El “Paro Agrario” conlleva desabastecimiento en las
ciudades, por lo que encontrar gasolina en Pasto, es bastante complicado, y
encontrar un taxi que quiera llevarte al Aeropuerto a 50 kilómetros… Es aun
peor… Así que cuando encontramos a Andrés, un taxista medio despeluchado que
vestía camisa de chorreras al que no le importaba llevarnos y traernos… pues no
le soltamos…
Nos llevó a ver una laguna, la segunda más grande de
Colombia.
Por el camino, tuvimos que sobornar a otro líder indígena
para que nos dejara pasar, ésta vez no valieron las palabras dulces sino el
billete.
Y de ahí nos llevó al Aeropuerto cinco horas antes de lo
previsto porque por la radio de su taxi, sus compañeros le anunciaron que los
camioneros cerrarían las carreteras en cuanto bajara un poco el sol… para
apoyar a los campesinos…
Así que cinco horas antes de que nuestro vuelo saliera…
Diana y yo estábamos muertas de hambre en el aeropuerto más cutre que os podéis
imaginar…en el “Aeropuerto Antonio Nariño”…
No nos importó, sabíamos que podríamos haber tenido
problemas si no nos hubiéramos dado prisa y ambas somos bastante precavidas…así
que pasamos las horas en la cafetería del lugar oliendo a fritanga y café malo…
Jugamos al Stop, nos reímos, retocamos fotos, whatsapeamos,
hablamos de todo… y cuando tocó entrar a la sala de embarque…
“Din Don Din Don” “Debido al mal tiempo el vuelo Avianca
6898 con destino a Bogotá ha sido cancelado”.
¡Horror!
En medio de la nada, aisladas, con los campesinos
alborotados, los camioneros quemando mercancías y con reuniones al día
siguiente en nuestras agendas, nos tocaba “luchar” por sobrevivir…
Os juro que pocas veces me he sentido tan desamparada como
en ése momento… y lo peor de todo Avianca no daba soluciones, la única llamar
al call center…
Nuestro instinto de supervivencia nos hizo reaccionar, no
podíamos salir del área del aeropuerto porque la cosa estaba complicada en las
carreteras, así que era ahí y ahora….
Mientras una estaba colgada al teléfono, la otra pedía
justificantes en Avianca para nuestras empresas e inmediatamente después,
mientras yo iba colgada al dichoso call center gastando mi poco saldo de móvil
de prepago, nos dirigimos al hotel-cabañas de enfrente del aeropuerto a buscar
dónde dormir.
Sorprendentemente, a pesar de ser ciento ochenta pasajeros,
nosotras fuimos las primeras que llegamos al hostel.
Supongo que es cultural, el europeo busca donde resguardarse
y mientras intenta arreglar.
El americano busca arreglar como sea y luego ya verá donde
se resguarda…
Así que conseguimos una cabaña por unos 20 euros (un robo
para ser tan cutres, pero solo había cuatro más) y cuando por fin nos
atendió la dichosa señorita…
Nos reubicaron en un vuelo el miércoles por la mañana….
36horas después de nuestro vuelo…pasar un día más en un
kilómetro cuadrado….Les lloramos, les suplicamos, pusimos twitts incendiarios,
comentarios hirientes en su Facebook…pero nada… no había forma…
Así que enfadadísimas y excitadas por el mal rollo decidimos
la técnica a seguir: El cara a cara.
Sabiendo que había tres vuelos, uno a las 08.00, otro a las
09.00 y otro a las 15.55, iríamos a cada uno de ellos a suplicar…
Lo que estaba claro era nos íbamos las dos juntas, en ningún
caso una cogería el avión sin la otra.
A las 06.00 de ésta mañana, Diana y yo muy serias, sin haber
pegado ojo en toda la noche, habiéndonos
duchado con agua fría y con braguitas sucias (no calculamos una noche
más…) llegamos a los mostradores de
Avianca.
Ahí, siguiendo una
estrategia perfectamente estudiada dimos en pocos minutos con el que mandaba ,
un tal “Juan Pablo”. Y desde el minuto
cero, le pedimos y repedimos que nos metiera como fuera en algún vuelo.
