Cuando viajas en Iberia al otro lado del charco, en turista
como todo hijo de vecino, te dan de comer dos veces:
En primer lugar una comida fuerte (bien cena o comida) que
suele ser pasta o pollo y una hora antes de llegar a tu destino un pequeño
desayuno en el que te ponen un croisant con café o té y unas galletitas…
Si duermes, el tiempo entre comida y comida se pasa rápido,
ni lo notas, pero si no consigues pegar ojo… Solo piensas en que te traigan
algo que consiga distraerte en forma de plato de metal…
Pues bien, como estaba tan nerviosa por veros a todos, a la
ida no dormí nada…
Antes de embarcar fui a un bar a comer algo, pero con los
nervios propios de una histérica como yo, no pude comer demasiado, así que cuando
el avión ya estaba en “velocidad de crucero” (me encanta esa expresión tan
técnica de piloto que se las da de saberlo todo…) solo pensaba en comida de avión…
Primero vino el olorcito de calentar la comida, tan rico, te
recuerda que estás en territorio español… no huele a frijoles, ni pollo frito,
ni ajiaco… huele a comida…. y luego el carrito empujado por las elegantes
azafatas de Iberia que aun huelen a colonia buena, allí a lo lejos, avanzando,
poco a poco, que sientes que nunca llega…
Va acercándose despacito, mientras vas viendo cómo se acaban
las bandejitas y cómo las señoras azafatas con su pelo liso y sus zapatos de
años ochenta van sirviéndoles sonrientes a todos los pasajeros de las filas de
delante mientras repiten la mítica frase
¿Pollo o pasta?
¿Chicken or Pasta?
Y sin querer, en ese
momento…. te entra la duda ¿Quedará algo para cuando llegue a la 37J? (si, lo
se, hay que ser tonta…. Ya se que los tienen justos porque son conscientes de
los pasajeros que llevan, pero a mí siempre me entra la duda…).
Hay un momento en el que calculas y piensas, la próxima vez
que lo paren me toca, pero siempre te quedas corta y tienes que esperar a que
éste te rebase y te sirva la chica de detrás….
Pues bien, el carrito se paró a medio metro y vi como
repartían los menuses a la fila 36 entera,.
Fue en ese momento cuando se paralizó el planeta tierra, cuando
sentí que algo debía haber hecho mal para que me castigaran de ésa manera, fue en
ese momento cuando mi única acción en las próximas 10 horas se convirtió en un
martirio…
Pasta con nata y verduras y Pollo con puré de patatas
mezclado con queso gratinado…
La mayoría de vosotros, estaréis pensando en lo mucho que ha
mejorado Iberia, que dónde quedará esa pasta con pimiento de los 2000 pero yo
solo veía una cosa por todos lados…
¡¡¡¡LACTOSA!!!!
Cada día que pasa de mi vida soy más intolerante y no puedo
permitirme sobredosis de lactosa y menos a 11.000 metros de altura en un avión
repleto en el que comparto retrete con otros 300 más…
Así que tuve que explicarle a la señorita la situación…
consiguió darme un menú “Low Fat” que llevaba una triste verdura cocida… pero
claro, me quedé con un hambre horrible…
A mitad del vuelo tuve que ir a por la azafata a decirle que
me diera algo de pan porque el ruido de mis tripas iba a despertar a todo el
avión… Me hubiera comido una vaca entera.
Me hinché de pan, pero no me importó porque sabía que al
llegar a España, había concurso de tapas…
La señorita azafata, monísima, de Valencia, dos hijos, toda
una vida en Iberia, que había quedado horrorizada con el tráfico y la manera
intensa de llover en Bogotá (todos estos datos los tengo porque me estaba
aburriendo como una ostra y me quedé de charleta… ) me explicó que cuando
comprara vuelos tenía que pedir menú especial, que las bandejitas van contadas
y que el low fat se lo habían quitado a alguien de tripulación… (¿Sería el
piloto? Porque los azafatos no están muy gordos…)
Así que a la vuelta, pedí NO LACTOSA.
Avisé con tiempo a los señores de Iberia, me lo confirmaron en
un mail muy educado diciéndome que su objetivo es hacer de mi vuelo una
experiencia maravillosa…
Me subí encantada, disfruté del momento en el que calientan
la comida, diferenciando olores y esperando la sorpresa que tenían para mí, para
hacer de mi vuelo una experiencia maravillosa, me sirvieron antes que a nadie,
no tuve que esperar los eternos 7 minutos que tarda el carrito en llegar a la
22B porque era comida especial y esos vamos antes…
Ya con mi bandeja en mi asiento, destapé con entusiasmo el tuper de metal
calentito…
¿Y cuál fue mi
sorpresa?
De comida fuerte:
triste verdura cocida (zanahoria, espinaca y tomate entero) acompañada de
pechuga de pollo cocida de esas que se te hace bola aun mezclada con cocacola
ligth…
De postre fruta…
Pero lo peor no es eso…
De desayuno… es que es muy triste… hasta me da apuro
compartirlo… una verdadera tortura…
De desayuno…. ENSALADA (lechuga, tomate y pepino)…
¿Qué he hecho yo para merecerme eso?
Tuve que quejarme y explicarles que el croisant no tiene
lactosa, ni el pollo sin puré de patatas, ni siquiera la galleta integral que
acompañaría la ensalada… ¿Cuál fue la respuesta de la azafata? Pues no lo pidas
sin lactosa hija…
Así que a partir de ahora voy a hacer como me ha enseñado mi
madre y hago con Ryanair, con Alsa y con Renfe: llevar el bocata de casa,
envuelto en papel albal, un bocata de tortilla de patata, o de chorizo, que
huele mejor y así les doy envidia a todos… Pero volver a pasar por esto… ME
NIEGO.