Hace más de un mes, Diana (que lleva casi tres años en
Colombia) me propuso irnos éste puente juntas, y tras buscar mil destinos y
encontrar novecientos noventa y nueve lugares que Diana ya conocía, decidimos
ir al Departamento de Nariño, a la ciudad de Pasto a conocer un monasterio y
unos volcanes muy guays.
Nariño, hasta hace un par de años, era considerado “zona
roja”.
Su situación en el mapa, su clima y su geografía (Frontera
con Ecuador y cruzando cordillera Andina) hacían de ésta zona, un área genial
para plantar coca y ser un guerrillero feliz y libre.
Por lo que al igual que Putumayo (Departamento vecino),
Nariño siempre ha sido un lugar donde andarse con ojo…
Pero gracias al alto el fuego de las FARC, mientras que
negocian en Cuba con el ejército, Nariño , ya es considerada una zona tranquila
y apta para el turismo. (Aunque el ELN, el mismo grupo que secuestró a unos
periodistas hace dos semanas siguen por ahí de manera "discreta").
Su capital, Pasto, está conectada con el reto del país y con
Ecuador, por la carretera Panamericana, (que va desde Canadá hasta la puntita
de Chile) que es una vía muy vigilada. De ahí a los destinos que queríamos
llegar, sabíamos que no había problema.
Antes de comprar los billetes, como siempre, pregunté en la
Agencia si tenía que tomar alguna precaución y si era visitable. Todos me dieron el visto bueno, allí mientras esté tranquilo todo iba a ser
fantástico.
Y es que Nariño es fantástico… Son cordilleras y más
cordilleras verdes, llenas de prados que suben, bajan y dejan pastar a sus
vacas y correr agua helada en riachuelos preciosos…
Es como si a Galicia le echaras una poción mágica y
multiplicaras su tamaño por cinco. Es del mismo color verde oscuro, que hace
que respires húmedo y limpio y te hace sentir el Rey del mundo pero en montañas
inmensas que tienes que doblar el cuello para ver la cima...
Pero, como todos sabemos por experiencia galaica, para que
todo esté así de bonito y explotado agrariamente, tiene que haber dos cosas: mal tiempo y
campesinos…
Pues bien, esos dos factores nos han trastocado y bastante
nuestro viaje…
El lunes pasado, empezó el “Paro Agrario” que no es más que
una huelga de campesinos que exigen al Gobierno una de caso y otra de amor.
Se movilizan ahora por varias razones que encubren una razón
muy sencilla; Puede que el Gobierno negocie la paz con los guerrilleros, pero
ellos están cultivando a dos bandas, lo legal y lo ilegal, no por que quieran
sino porque guerrilleros les exigen que jueguen a dos partes, y si los
guerrilleros se van, necesitan saber que lo que venga será seguro y les de
comer…
Es una situación complicada que nadie está queriendo ver,
pero los campesinos están entre dos “Colombias” que se sientan a negociar pero
que no miran en ningún caso por ellos…presionados y desamparados solo les queda
salir a las carreteras a luchar sin miedo a perder nada.
Así que los campesinos no se andan con chiquitas…y cierran
las vías cuando les da la gana con piedras y palos en las manos….
Quien no pite no pasa y quien sea sospechoso de cualquier
cosa que a ellos les parezca, pues tampoco pasa…
Así que cada vez que queríamos ir de Pasto (la ciudad) a
cualquier destino, teníamos que llamar a seguridad de carreteras, contactos y
demás para poder saber qué hacían los campesinos…
El viernes, sabiendo que había “Paro Agrario” contratamos un
pack turístico con seguro a parte para poder ir con alguien de la zona…
Pero el sábado, cuando pasamos por primera vez por la
Panamericana cortada por el paro Agrario… Os juro que casi me cago de miedo…
Tras el Peaje de la Panamericana dirección el Monasterio de
Lajas, a la altura del Pedregal, unos
trescientos hombres y mujeres de tez oscura, mirada vivida (como vidriosa),
rasgos indígenas y vestidos de manera tradicional (con los ponchos colombianos
que se llaman ruanas, alpargatas y sombreros), custodiaban la carretera.
A unos trescientos
metros, sin acercarse demasiado de ellos, cuatro policías, miraban la estampa
de brazos cruzados apoyados en su cuatro por cuatro aparcado en el andén.
Actitud típica de las autoridades colombianas. Somos las
fuerzas del orden pero no nos pensamos meter…
El “organizado caos” de su paro, era custodiado en medio de
su multitud, por algunos hombres, que musculados y también curtidos, iban
controlando lo que pasaba… Metidos entre los campesinos, como espectadores o
simplemente como “quien pasaba por allí”, esos que no eran campesinos… eran los
peligrosos…
Como os decía, para ir a nuestro turístico destino, tocaba
pasar por ahí... así que cuando llegamos con nuestro cuatro por cuatro
brillante y limpito al tumulto agrario, dos ancianos pusieron sus palos delante
del capó, lo que hizo que nuestra guía, parara el coche inmediatamente…
Unos quince hombres acorralaron el coche, sin decir
demasiado, imponiendo más de la cuenta… viejos, jóvenes, un poco menos
jóvenes….
Nuestra conductora, abrió su ventana un poquito y mientras
un chico joven le daba un panfleto de la protesta, otro nos miraban a Diana y a
mi desconcertado por nuestras pintas de “gringas”.
La guía muy hábil y tensa, se quitó las gafas de sol y le
dijo a otro hombre con un tono dulce que se notaba asustado, “Estamos con
ustedes”.
Esa frase, solamente esas tres palabras, activaron un “Mira
la mamasita” que nos tranquilizó a las tres.
Ser mamasita significa, en Nariño y en cualquier
departamento de Colombia, que eres
apreciable y que no te van a hacer nada que no sea bueno.
Así que tras el “Mira la mamasita”, los viejos apartaron sus
palos del capó como dejándonos ir y mientras se apartaban, nos ordenaron que no dejáramos de tocar el
claxon durante los 100 metros que ocupaba la manifestación.
Pasamos muy despacio, muy observadas, en silencio y muertas
de miedo las tres… cien metros interminables que sabíamos que debíamos pasar a
la vuelta…
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