lunes, 19 de septiembre de 2016

Visado con tacones rojos

Este verano, en Protosín, hablando con mi tía Pachicha, me percaté de que nunca os cuento los grandes problemas a los que me enfrento de manera diaria. Me di cuenta de que siempre narro finales felices (excepto una semana que os usé para desahogarme y rompí la armonía) y que la historia que os muestro semanalmente, es como lo que Platón decía respecto a la verdad, la “Pata del Elefante”. Y tras pensarlo mucho,  creo que es así como debe ser, contaros historias siempre con final feliz, historias que me han hecho crecer o cosas que ya no padezco para reforzar lo bonito y lo feliz, que falta nos hace después de escuchar las noticias…

Así que aquí va mi agobio de los últimos cuatro meses en versión reducida una vez solucionado y siendo alguien feliz.
Cuando uno es expatriado, fuera del maravilloso invento de la UE, se enfrenta a un gran monstruo que no tiene garras pero es malo malísimo; La Administración Pública del país de acogida y sus puñeteras trabas de inmigración para conseguir el visado.

Supongo que todos los que nos embarcamos a ésta aventura, el día que vamos al Consulado de turno nos ponemos nerviosos, dudamos y nos tememos lo peor durante algunos minutitos. Eso es lo habitual, pero esos minutitos de pensar que el sueño ha acabado,  han durado en mi caso cuatro meses de mierda.

Colombia es un país con un crecimiento económico exponencial en los últimos diez años, que unido a la crisis de países con gran desarrollo industrial y gente muy formada, la convierte en un saco donde terminamos todos los que en nuestro país de origen no nos quieren como aquí.
Llegamos cada año miles de chinos, venezolanos y  europeos (En su mayoría franceses, italianos y españoles) a buscarnos la vida alardeando de ser los mejores ingenieros, psicólogos, formadores, abogados…. porque nuestra cultura es mejor que la de aquí… y realmente lo único que somos es el reflejo de lo que muchos colombianos fueron en los 90´s y primera década de los 2000 a países como el que nosotros abandonamos ahora. Somos personas muertas de hambre queriendo entrar a nuestra manera en un sistema diferente.

Así que las autoridades colombianas, en el último año, se han puesto las pilas y han comenzado a cuidarse mucho de quienes entran y quienes no en su país de forma legal.

¿Y cómo lo hacen? Pues de manera aleatoria, sin mucho orden y bajo el “criterio subjetivo del funcionario de manera irrevocable”  (Lo pone en la página de la Cancillería Colombiana, no me lo estoy inventando).

Es decir, que si te toca un funcionario que ha dormido mal, la has liado y te tienes que ir del país al menos por seis meses. Así que el miedo que tiene la gente cuando va a países de “trayectoria” como EEUU, Australia, Japón…  y que sabe que si tiene los papeles correctos pasa y sino no, se multiplica en los que venimos a Colombia… Vamos con el culo apretao a Cancillería a probar suerte esperando que todos hayan desayunado bien.

El abogado de mi empresa, consciente de mis miedos , me aconsejó que hiciera el trámite en España, donde es más fácil conseguir superar el trámite. Disfruté de parte de mis 180 días posibles como turista en Colombia y  cuando fui a España en verano, me acerqué con todos los papeles ordenaditos en plásticos de colores al Consulado Colombiano.

Tras una hora de espera, me atendió la mismísima Cónsul (Estrato seis, encantada de haberse conocido, rubia y elegante….) que tras examinar mis papeles y muy amablemente, me explicó que con las cifras de mi empresa en Colombia no podía tramitar el visado de Trabajo y me aconsejó que pidiera el de “Negocios”. Yo no paré de explicarle que mi empresa en España facturaba más de dos millones de euros al semestre, pero a ella le daba igual, lo que le interesaba era que la Filial Colombiana tuviera dinero y la nuestra no lo tenía.

Cuando empecé a ponerme pesada, mientras ordenaba todo el papeleo que yo había desplegado en su mesa me miró a los ojos y me dijo: “No me cuente más, no quiero que aparezca su nombre en el Consulado, pero si empieza el trámite ahora se lo voy a denegar y no creo que eso a usted le interese.”
En ese momento tragué saliva, cogí mis papeles y con el rabo entre las piernas salí de su despacho directa a Skype para hablar con mi abogado.

Resulta que, lo que la Cónsul no sabía, es que según el tratado de libre comercio Colombo Europeo hay tres negocios exentos en el mismo que no pueden gestionar visados de Negocios: Las drogas, las armas y los productos audiovisuales.

Así que quisiera la Cónsul o no, yo no podía volver allí a pedir un visado de Negocios con mi empresa que se dedica única y exclusivamente a la televisión.

