martes, 7 de junio de 2016

Historias de Nariño, Parte I , "Mira la mamasita"

Hace más de un mes, Diana (que lleva casi tres años en Colombia) me propuso irnos éste puente juntas, y tras buscar mil destinos y encontrar novecientos noventa y nueve lugares que Diana ya conocía, decidimos ir al Departamento de Nariño, a la ciudad de Pasto a conocer un monasterio y unos volcanes muy guays.


Nariño, hasta hace un par de años, era considerado “zona roja”.
Su situación en el mapa, su clima y su geografía (Frontera con Ecuador y cruzando cordillera Andina) hacían de ésta zona, un área genial para plantar coca y ser un guerrillero feliz y libre.

Por lo que al igual que Putumayo (Departamento vecino), Nariño siempre ha sido un lugar donde andarse con ojo…

Pero gracias al alto el fuego de las FARC, mientras que negocian en Cuba con el ejército, Nariño , ya es considerada una zona tranquila y apta para el turismo. (Aunque el ELN, el mismo grupo que secuestró a unos periodistas hace dos semanas siguen por ahí de manera "discreta").

Su capital, Pasto, está conectada con el reto del país y con Ecuador, por la carretera Panamericana, (que va desde Canadá hasta la puntita de Chile) que es una vía muy vigilada. De ahí a los destinos que queríamos llegar, sabíamos que no había problema.

Antes de comprar los billetes, como siempre, pregunté en la Agencia si tenía que tomar alguna precaución y si era visitable.  Todos me dieron el visto bueno,  allí mientras esté tranquilo todo iba a ser fantástico.

Y es que Nariño es fantástico… Son cordilleras y más cordilleras verdes, llenas de prados que suben, bajan y dejan pastar a sus vacas y correr agua helada en riachuelos preciosos…

Es como si a Galicia le echaras una poción mágica y multiplicaras su tamaño por cinco. Es del mismo color verde oscuro, que hace que respires húmedo y limpio y te hace sentir el Rey del mundo pero en montañas inmensas que tienes que doblar el cuello para ver la cima...

Pero, como todos sabemos por experiencia galaica, para que todo esté así de bonito y explotado agrariamente,  tiene que haber dos cosas: mal tiempo y campesinos…

Pues bien, esos dos factores nos han trastocado y bastante nuestro viaje…


El lunes pasado, empezó el “Paro Agrario” que no es más que una huelga de campesinos que exigen al Gobierno una de caso y otra de amor.

Se movilizan ahora por varias razones que encubren una razón muy sencilla; Puede que el Gobierno negocie la paz con los guerrilleros, pero ellos están cultivando a dos bandas, lo legal y lo ilegal, no por que quieran sino porque guerrilleros les exigen que jueguen a dos partes, y si los guerrilleros se van, necesitan saber que lo que venga será seguro y les de comer…

Es una situación complicada que nadie está queriendo ver, pero los campesinos están entre dos “Colombias” que se sientan a negociar pero que no miran en ningún caso por ellos…presionados y desamparados solo les queda salir a las carreteras a luchar sin miedo a perder nada.

Así que los campesinos no se andan con chiquitas…y cierran las vías cuando les da la gana con piedras y palos en las manos….

Quien no pite no pasa y quien sea sospechoso de cualquier cosa que a ellos les parezca, pues tampoco pasa…

Así que cada vez que queríamos ir de Pasto (la ciudad) a cualquier destino, teníamos que llamar a seguridad de carreteras, contactos y demás para poder saber qué hacían los campesinos…

El viernes, sabiendo que había “Paro Agrario” contratamos un pack turístico con seguro a parte para poder ir con alguien de la zona…

Pero el sábado, cuando pasamos por primera vez por la Panamericana cortada por el paro Agrario… Os juro que casi me cago de miedo…

Tras el Peaje de la Panamericana dirección el Monasterio de Lajas, a la altura del  Pedregal, unos trescientos hombres y mujeres de tez oscura, mirada vivida (como vidriosa), rasgos indígenas y vestidos de manera tradicional (con los ponchos colombianos que se llaman ruanas, alpargatas y sombreros), custodiaban la carretera.

 A unos trescientos metros, sin acercarse demasiado de ellos, cuatro policías, miraban la estampa de brazos cruzados apoyados en su cuatro por cuatro aparcado en el andén.
Actitud típica de las autoridades colombianas. Somos las fuerzas del orden pero no nos pensamos meter…

El “organizado caos” de su paro, era custodiado en medio de su multitud, por algunos hombres, que musculados y también curtidos, iban controlando lo que pasaba… Metidos entre los campesinos, como espectadores o simplemente como “quien pasaba por allí”, esos que no eran campesinos… eran los peligrosos…

Como os decía, para ir a nuestro turístico destino, tocaba pasar por ahí... así que cuando llegamos con nuestro cuatro por cuatro brillante y limpito al tumulto agrario, dos ancianos pusieron sus palos delante del capó, lo que hizo que nuestra guía, parara el coche inmediatamente…

Unos quince hombres acorralaron el coche, sin decir demasiado, imponiendo más de la cuenta… viejos, jóvenes, un poco menos jóvenes….

Nuestra conductora, abrió su ventana un poquito y mientras un chico joven le daba un panfleto de la protesta, otro nos miraban a Diana y a mi desconcertado por nuestras pintas de “gringas”.

La guía muy hábil y tensa, se quitó las gafas de sol y le dijo a otro hombre con un tono dulce que se notaba asustado, “Estamos con ustedes”.

Esa frase, solamente esas tres palabras, activaron un “Mira la mamasita” que nos tranquilizó a las tres.

Ser mamasita significa, en Nariño y en cualquier departamento de Colombia,  que eres apreciable y que no te van a hacer nada que no sea bueno.
Así que tras el “Mira la mamasita”, los viejos apartaron sus palos del capó como dejándonos ir y mientras se apartaban,  nos ordenaron que no dejáramos de tocar el claxon durante los 100 metros que ocupaba la manifestación.

Pasamos muy despacio, muy observadas, en silencio y muertas de miedo las tres… cien metros interminables que sabíamos que debíamos pasar a la vuelta…

No hay comentarios:

Publicar un comentario