Ecuador es muy parecido a Colombia, pero se nota que ha
crecido más despacito, y las infraestructuras, la organización de las ciudades,
la higiene de las calles y las personas le dan mil vueltas a las de Colombia.
Los colombianos son más nuevos ricos, han crecido de golpe,
tienen mayor industria, contaminación y caos…. éstos son más pobres, se nota
que les falta desarrollo, pero lo básico lo tienen asegurado. Ecuador es más
caro (su moneda oficial es el dólar desde el 2000 después de que el Gobierno no
pudiera controlar la inflación) pero más seguro (hay niños en las calles hasta
las 21.00 sin problemas jugando en las aceras).
Pues bien, este fin de semana Mónica, Jorge y yo hemos
estado en Baños de Agua Santa (en el centro de Ecuador), Quito y el volcán
Cotopaxi.
El volcán Cotopaxi, es un volcán enorme (5.897 metros), a 50
kilómetros de Quito que está considerado como uno de los volcanes más activos
de la actualidad.
Es un volcán como todos nos lo imaginaríamos: puntiagudo,
altísimo, nevado arriba y siempre siempre cubierto de nubes que llenan aun más
de misterio algo tan “mágico” como un volcán tapando y descubriendo diferentes
zonas de la copa del volcán.
A los viajes que vamos, normalmente, nos dividimos las
misiones para ir a los sitios: Uno busca lo que hay que ver, otro los hoteles,
otro cómo moverse… Pues bien, mi misión esta vez fue cómo ir a los sitios…
En el andén de enfrente de la autopista, moviendo la mano
con un mapa del Cotopaxi, la Señorita Paulina y su sombrerito colorado con
plumas, nos esperaban como si supieran a qué hora y de qué forma iban a
aparecer tres turistas españoles con ganas de conocer.
Su “camioneta de doble cabina” (una pickup de toda la vida)
estaba acreditada por el parque, así que tras jugarnos la vida cruzando 10
carriles (5 por sentido) llegamos donde estaba ella para que nos explicara que
solo la comunidad indígena que poblaba las faldas del Cotopaxi podía guiarnos
dentro.
Negociamos una tarifa y nos adentramos en el parque natural.
Paulina, nos iba contando cosas de turistas, que si el 15 de
Agosto del 2015 fue la última expulsó cenizas y azufre, que si sedimentos, que
si la última vez que erupcionó fue en 1877...
Había demasiadas nubes, el volcán solo dejaba ver pocos
metros de nieve, pero no asomaba su cono puntiagudo y altísimo, así que nos
centrábamos en mirar por las ventanas escuchando lo que podía aportarnos la
guía….
Pero a mí lo que más curiosidad me daba, más que tímido
volcán, era ella, una indígena con forro polar verde y naranja, tez lisa y
oscura, ojos rasgados y sombrero de ala estrecha y copa baja rojo adornado por un
lazo de raso, cinco plumas y una flor.
Así que me vi obligada a hacer técnica de abuela Pacucha, que es preguntar sin
preguntar, dar bola y sacar cuantos más datos mejor, pero hablando de cosas
normales en el “idioma” de mi interlocutora…
Al principio la tía no soltaba prenda, pero luego, cuando
descubrimos que teníamos todos la misma edad, se soltó, se sintió cómoda y nos
contó que estaba muy preocupada, porque la gente de su comunidad se estaba
yendo porque el volcán estaba bastante activo, que ahora había problemas en las
asambleas, que ella tenía una niña de tres años, que la dejaba con su madre cuando
enseñaba el volcán y que al día siguiente, iba a montar en avión por primera
vez porque iban a ir las tres (su hija, su madre y ella) a rezar y traer a la
virgen del Cisne, para que les ayudara. Paulina hablaba como a saltitos, pero cuando
hablaba notabas que era una persona con cultura, que había salido de su
comunidad, que estaba segura de sí misma y que era feliz allí, entre rocas,
cenizas y conejitos entre la tundra.
