martes, 18 de octubre de 2016

Lo dejo (Historias de salsa)

Os juro que ésta mañana cuando me he despertado lo tenía claro…

No dudaba ni un segundo, había decidido que pondría fin a esta historia.

Lo había decidido ayer, cuando hacía pis en el aeropuerto de Pereira mientras esperábamos un avión de vuelta a Bogotá tras un finde aún mejor que el anterior de amigas y naturaleza. Finde de sentirme yo misma, parte de una “piña” fantástica de personas ejemplares luchadoras y honestas. Lo tenía claro desde ayer; lo dejaba.

No tenía razones por las que seguir, y tenía claro que  continuar era una tontería, demasiado esfuerzo sin ningún avance…. Y lo iba a hacer a lo grande, contándoslo a todos en un mail que escribiría esta misma noche.

Tenía el mail estructurado en mi cabeza, os contaría toda la verdad, cómo había empezado a escondidas de vosotros por vergüenza, los buenos ratos del principio, los miedos… y como ayer, tras unas semanas de darle vueltas, lo dejaba.

Pero ésta mañana, he recibido un whatsapp que lo ha cambiado todo… Era AXXX, preguntándome cómo estaba, qué tal el puente y si me había visto los vídeos.

Era él, el intenso, el incansable y “tan querido” AXXXX. ¿Cómo iba a abandonar ahora? Imposible… Lo confieso, no he sido capaz y mintiéndole, le he dicho que todo muy bien y que sin falta nos veríamos mañana.

He sentido como que me estaba vigilando, como si adivinara mis pensamientos y supiera que me lo estaba pensando  tras darle plantón la semana pasada, como si supiera que no quería volverle a ver, que esto no va conmigo.

Él tan colaborador, tan enérgico y entusiasmado, había decidido escribirme justo en el momento en el que no quería saber nada más de esto, consiguiendo que volviera a comprometerme a vernos al día siguiente.

Y aquí me tenéis ahora, un martes después de puente, cansada, en pijama, aun sin saber si mañana ir a mi clase de salsa de los miércoles o irme con Diana a comprarme un modelito para el viernes ir al Andrés Carne de Res con éstas.

No sé qué hacer…

Es que el cabrón del profesor me mete mucha caña y no se da cuenta que soy de lateralidad cruzada y que no lo hago por falta de interés ni empeño, sino que soy incapaz de ir hacia el lado que dice por pura incapacidad mental.

Y como nunca ha visto un caso así, se le ha metido entre ceja y ceja que Patiño tiene que aprender a bailar salsa.

Creo que merecéis una explicación, así que empezaré por el principio…

Todo empezó hace un mes y medio, tras una conversación con mis abuelos por Skype. Pensé que les echaba mucho de menos y que éstas navidades quería bailar un agarrao con mi abuelo como el que nos habíamos marcado hace unos años en el salón de su casa tras haberme bajado con mi tía Fer unos albariños.

Ese día me fui a cenar con Iris, Jose y Rubén , empezamos a hablar de la familia y de ahí no se cómo salió que a mi me encantaría bailar mejor para bailar con mi abuelo  y me comentaron que ellos acababan de empezar unas clases de salsa en la Universidad que molaban mogollón. Eran baratas y Jose (que es tan descoordinado como yo) iba a apuntarse, así que olvidé mi prejuicio arrítmico, y la horrible experiencia de adolescencia cuando mi profesora MariaJosé, me  “invitó a irme” de aeróbic por no saber llevar el ritmo general y me lancé a aflojar cadera.

El primer día, AXXX, me aconsejó, que como me unía a un grupo que llevaba tres clases, fuera antes para poder pillar los tres primeros pasos que ya habían dado. Y allí me planté yo vestida como de ir a la oficina en la sala polivalente de la Universidad  Piloto.

