ser de plástico, o puedes optar por el corrientazo bueno bueno, que  es el que te venden los puestos ambulantes, que se multiplican como chinches por las aceras de doce a dos de la tarde.  Lo sirven hombres, lo cocinan sus esposas en casa.

Y es bueno no  por la calidad, sino por “la experiencia”. Te lo ofrecen, con muchísima alegría mientras te dicen “A la orden señora”. Lo hacen con rapidez , pero con elegancia, sin que se derrame nada, sonriendo y moviéndose de un lado a otro calculando raciones y disfrutando con el momento de poder dar de comer a alguien. Es baratísimo (un euro y medio o dos)  y se come con tenerdor de plástico y en tupper de poliespan en cualquier lado. No suelo comerlo por los efectos secundarios (es fuertote) , pero es toda una experiencia maravillosa…  Bajo una sombrilla de colorines, un carro de la compra con tres cajas de poliespan, la primera  llena de sopa del día y luego en las otras dos cajas el segundo a elegir: Carne o pollo.

Y digo yo….¿El pollo no es carne? Pues no… El pollo es pollo y la carne es ternera. Ni se te ocurra decir carne de pollo, ni ternerita, ni nada por el estilo. Carne o pollo… Total que está que te cagas…

Intento cenar casa pero a medio día es casi imposible escaparme , aunque cuando puedo, subo a comer al apartahotel algo sanote.

El primer día que llegué , dejé mis cosas en el hotel y me fui al supermercado más cercano, EL CARULLA.
El Carulla se ha convertido en mi gran aliado, no solo por los productos que ofrece sino porque es una fuente de historias para contaros… Allí se habla de mises, del tráfico, de recetas…

Los colombianos cuando no van andando por la calle (es decir, cuando se sienten seguros) hablan contigo muchísimo, te cuentan, te bendicen con asiduidad, te preguntan, te aconsejan y lo mejor de todo es que lo hacen con interés y luego se acuerdan de ti…. así que de los pasillos del Carulla, sacas ideas de todas las empleadas y señoras para probar productos nuevos y truquitos de cocina autóctonos.

Total, que tras un mes ya en este país , puedo contaros esta anécdota…Lo he superado...

El primer día como os contaba, fui al Carulla, compré cosas básicas (leche, arroz, neskuick, cocacolas, pan bimbo…) y cuando llegué a la zona de frutas y verduras… ¡¡ALUCINÉ!! ¡Qué verdes! ¡Qué amarillos, rojos y rosas más bonitos! Frutas rarísimas que en la vida había visto. Frutas con nombre de primo pequeño “Lulo” (a mi primo de Ourense le llamamos así) plátanos de todos los colores y tamaños , mangos dulces y salados… ¡¡De todo!!
Y allí, en el fondo.... allí estaba ese montón tan bonito, el montón de “Pitayas” .

La Pitaya es una fruta amarilla o rosa como con forma de flor carnívora del supermario bros que te dice “cómeme” desde lejos, tuve que comprar una, claramente.

La siguiente semana, vino el coordinador de Internacional de mi empresa, hicimos mil reuniones, de un lado para otro, conocí a un montón de gente, contactos, estresses…

El tercer día con éste señor aquí, antes de la reunión con el abogado para trazar la estrategia a seguir, me dio tiempo a ir a comer a casa. Jugaba el Madrid y el Atlético en Copa del Rey así que aproveché. Comí ensaladita y de postre pitalla. Por dentro no es tan bonita, era blanca grisácea con muchas pepitas negras, pero estaba buena. Me lavé los dientes y fui a la ofi donde me esperaban la Jefa de EFE Colombia, el Coordinador de Internacional de Secuoya, el Director del despacho de abogados, la secretaria de administración y mi compañero Elkin.

Pasaron 15 minutos de reunión y empezó la acción…

Primero, mientras comentábamos lo difícil que sería montar una empresa SAS adaptada a la normativa contable internacional, noté como si mi tripa comenzara a centrifugar, de eso que notas líquido gástrico bailando reguetón o merengue en tu estómago..., Posteriormente, cuando le comentaba al abogado el tipo de actividad que se realizaba en España contándo con autónomos y contratos de colaboración, nacieron las  ganas de ir al baño.
Se fueron incrementando a medida que explicaba los tipos de colaboración y procesos de administración que debíamos hacer a la hora de pedir servicios…
Los sudores fríos llegaron cuando el abogado respondía que no podríamos hacer cesiones de equipos dada la complejidad legal de la propiedad en Colombia…yo asentía con la cabeza pero no podía concentrarme en nada... No se qué coño dijo...
Y cuando le tocó el turno a mi jefazo para hablar de la parte financiera… llegó el ruido…truenos estomacales que eran imposibles de disimular… Educadamente tuve que pedir disculpas e ir al baño… Lo hice despacio, para disimular pero mi cabeza solo me decía "corre corre correeeee"....

Solo diré que la pitaya es ¡¡MORTAL!! Que no he visto algo así en mi vida, fulminante, desintegración total… casi me cuelo por el retrete…FATAL…

Volví a los 10 minutos,  la reunión continuaba… Aguanté de manera digna la hora siguiente apuntando con la mano temblorosa, sin demasiada fuerza, todos los datos que pude… La reunión se cerró quedando para cenar… Casi me muero, cuando mi jefe tuvo la magnífica idea de reforzar el vínculo uniéndonos alrededor de una mesa…Fuimos a un italiano (lo sugerí yo por miedo a que eligieran algo local con sopas de casquería o legumbres, o un mexicano buenísimo que hay cerca del hotel)…nada de jugos de frutas, nada de lactosa… Pizza, al baño y a la cama.

Semanas más tarde, le comenté a mi compañero qué cosas había probado ya de la comida colombiana y cuando salió la pitaya, puso cara de susto y me dijo: ¿Mordiste las pepitas?.

Si, mordí las pepitas.

Las pepitas de la pitaya son laxante asegurado. Lo tomaban los chamanes para purgarse de malas energías y se le daba a las embarazadas cuando tenían verdaderos problemas para ir al baño…

En fin… Si la pitaya no ha podido conmigo… no hay comida que se me resista.

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