De nuestras conversaciones de mujeres luchadoras, saltábamos
a datos curiosos del volcán, pegando botes en el coche por caminos de rocas
volcánicas, bajando para observar ríos, fangos y demás… volvíamos a subir al
coche, nos soltaba de datos de lava y piedra pómez, volvía a conversaciones de
cierres de escuelas, desplazamientos por cenizas y periodismo en Latinoamérica…
Una auténtica delicia.
Cuando nos dimos cuenta, estábamos en Marte… En una zona sin
vegetación, tan solo unos pequeños arbustos que crecían luchando contra el frío
y el viento…en medio de una gran pradera desnuda. Y entre arbustos y arbusto
piedras desperdigadas.
Grandes, pequeñas, medianas, más oscuras, mas blanquecinas, cubiertas
de líquen blanco, completamente desnudas… Paulina nos contó, que esas piedras habían
sido expulsadas del volcán en la última erupción, pero las que tenían liquen,
podrían ser de la explosión de 1877. En ese momento pensé en mi sobrino Yago,
en lo que le gustaría saber cómo piedras tan grandes (algunas más grandes que
un coche) habían saltado por los aires hasta llegar allí y sin querer, como me
pasa cuando pienso en mis sobrinos, pues lo conté en alto... Todos sonrieron,
pero seguimos haciendo fotos y tocando la extraña naturaleza que nos rodeaba
vigilados por un volcán entre nubes que no dejaba asomar su imensidad…
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhuqfjLTNSg-rwkj1JodzrwHIyoDbFdVvZhCyuLEgCvu37lS8uKQx90xM9UapUHgnGbz7lWJUp7b0eKPxHRaELZvnPPFzadECPTTWue-jw8dnYJK3gne49Es07U5QNGFiRE6RSEUMA4fLjP/s320/13330925_10153727729819366_3982354019779745635_n.jpg)
Nos explicó la vida
de cada una, su peso, su edad y sus funciones mas o menos medicinales en su
comunidad… Al terminar la explicación, cuando
Jorge y Mónica siguieron su camino, Paulina recogió las cuatro piedras y mirándome con una
sonrisa me dijo, son para tu sobrino “Mago”. (En las comunidades indígenas Yago debe sonar
rarísimo). Abrí las manos y sosteniendo las piedras con una sonrisa, no me
digáis porqué, sentí que era el mejor regalo del planeta tierra y me emocioné…
En ese momento de nudito en la garganta y sonrisa de oreja a
orejam Mónica, que como os he contado un par de veces es la mujer más vasca del planeta, pegó un grito de
loca y nos señaló el volcán.
Las nubes dejaron por unos segundos ver el volcanazo que
teníamos enfrente, un triángulo perfecto a cinco mil ochocientos metros, que
desde lo alto parecía amenazarnos con su grandiosidad…
Yo con mis piedras en las manos, sintiendo el viento en la
cara, durante esos cinco segundos, me sentí la tía más orgullosa y feliz del
planeta… No me digáis porqué, pero ahí, plantada como una idiota ese volcán me
hizo dejar de pensar en mil cosas y centrarme en la nada, en el Cotopaxi y en
el regalazo para mi amigo Yago.
Al terminar la jornada, nos despedimos de Paulina encantados
de la vida, y cuando llegamos al hostal con la mochila llena de piedras, el
dueño, nos esperaba preocupado en la misma puerta porque durante la noche había
habido expulsión de vapores y actividad volcánica y no le dio tiempo a avisarnos
antes de que saliéramos y al tardar tanto (recordemos que perdimos casi dos
horas en ir a la estación norte y luego volver) estaba preocupado por nosotros...
Todo el día con Paulina, y la tía no nos había dicho ni mu,
ni siquiera nos había advertido un poquito de la peligrosidad del tema… ¿Sabéis
que os digo? Que me quiten lo bailao! A mi Paulina me flipó y el Cotopaxi
también oye!
No hay comentarios:
Publicar un comentario