Le expliqué que me llamaba Patiño (grasso error ya que desde ese momento no se le olvidaría nunca mi nombre porque le hizo gracia) y estuvimos dando los primeros pasos junto con otros dos colombianos. Jose, como es habitual, llegó tarde y faltando quince minutos para las siete de la tarde, más o menos, yo ya había pillado el “básico” y el “colombiano”, él tenía el giro perfecto.

A las siete menos cinco eso se empezó a llenar de gente, sorprendentemente, más hombres que mujeres que, autóctonos todos, iban a perfeccionar el arte de la salsa. Me hizo gracia que vinieran hombres sin una mujer al lado empujándoles y me gustó el cambio cultural de que bailar no es de maricas.

 Y desde ése miércoles, a las 19.00 todo ha sido intentar seguir el ritmo…

Lo primero que he aprendido, y que me ayuda bastante cuando soy capaz de llevarlo a cabo, es que las mujeres en la salsa, tienen que dejarse manejar totalmente… ¿Alguien se dejaría llevar por un hombre en chándal con cara de indio todo sudao que mide más de ancho que de largo y que no conoce de nada en un país desconocido?

Pues eso, que la primera parte, el dejarse llevar… No la llevo muy bien, pero cuando lo consigues es bastante fácil porque solo hay que hacer eso… Dejarse llevar.

La segunda cosa,  es lo de terminar mirando siempre al espejo, pero como siempre me pongo detrás no me veo y cuando todos mueven la cadera y los brazos de ésa manera me desconcentro flipando con su ritmo y ya dejo a veces hasta de bailar impresionada con su coordinación.

Y lo último, que es realmente lo que me hace dudar de mis capacidades, es hacer lo que todos hacen. Es decir… Si van todos a la derecha levantando el brazo en círculo hacia la izquierda, pasando el pie izquierdo por delante del derecho haciendo cruzado… Pues yo empiezo muy enérgica concentrándome tanto en que tengo que ir a la derecha que sin querer levanto el brazo derecho y cuando me doy cuenta el primer pie que he movido es el izquierdo porque es mi pierna buena y ya la he liado porque no puedo enlazarlo con el siguiente paso.

Y eso, cuando eres la única extranjera sin ritmo en una clase de colombianos… Se nota… No veas si se nota…

Total, que como se nota tanto, y mi nombre le hace gracia al AXXXXito de los cojones, pues no para de corregirme, me pongo nerviosa y termino chocándome con las otras parejas, siendo violada por la rodilla de cualquier señor que lo único que intenta es bailar y se muere de vergüenza cuando ve que me pega un manotazo en la cara al alargarme la mano para volvernos a juntar y yo aún voy por el paso anterior de vuelta hacia un lado…

Resumiendo… Un desastre.

No exagero si os cuento que se me rompieron unos calcetines de un pisotón de una chica que emocionada (y con chándal y tacones, que es como se tiene que ir a esa clase pero las españolas nos negamos) me pisó en el tobillo mientras todos se echaban para atrás y yo me echaba para delante…

Pero es que para más inri, el AXXXX este, que es un intenso, ha creado un grupo de whatsapp y todos están emocionados, porque propone salas de baile, “bailatrones” (que son reuniones en la calle para bailar por cualquier causa de esas que en Colombia no faltan) manda los vídeos que nos obliga a grabar a última hora de la clase cuando nos hace la demostración con su compañera de baile o con quien pille para que practiquemos en casa, y lo peor es que de vez en cuando nombra a los que vamos peor para que veamos tal enlace o cualquier cosa relacionada con Salsa. Se dan los buenos días, las buenas noches y se felicitan los domingos … Es una verdadera secta intensa de baile…

La semana pasada, aprovechando que tenía que hacer la compra y estaba bastante cansada, no fui y AXXXX se ha dado cuenta. Mi nula actividad en el whatsapp común, le debe sorprender tanto como mi falta de coordinación, y como buen docente, se ha emperrado en que todos sus alumnos evolucionen y se comprometan… Así que hoy por la mañana ha decidido preguntarme y volverme a meter en la secta. ¡Qué cabrón!