En esto que se me ocurrió preguntarle a XXX, que ya que trabajo para dos empresas, tal vez ellos podían colaborar con la causa.
Inmediatamente se volcaron, me dijeron que sin problemas, pero que todo lo haríamos una vez llegara a Colombia tras mis vacaciones dado que mi abogado (que es también de XXX) así lo recomendaba. Me fui de vacaciones algo más tranquila pensando que esto se solucionaba en un santiamén.

Cuatro días antes de ir a Colombia, desde Fuerteventura en la piscina, escribí a Don Nairo (mi abogado) para que nos reuniéramos la misma mañana que yo me incorporaba y le pedí encarecidamente que tuviera toda la documentación lista y  solo tuviera que firmar e ir a Cancillería ese mismo día.  Su respuesta inmediata decía “Listo, no hay lío”. (Siempre dice eso cuando lo tiene claro).

El lunes que me incorporé Nairo, que es igual de meticuloso que yo con la documentación, me había preparado todo, y nuevamente volvimos a repetir el discurso pero esta vez a través de XXX. Que si teníamos mucho dinero, que si no quería quedarme, que si yo era un alto cargo… Me pidió que me lo creyera y que el día que fuera a solicitarlo me pusiera elegante. Como sabéis aquí las pintas dicen mucho, así que yo apunté eso también en mi cuadernito de apuntes que me regaló Pablo para el trabajo.

Ese jueves madrugué, me pinté el ojo, me puse “modernita”, tacones y me fui hasta la 100 con 19 a por mí visado de trabajo.

Al llegar, leí un cartel enorme en el que ponía que a partir del 1 de agosto, solo se admitirían los trámites previamente registrados on line, me entró el pánico, pero como todo en Colombia, al preguntar, me dijeron que no pasaba nada, que debía  pagar 50 dólares solo para el estudio y luego esperar una hora y media.

Por fin me tocó entrar al despacho del funcionario de turno.  Me levanté de mi silla de plástico del fondo de la sala, respiré hondo, apreté el culo y haciendo ruido con los zapatos de tacón, me acerqué al módulo 19.

Allí, un señor funcionario, que debía que tener mi edad, bebía café en una taza de I Love NYC mientras miraba algo en su Iphone 6. Entré tímidamente, pidiendo permiso y sonriendo mucho. Le di todos los papeles que me pedía mientras le explicaba que no sabía que había que hacer todo antes por internet que disculpara. Escaneó todo lo que me pidió y fue en ese momento, cuando por fin se dignó a mirarme.

¿Vive usted aquí sola? ¿Tiene algún familiar en Colombia? ¿Está casada?  ¿Hijos? ¿Nivel de Estudios? ¿De qué fue su Máster? ¿Qué es lo que le trae al país? (Todo esto en un tono, como si yo fuera de una raza inferior y él dueño y señor de las tierras que pisábamos).  Empezó a preguntarme que porqué dictaba las condiciones de mi contrato la casa Matriz (es decir España) que si yo iba a cobrar en euros o en pesos y tras muchas preguntas más en las que poco a poco yo me iba haciendo más pequeñita y él mucho más grande, me pidió que me retirara que iba a estudiar mi caso.

Salí sin que sonaran mis tacones, con los hombros caídos y con ganas de que esa pesadilla terminara ya que no solo Pablo esperaba una respuesta, sino que mis amigas que han ahorrado durante un año entero para venir a verme, necesitarían que alguien las fuera a buscar al aeropuerto y a mi me quedaban 32 días de turista en el país lo justo para cruzarnos en el cielo del atlántico que nos separa...

Me volví a sentar en la silla cochambrosa, y como en los edificios públicos colombianos no se puede mirar el móvil por seguridad, empecé a mirar por la ventana contando coches pensando en que Paqui, mi gata, seguramente se sentía igual que yo en ese momento, cuando cada día Pablo sale de casa y lo ve alejándose desde el pollete de la ventana del salón… Sin saber con quién,  ni como vivirá  ante tan horrible abandono… No pasaron ni dos minutos y de nuevo volví a ver mi número en la pantalla de los turnos. Entré acojonada y cuando me senté, el funcionario, que volvió a hacer el horrible esfuerzo de mirarme a la cara, me dijo que necesitaba el contrato “Entre las Partes”, que algo no le cuadraba y que me daba 30 días para resolverlo. Saqué mi libreta, la misma donde apunté lo que me había dicho Jairo y puse “Contrato entre las partes”.

Así sin más… ¿Qué es un contrato entre las partes? ¿Entre una de mis empresas y yo? ¿Entre la empresa matriz y la sucursal? ¿Entre las dos empresas que me contratan? ¿Entre la Matriz y yo?. El tío no me quiso decir.

Salí con mucha rabia y volví a llamar a Nairo que en vez de decir “Listo no hay lío” solo pronunció “Grave, en una hora me tiene en la oficina”.

