martes, 7 de junio de 2016

Historias de Nariño, parte II, Yo aquí no me quedo

El “Paro Agrario” conlleva desabastecimiento en las ciudades, por lo que encontrar gasolina en Pasto, es bastante complicado, y encontrar un taxi que quiera llevarte al Aeropuerto a 50 kilómetros… Es aun peor… Así que cuando encontramos a Andrés, un taxista medio despeluchado que vestía camisa de chorreras al que no le importaba llevarnos y traernos… pues no le soltamos…

Nos llevó a ver una laguna, la segunda más grande de Colombia.

Por el camino, tuvimos que sobornar a otro líder indígena para que nos dejara pasar, ésta vez no valieron las palabras dulces sino el billete.

Y de ahí nos llevó al Aeropuerto cinco horas antes de lo previsto porque por la radio de su taxi, sus compañeros le anunciaron que los camioneros cerrarían las carreteras en cuanto bajara un poco el sol… para apoyar a los campesinos…

Así que cinco horas antes de que nuestro vuelo saliera… Diana y yo estábamos muertas de hambre en el aeropuerto más cutre que os podéis imaginar…en el “Aeropuerto Antonio Nariño”…

No nos importó, sabíamos que podríamos haber tenido problemas si no nos hubiéramos dado prisa y ambas somos bastante precavidas…así que pasamos las horas en la cafetería del lugar oliendo a fritanga y café malo…

Jugamos al Stop, nos reímos, retocamos fotos, whatsapeamos, hablamos de todo… y cuando tocó entrar a la sala de embarque…

“Din Don Din Don” “Debido al mal tiempo el vuelo Avianca 6898 con destino a Bogotá ha sido cancelado”.

¡Horror!

En medio de la nada, aisladas, con los campesinos alborotados, los camioneros quemando mercancías y con reuniones al día siguiente en nuestras agendas, nos tocaba “luchar” por sobrevivir… 

Os juro que pocas veces me he sentido tan desamparada como en ése momento… y lo peor de todo Avianca no daba soluciones, la única llamar al call center…

Nuestro instinto de supervivencia nos hizo reaccionar, no podíamos salir del área del aeropuerto porque la cosa estaba complicada en las carreteras, así que era ahí y ahora….

Mientras una estaba colgada al teléfono, la otra pedía justificantes en Avianca para nuestras empresas e inmediatamente después, mientras yo iba colgada al dichoso call center gastando mi poco saldo de móvil de prepago, nos dirigimos al hotel-cabañas de enfrente del aeropuerto a buscar dónde dormir.

Sorprendentemente, a pesar de ser ciento ochenta pasajeros, nosotras fuimos las primeras que llegamos al hostel.

Supongo que es cultural, el europeo busca donde resguardarse y mientras intenta arreglar.
El americano busca arreglar como sea y luego ya verá donde se resguarda…
Así que conseguimos una cabaña por unos 20 euros (un robo para ser tan cutres, pero solo había cuatro más) y cuando por fin nos atendió  la dichosa señorita…

Nos reubicaron en un vuelo el miércoles por la mañana….
36horas después de nuestro vuelo…pasar un día más en un kilómetro cuadrado….Les lloramos, les suplicamos, pusimos twitts incendiarios, comentarios hirientes en su Facebook…pero nada… no había forma…

Así que enfadadísimas y excitadas por el mal rollo decidimos la técnica a seguir:  El cara a cara.

Sabiendo que había tres vuelos, uno a las 08.00, otro a las 09.00 y otro a las 15.55, iríamos a cada uno de ellos a suplicar…
Lo que estaba claro era nos íbamos las dos juntas, en ningún caso una cogería el avión sin la otra.

A las 06.00 de ésta mañana, Diana y yo muy serias, sin haber pegado ojo en toda la noche,  habiéndonos duchado con agua fría y con braguitas sucias (no calculamos una noche más…)  llegamos a los mostradores de Avianca.

 Ahí, siguiendo una estrategia perfectamente estudiada dimos en pocos minutos con el que mandaba , un tal “Juan Pablo”.  Y desde el minuto cero, le pedimos y repedimos que nos metiera como fuera en algún vuelo.