Os juro que no sé qué hacer. Por un lado pienso que es guay conocer a gente, que la música alegra el alma, que hago deporte, me río, me libero del estrés diario… Pero por otro pienso que no me merece la pena sufrir, que me crea aun más estrés y me hace sentirme idiota mirándome al espejo pensando que voy a lado correcto mientras me doy golpes con uno que se acerca hacia mí yendo hacia el verdadero sentido correcto.  No sé si me mola ser la que se queda sin pareja cuando nos toca cambiar sin avisar y terminar pidiendo disculpas dos horas seguidas todos los miércoles, a hombres que con toda buena intención me intentan gobernar en un espacio bastante reducido que es el terreno de una pareja de baile de salsa. Es que realmente no se si no me mola, o realmente me da exactamente igual que el AXXXX este se sienta frustrado viendo como ralentizo (junto con Jose) el ritmo de la clase… jajaja.


¿Vosotros qué haríais?

lunes, 10 de octubre de 2016

DanzaKuduro



No sabéis qué ilusión hace recibir al 80% de tu pandilla un jueves cualquiera en el aeropuerto…

Verlas llegar, dar saltitos, abrazarlas, besarlas y abrir sus maletas llenas de comiditas ricas y regalitos de Pablo. Como le decía a mi prima pequeña “Me doy envidia a mi misma de que me hayan venido a ver”.

Es como encontrarte contigo misma, caerte estupendo y seguir tu vida como si no pasara nada. ¡Una gozada!

Porque las amigas que crecen contigo y que te entienden hacen eso, reflejarse en ti y ayudarte a darte cuenta de que te has  convertido en una persona mayor y que además, como daño colateral, te has colombianizado y no te has dado ni cuenta.

Dice Paula que hasta tengo acento, y es que este fin de semana, viviendo las 36 horas más magnificas de los últimos tiempos, me he dado cuenta que me he adaptado tanto que ya no me doy ni cuenta de los ritmos, las relaciones sociales y las precauciones que una sufre día a día.

Lo que más me ha impactado, y me ha hecho pensar, es que para sobrevivir, me he adaptado a lo de no tratar a la gente por igual, y esto me ha hecho pensar muchísimo sobre la suerte que tenemos en España de ser todos iguales, más gordos, más flacos, más guapos o más feos,  pero con unas capacidades parecidas y un nivel cultural básico común. Me he adaptado a tener que explicar las cosas cien veces, a que es necesario no sentirse incómoda cuando te sirven, te tratan con pleitesía o tienes que dejar que te hagan un té en el trabajo, porque la que limpia espera que lo aceptes como sujeto paciente...

Me he acostumbrado a lujos y carencias, pero ahora viendo a personas iguales que yo sentirse incómodas… he notado que me he adaptado y me he sentido orgullosa de haber crecido en ese aspecto. ¡Adaptarse o morir! ¿No?

Este fin de semana hemos ido de ricas.

Creo que uno de los placeres colombianos es ser rica sin dinero y darte lujos con poco, así que organicé un sábado en un barco privado de isla en isla con marinero , capitán y reguetón a todo trapo. Lo que podríamos denominar : videoclip de danzakuduro, pero con tupper de ensalada de pasta, cocacolas y de vez en cuando un poquito del Canto del Loco o simplemente silencio.

Así que el viernes, antes de salir para Cartagena, me llamó la señora del barco que había reservado hacía unas semanas y regateado mil quinientas veces,  y me preguntó si quería que comprara hielo y cervezas. Pensando en que si compraba cervezas en cantidades colombianas, nos iban a salir por las orejas, le dije que solo comprara hielo y que a las 08.30 estaríamos allí.

Las chicas, mientras yo estaba trabajando el viernes, hicieron la compra y el sábado a las 06.30 estábamos despertándonos para echarnos crema, hacer la pasta y llegar al barco a nuestra hora.