Cuando llegué, Nairo me sentó y me confesó que era la primera vez en su carrera que le pasaba esto… Yo, con un enfado tremendo y jugando a lo que juegan los locales, toqué la amenaza y le expliqué que si “yo caía, caíamos los dos”. Nairo lo comprendió y me pidió que buscara una “palanca”. ¿Qué significa eso? Que esto sólo se podía arreglar a base de contactos.

Me pidió que no hablara del tema por teléfono, ni en la oficina, ni siquiera por mail, y que todo lo que acordara lo hiciera cara a cara.  Jairo es un ortodoxo…

He movido Roma con Santiago, hablado con todo el mundo, ese todo el mundo con todo el otro mundo, ese otro mundo con ..................., .................., ................. y .................. Pero como todo es lento, muuuy lento en éste país, lo que tardas en Madrid dos días, aquí son 10 o 15…

Hasta que dimos con alguien, a la semana de búsqueda, que desde el lugar adecuado, estudió nuestro caso. No pedíamos nada ilegal, únicamente que nos definieran cuales eran las partes para dar con el papel de turno y así conseguir un visado para una trabajadora más. Pero os juro que durante éste proceso me he cagado en todas las fronteras, las vallas de Melilla, las leyes de inmigración y hasta en Cristobal Colón por traerles la burocracia a éste país.

Este alguien nos pidió unos días porque andaba de viaje cerrando la logística de la Firma de Santos y las Farc en Cartagena el día 26, pero que en un ratito nos decía… Unos días en Colombia no son dos o tres….son diez…

La semana pasada, sin que éste alguien nos devolviera la llamada, y respetando sus tiempos al más puro estilo Colombiano, inmigración llamó a la oficina a preguntarle al Director de XXX si yo trabajaba allí, cuanto ganaba, qué hacía, quien era…

Cuando me enteré, me puse malita, no sé si fue el stress, el cansancio, el susto, gripe o qué, pero me empezó a doler hasta el alma. Porque la solución para mi empresa no era que volviera a España con mi equipo P, sino mandarme a Perú, y aunque es un país muy bonito, prefiero estar donde estoy.

Me fui para casa, me metí en la cama, tuve cagalera e incluso tuve algo de fiebre. Hablé con Pablo, con mi madre, mi tía Fer y hasta con mi hermana Susanita durante horas…necesitaba por fin, tras dos años de incertidumbres saber dónde iba a vivir los próximos tres meses. Como derecho vital… y ahora no sabía si todo lo que estábamos luchando Pablo y yo por unirnos en un lugar se iba al garete por un funcionario pijo y prepotente...

Al día siguiente, me levanté algo mejor, cansada y dolorida pero fui a la ofi. De camino me sonó el móvil, pero no pude cogerlo porque estaba en la calle, pero cuando pude ver la llamada perdida, era de Nairo.

Inmediatamente marqué su número y sin decir hola ni nada me dijo “Listo niña, no hay lío” envié lo que me pedían y mañana te esperan para estampar la visa en la cien con diecinueve. Yo, como no me creo nada no se lo dije a nadie, preferí esperar al día siguiente para tenerlo todo cerrado.

A las 07,45 de la mañana del día después estaba allí,  en el edificio de Visas, igual de acojonada que el primer día, esta vez no tuve que esperar demasiado, pagué mi visa e inmediatamente un funcionario vino a por mi “Doctora Patiño, la esperábamos”.

Pasé al módulo 02, sin esperar colas y dejé mi pasaporte.  Estuve esperando fuera unos dos minutos, salió otro funcionario diferente al del módulo dos, no podía creérmelo, era el mismo de la otra vez, esta vez sin prepotencia, sino cumpliendo su trabajo y repartiendo los pasaportes ya sellados de los que ya tenían visa. Cristina Patiño Cubeiro dijo como si nada.

Sonó a gloria, me levanté, saqué pecho palomo, cogí mi bolso como las pijas dejándomelo a poyado en la parte interior del codo, me miré mis zapatos de tacón rojos y meneando el culo que por fin se relajaba tras meses de agobio, me acerqué hacia él, le miré a los ojos levantando la ceja y mientras se lo quitaba de las manos, le di las gracias muy educada, sintiéndome la mujer más afortunada del planeta-colombia.

Me lo han dado para tres años (lo normal es que sea anual), algo que no pienso cumplir porque vuelvo antes, puedo además de trabajar, estudiar y la foto en la que salgo estoy ideal.

Hoy mi compañero Rafa estaba con los mismos síntomas que yo el otro día. Tal vez… era un virus y no stress de loca ya que las chicas con tacones rojos y visados no sufren stress como yo sufrí la semana pasada.

PD: La incertidumbre de no saber dónde vas a pasar los siguientes tres meses es una caca.

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