A las 08.15, la megafonía anunciaba que el vuelo de las
08.00 estaba retrasado por el mal tiempo… Casi nos da un soponcio… Luchando por
un avión que ni siquiera llegaba…
A las 08.30 conseguimos que nos metieran en el vuelo de las
15.55 y media hora después de ésta súper hazaña (significaba dormir en
casa), el vuelo de las 09.00 am aterrizaba con algo de retraso seguido del de
las 08.00 que se aventuraba como al rebufo del primero…
Que dos vuelos aterrizaran significaba que dos vuelos iban a
salir…
Siguiendo la técnica aprendida estos meses de “problemas
colombianos” basada en dar la solución a
quien tiene que dártela, le pregunté a Juan Pablo, si era posible que en la
misma sala de espera, alguien que hubiera hecho el checking on line y no
hubiera llegado, pudiera dejar un hueco que nosotras pudiéramos ocupar…
Teniendo en cuenta que las carreteras estaban
“complicaditas”, era probable (pensé).
Juan Pablo, a esas alturas, ya pasaba un poco de mi (llevaba
tres horas y media poniéndole ojitos y dándole la tabarra), y de manera
despreocupada, me dijo que hablara con
los de seguridad, que tal vez, que no prometía nada…
Así que mientras Diana escribía mails de trabajo, me dirigí
al Supervisor de seguridad del Aeropuerto, Willson Glez.
Wilson entendió PERFECTAMENTE nuestra preocupación (confieso
que le exageré la urgencia y el miedo que nos daban los campesinos…) y
rápidamente, tras escucharme, apuntó nuestros nombres en un papelito y fue a
hablar con los azafatos del primer vuelo (el de las nueve porque salía antes).
Nada, el vuelo de las 09.00 completamente lleno…
Wilson me miraba desde el cristal de la sala, yo le miraba a
él con ojitos de perro abandonado… Diana
bloqueada también, me seguía poniéndole caritas…
El vuelo de las ocho, tardó poco en ser llamado, y cuando no
quedaba nadie en la sala, sonó el “Din Don Din Don” de nuevo… “Señores pepito y
fulanito acudan urgentemente a la sala de embarque”
Música celestial, dos personas NO estaban embarcadas….
Golpeé con los nudillos el cristal que me separaba de
Willson, y tímidamente pero con decisión y el papelito de nuestros nombres en
la mano, Wilson se acercó de nuevo a los azafatos de Avianca…
Pasaron cuatro segundos interminables hasta que con cara de
alegría, Wilson nos hizo un gesto nervioso con el brazo para que pasáramos a la
sala…
Diana y yo con nuestros macutos saltamos el control, pasamos
de las bandas de rayos X, escudándonos en que era el propio “Supervisor” quien
nos urgía a que entráramos.
Willson me pidió nuestros pasaportes, se los dimos temblando
de nervios. La señorita repelente de
Avianca tecleó nuestros nombres en su ordenador…
El avión encendió motores, mientras los operarios quitaban
las cintas que determinaban el camino que debían seguir los pasajeros hasta las
escaleras del avión.
La señorita tecleó mil cosas más… y de repente, de la
impresora, salieron dos preciosos billetes con nuestros nombres que Wilson
arrancó sin mediar palabra.
La señora de Avianca nos devolvió nuestra documentación (o
se la arrancamos de las manos) al mismo tiempo que nos gritaba que corriéramos
al avión.
El “Supervisor salvador” abrió rápidamente la puerta de
emergencia que solo un supervisor puede abrir…
Diana y yo locas de alegría corrimos detrás de él hacia el
avión por la pista mientras veíamos que los operarios del aeropuerto empezaban
a separar las escaleras del avión…
Willson corría delante con nuestros billetes en la mano,
nosotras detrás como cabras cargando nuestras mochilas que saltaban de un lado
para otro…
Y ahí, cuando llegamos a las escaleras rojas de Avianca, en
ése momento, los operarios frenaron sus maniobras como si se pararan el mundo…
Wilson algo exhausto, pero sonriente, nos dio nuestros
billetes, a mí solo me salió abrazarle muy fuerte...
Subimos al avión mientras todos los pasajeros nos miraban
con cara de odio por frenar su huida de Pasto. “Cheking cruzado” dijo la
megafonía (no se que es eso pero hace ilusión oírlo porque significa que vuelas
ya) . Sentada , a una fila de Diana, revisé que llevaba pasaporte, llaves,
cámara y móvil...
Sonreímos, nos dimos las manos en señal de victoria y…
Despegamos rumbo a Bogotá.
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