La señora del barco me llamó a las 08.35 para recordarme si quería que comprara ella cervezas y le conté que ya estábamos llegando al muelle. Ella entendió que,  como el común de sus mortales harían, aun no habíamos comprado nada y me recomendó un súper cerca del muelle. Primera diferencia cultural: El europeo compra el alcohol antes de ir a una fiesta y no en el mismo sitio de la fiesta para asegurarse de un buen precio y calidad.

Al llegar al barco, nos esperaban, vestidos de riguroso blanco, dos negrazos musculados que nos ayudaron a cargar nuestras bolsas (mientras mis amigas ponían cara de “ya puedo yo”) y meterlo todo en la nevera.  El capitán, algo más mayor que el marinero pero igual de fornido,  nos preguntó por nuestros esposos (siguiente diferencia cultural) y tuve que contarles que “nos habían dejado fin de semana de mujeres”. La chica del barco trajo el datófono, pagamos y nos fuimos rumbo a islas del Rosario a toda mecha diciéndole adiós con la mano.

Para ambientar, siendo consciente de que tocaba colombianizarnos, saqué el Ipod y puse mi lista de reproducción colombiana y así con el pelo suelto, en bañador, con gafas de sol y escuchando reguetón, nos sentimos lo más colombiano del planeta.

Pero cuando hicimos la primera parada, en “la piscinita de Isla Grande” nos dimos cuenta de que no… Éramos tan gringas que nos habíamos echado crema dos veces, no llevábamos gorra de visera ancha, ni triquini hortera, ni joyas brillantes y lo que nos diferenciaba del resto de las colombianas de otros barcos,  era sobre todo, que no teníamos una cerveza en la mano. 

Lena se quitó la falda y corriendo como si no hubiera mañana, se tiró en bomba y eso marcó la diferencia.  Nos dejamos de mariconadas y comenzamos a darle al dominguerismo, sacamos nuestras gafas de bucear, la colchoneta, las patatas fritas y hasta Sara de la emoción comenzó a tararear una jota, así sin más en medio del caribe sonó “Por el puente de Aranda”.

Consciente de lo afortunada que era flotando en medio de ninguna parte sobre un agua cristalina, realicé un ejercicio que creo que me ayuda un montón en ocasiones como ese momento, e intenté retener cada estímulo positivo que me llegaba en ese segundo, para poder recordarlo, poder contarlo y sentir que ha pasado.

Paloma hacía el muerto completamente relajada a pocos metros de mi, Sara cantaba una jota de las de la Romería mientras jugaba a no separar las piernas al nadar para atrás como un delfín, Paula buceaba con las gafas y el tubo sacando el culete en pompa buscando a Nemo, Lena nadaba elegante alejándose sin preocupación y Belén nos miraba mojada como una sirenita tomando el sol desde la proa de nuestro barco.  NUESTRO barco, el que habíamos alquilado nosotras y que iría allá donde nosotras quisiéramos.

Tuve que coger aire fuerte por la nariz y llenar mis pulmones al darme cuenta de lo afortunada que era y así como si fuera un pececito, me sumergí hasta tocar la arena del caribe, blanca llena de corales y conchas por el puro placer de ser un pez.

Belén volvió al agua y cuando estábamos todas allí, nos abrazamos todas conscientes de la suerte que teníamos y tragando mucho agua.

En la siguiente parada, llegamos a una isla en la que solo había un lugareño que pedía propina por el mero hecho de estar en la isla en la que él estaba y una pareja que bajo un toldito brindaba con champán y se comían a besos en la otra punta de la playa. Estuvimos haciéndonos fotos jugando a ser Ana Obregón en su posado del verano,  bailamos, hice albóndigas de arena, saltamos y finalemente, cuando ya nos pudo el hambre, sacamos el tupper para comer nuestra ensalada de pasta.

Picábamos todas sin parar de reírnos, recordando momentos de nuestra adolescencia, borracheras, enfados, madres y manías… Saltábamos a temas políticos, sociales, trabajo que luego enlazábamos con frases chorras y escenas de cama … y regábamos nuestras gargantas con agua y coca cola, porque , al no ser colombianas, no necesitábamos cervezas.