A las 08.15, la megafonía anunciaba que el vuelo de las 08.00 estaba retrasado por el mal tiempo… Casi nos da un soponcio… Luchando por un avión que ni siquiera llegaba…

A las 08.30 conseguimos que nos metieran en el vuelo de las 15.55 y media hora después de ésta súper hazaña (significaba dormir en casa),  el vuelo de las 09.00 am  aterrizaba con algo de retraso seguido del de las 08.00 que se aventuraba como al rebufo del primero…

Que dos vuelos aterrizaran significaba que dos vuelos iban a salir…

Siguiendo la técnica aprendida estos meses de “problemas colombianos”  basada en dar la solución a quien tiene que dártela, le pregunté a Juan Pablo, si era posible que en la misma sala de espera, alguien que hubiera hecho el checking on line y no hubiera llegado, pudiera dejar un hueco que nosotras pudiéramos ocupar…

Teniendo en cuenta que las carreteras estaban “complicaditas”, era probable (pensé).

Juan Pablo, a esas alturas, ya pasaba un poco de mi (llevaba tres horas y media poniéndole ojitos y dándole la tabarra), y de manera despreocupada, me dijo  que hablara con los de seguridad, que tal vez, que no prometía nada…

Así que mientras Diana escribía mails de trabajo, me dirigí al Supervisor de seguridad del Aeropuerto, Willson Glez.
Wilson entendió PERFECTAMENTE nuestra preocupación (confieso que le exageré la urgencia y el miedo que nos daban los campesinos…) y rápidamente, tras escucharme, apuntó nuestros nombres en un papelito y fue a hablar con los azafatos del primer vuelo (el de las nueve porque salía antes).

Nada, el vuelo de las 09.00 completamente lleno…

Wilson me miraba desde el cristal de la sala, yo le miraba a él con ojitos de perro abandonado…  Diana bloqueada también, me seguía poniéndole caritas…

El vuelo de las ocho, tardó poco en ser llamado, y cuando no quedaba nadie en la sala, sonó el “Din Don Din Don” de nuevo… “Señores pepito y fulanito acudan urgentemente a la sala de embarque” 

Música celestial, dos personas NO estaban embarcadas….


Golpeé con los nudillos el cristal que me separaba de Willson, y tímidamente pero con decisión y el papelito de nuestros nombres en la mano, Wilson se acercó de nuevo a los azafatos de Avianca…

Pasaron cuatro segundos interminables hasta que con cara de alegría, Wilson nos hizo un gesto nervioso con el brazo para que pasáramos a la sala…

Diana y yo con nuestros macutos saltamos el control, pasamos de las bandas de rayos X, escudándonos en que era el propio “Supervisor” quien nos urgía a que entráramos.

Willson me pidió nuestros pasaportes, se los dimos temblando de nervios.  La señorita repelente de Avianca tecleó nuestros nombres en su ordenador…

El avión encendió motores, mientras los operarios quitaban las cintas que determinaban el camino que debían seguir los pasajeros hasta las escaleras del avión.

La señorita tecleó mil cosas más… y de repente, de la impresora, salieron dos preciosos billetes con nuestros nombres que Wilson arrancó sin mediar palabra.

La señora de Avianca nos devolvió nuestra documentación (o se la arrancamos de las manos) al mismo tiempo que nos gritaba que corriéramos al avión.


El “Supervisor salvador” abrió rápidamente la puerta de emergencia que solo un supervisor puede abrir…

Diana y yo locas de alegría corrimos detrás de él hacia el avión por la pista mientras veíamos que los operarios del aeropuerto empezaban a separar las escaleras del avión…

Willson corría delante con nuestros billetes en la mano, nosotras detrás como cabras cargando nuestras mochilas que saltaban de un lado para otro…

Y ahí, cuando llegamos a las escaleras rojas de Avianca, en ése momento, los operarios frenaron sus maniobras como si se pararan el mundo…

Wilson algo exhausto, pero sonriente, nos dio nuestros billetes, a mí solo me salió abrazarle muy fuerte...
Subimos al avión mientras todos los pasajeros nos miraban con cara de odio por frenar su huida de Pasto. “Cheking cruzado” dijo la megafonía (no se que es eso pero hace ilusión oírlo porque significa que vuelas ya) . Sentada , a una fila de Diana, revisé que llevaba pasaporte, llaves, cámara y móvil...


Sonreímos, nos dimos las manos en señal de victoria y… Despegamos rumbo a Bogotá.

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