Cuando ya no podíamos más de tanto comer, cogí lo que sobraba de los tuppers y empecé a mezclarlo para, como buena colombiana, llevárselo a nuestro marinero y capitán que estaban como a 20 metros de la orilla durmiendo bajo el toldo de nuestra barquita pendiente del ancla.

Fue en ese momento , cuando me sentí verdaderamente colombianizada.

Lo habitual en éste país, es que cuando contratas un servicio, tú, como amo y señor, proveas de comida y bebida a las personas que están trabajando para ti. Pasa con los conductores, con las señoras de la limpieza y en éste caso con los negrazos que estaban en nuestro barco. ¿No se ofenderán? Preguntó Paula mientras me miraba horrorizada realizar la maniobra, “Es que tía, son las sobras y queda muy feo” me dijo Sara… Me hicieron pensar bastante, pero les expliqué (y mientras les decía me daba cuenta de lo que me había dado cuenta) que uno tiene que asumir su rol de estrato y hacer lo que se espera de él. La tripulación no traía comida y esperaba que yo le diera y eso es lo que debía hacer. Así que cogí mi colchoneta de Angry Birlds y a modo de bandeja me fui nadando con el tupper hasta el barco para darles las sobras, les dije que cogieran unas cervezas de la nevera y unas patatas y cuando volvimos a subir media hora después, no quedaba nada de lo que le habíamos ofrecido.

Tras otras tres paradas, empezar a beber un poquito, bailar danzakuduro a toda velocidad y dormir una siesta en una playa paradisiaca donde las palmeras llegaban al agua, volvimos al barco y comenzamos a navegar más despacito por


manglares apoyando nuestras cabezas en los asientos acolchaditos de la lancha...

Paloma se abrió una cocacola, paula un smirnoff ICE , dos pelícanos nos piraron desde una roca en medio del mar y así como quien no quiere la cosa, en medio de esa paz total, con una coca cola ligth en la mano, me acordé de algo maravilloso que había guardado para ese momento, me acerqué a mi mochila, rebusqué en el fondo y ... ¡Saqué un fuet!
Otro gran momento inolvidable… Fuet, cocacola ligth, amigas, música y Caribe.

Inigualable.

PD: os dejo el videoclip de Danza Kuduro para que entendáis la diferencia... jajaja

DanzaKuduro



No sabéis qué ilusión hace recibir al 80% de tu pandilla un jueves cualquiera en el aeropuerto…

Verlas llegar, dar saltitos, abrazarlas, besarlas y abrir sus maletas llenas de comiditas ricas y regalitos de Pablo. Como le decía a mi prima pequeña “Me doy envidia a mi misma de que me hayan venido a ver”.

Es como encontrarte contigo misma, caerte estupendo y seguir tu vida como si no pasara nada. ¡Una gozada!

Porque las amigas que crecen contigo y que te entienden hacen eso, reflejarse en ti y ayudarte a darte cuenta de que te has  convertido en una persona mayor y que además, como daño colateral, te has colombianizado y no te has dado ni cuenta.

Dice Paula que hasta tengo acento, y es que este fin de semana, viviendo las 36 horas más magnificas de los últimos tiempos, me he dado cuenta que me he adaptado tanto que ya no me doy ni cuenta de los ritmos, las relaciones sociales y las precauciones que una sufre día a día.

Lo que más me ha impactado, y me ha hecho pensar, es que para sobrevivir, me he adaptado a lo de no tratar a la gente por igual, y esto me ha hecho pensar muchísimo sobre la suerte que tenemos en España de ser todos iguales, más gordos, más flacos, más guapos o más feos,  pero con unas capacidades parecidas y un nivel cultural básico común. Me he adaptado a tener que explicar las cosas cien veces, a que es necesario no sentirse incómoda cuando te sirven, te tratan con pleitesía o tienes que dejar que te hagan un té en el trabajo, porque la que limpia espera que lo aceptes como sujeto paciente...

Me he acostumbrado a lujos y carencias, pero ahora viendo a personas iguales que yo sentirse incómodas… he notado que me he adaptado y me he sentido orgullosa de haber crecido en ese aspecto. ¡Adaptarse o morir! ¿No?

Este fin de semana hemos ido de ricas.

Creo que uno de los placeres colombianos es ser rica sin dinero y darte lujos con poco, así que organicé un sábado en un barco privado de isla en isla con marinero , capitán y reguetón a todo trapo. Lo que podríamos denominar : videoclip de danzakuduro, pero con tupper de ensalada de pasta, cocacolas y de vez en cuando un poquito del Canto del Loco o simplemente silencio.

Así que el viernes, antes de salir para Cartagena, me llamó la señora del barco que había reservado hacía unas semanas y regateado mil quinientas veces,  y me preguntó si quería que comprara hielo y cervezas. Pensando en que si compraba cervezas en cantidades colombianas, nos iban a salir por las orejas, le dije que solo comprara hielo y que a las 08.30 estaríamos allí.

Las chicas, mientras yo estaba trabajando el viernes, hicieron la compra y el sábado a las 06.30 estábamos despertándonos para echarnos crema, hacer la pasta y llegar al barco a nuestra hora.

La señora del barco me llamó a las 08.35 para recordarme si quería que comprara ella cervezas y le conté que ya estábamos llegando al muelle. Ella entendió que,  como el común de sus mortales harían, aun no habíamos comprado nada y me recomendó un súper cerca del muelle. Primera diferencia cultural: El europeo compra el alcohol antes de ir a una fiesta y no en el mismo sitio de la fiesta para asegurarse de un buen precio y calidad.

Al llegar al barco, nos esperaban, vestidos de riguroso blanco, dos negrazos musculados que nos ayudaron a cargar nuestras bolsas (mientras mis amigas ponían cara de “ya puedo yo”) y meterlo todo en la nevera.  El capitán, algo más mayor que el marinero pero igual de fornido,  nos preguntó por nuestros esposos (siguiente diferencia cultural) y tuve que contarles que “nos habían dejado fin de semana de mujeres”. La chica del barco trajo el datófono, pagamos y nos fuimos rumbo a islas del Rosario a toda mecha diciéndole adiós con la mano.

Para ambientar, siendo consciente de que tocaba colombianizarnos, saqué el Ipod y puse mi lista de reproducción colombiana y así con el pelo suelto, en bañador, con gafas de sol y escuchando reguetón, nos sentimos lo más colombiano del planeta.

Pero cuando hicimos la primera parada, en “la piscinita de Isla Grande” nos dimos cuenta de que no… Éramos tan gringas que nos habíamos echado crema dos veces, no llevábamos gorra de visera ancha, ni triquini hortera, ni joyas brillantes y lo que nos diferenciaba del resto de las colombianas de otros barcos,  era sobre todo, que no teníamos una cerveza en la mano. 

Lena se quitó la falda y corriendo como si no hubiera mañana, se tiró en bomba y eso marcó la diferencia.  Nos dejamos de mariconadas y comenzamos a darle al dominguerismo, sacamos nuestras gafas de bucear, la colchoneta, las patatas fritas y hasta Sara de la emoción comenzó a tararear una jota, así sin más en medio del caribe sonó “Por el puente de Aranda”.

Consciente de lo afortunada que era flotando en medio de ninguna parte sobre un agua cristalina, realicé un ejercicio que creo que me ayuda un montón en ocasiones como ese momento, e intenté retener cada estímulo positivo que me llegaba en ese segundo, para poder recordarlo, poder contarlo y sentir que ha pasado.

Paloma hacía el muerto completamente relajada a pocos metros de mi, Sara cantaba una jota de las de la Romería mientras jugaba a no separar las piernas al nadar para atrás como un delfín, Paula buceaba con las gafas y el tubo sacando el culete en pompa buscando a Nemo, Lena nadaba elegante alejándose sin preocupación y Belén nos miraba mojada como una sirenita tomando el sol desde la proa de nuestro barco.  NUESTRO barco, el que habíamos alquilado nosotras y que iría allá donde nosotras quisiéramos.

Tuve que coger aire fuerte por la nariz y llenar mis pulmones al darme cuenta de lo afortunada que era y así como si fuera un pececito, me sumergí hasta tocar la arena del caribe, blanca llena de corales y conchas por el puro placer de ser un pez.

Belén volvió al agua y cuando estábamos todas allí, nos abrazamos todas conscientes de la suerte que teníamos y tragando mucho agua.

En la siguiente parada, llegamos a una isla en la que solo había un lugareño que pedía propina por el mero hecho de estar en la isla en la que él estaba y una pareja que bajo un toldito brindaba con champán y se comían a besos en la otra punta de la playa. Estuvimos haciéndonos fotos jugando a ser Ana Obregón en su posado del verano,  bailamos, hice albóndigas de arena, saltamos y finalemente, cuando ya nos pudo el hambre, sacamos el tupper para comer nuestra ensalada de pasta.

Picábamos todas sin parar de reírnos, recordando momentos de nuestra adolescencia, borracheras, enfados, madres y manías… Saltábamos a temas políticos, sociales, trabajo que luego enlazábamos con frases chorras y escenas de cama … y regábamos nuestras gargantas con agua y coca cola, porque , al no ser colombianas, no necesitábamos cervezas.

Cuando ya no podíamos más de tanto comer, cogí lo que sobraba de los tuppers y empecé a mezclarlo para, como buena colombiana, llevárselo a nuestro marinero y capitán que estaban como a 20 metros de la orilla durmiendo bajo el toldo de nuestra barquita pendiente del ancla.

Fue en ese momento , cuando me sentí verdaderamente colombianizada.

Lo habitual en éste país, es que cuando contratas un servicio, tú, como amo y señor, proveas de comida y bebida a las personas que están trabajando para ti. Pasa con los conductores, con las señoras de la limpieza y en éste caso con los negrazos que estaban en nuestro barco. ¿No se ofenderán? Preguntó Paula mientras me miraba horrorizada realizar la maniobra, “Es que tía, son las sobras y queda muy feo” me dijo Sara… Me hicieron pensar bastante, pero les expliqué (y mientras les decía me daba cuenta de lo que me había dado cuenta) que uno tiene que asumir su rol de estrato y hacer lo que se espera de él. La tripulación no traía comida y esperaba que yo le diera y eso es lo que debía hacer. Así que cogí mi colchoneta de Angry Birlds y a modo de bandeja me fui nadando con el tupper hasta el barco para darles las sobras, les dije que cogieran unas cervezas de la nevera y unas patatas y cuando volvimos a subir media hora después, no quedaba nada de lo que le habíamos ofrecido.

Tras otras tres paradas, empezar a beber un poquito, bailar danzakuduro a toda velocidad y dormir una siesta en una playa paradisiaca donde las palmeras llegaban al agua, volvimos al barco y comenzamos a navegar más despacito por


manglares apoyando nuestras cabezas en los asientos acolchaditos de la lancha...

Paloma se abrió una cocacola, paula un smirnoff ICE , dos pelícanos nos piraron desde una roca en medio del mar y así como quien no quiere la cosa, en medio de esa paz total, con una coca cola ligth en la mano, me acordé de algo maravilloso que había guardado para ese momento, me acerqué a mi mochila, rebusqué en el fondo y ... ¡Saqué un fuet!
 
Otro gran momento inolvidable… Fuet, cocacola ligth, amigas, música y Caribe.

Inigualable.

PD: os dejo el videoclip de Danza Kuduro para que entendáis la diferencia... jajaja

lunes, 3 de octubre de 2016

Ganó el NO


Ganó el No, ese es el titular… Pero lo que realmente ha ganado ha sido la abstención.

Incomprensiblemente, de una manera decepcionante, en las elecciones más importantes de los últimos 100 años en Colombia… El sesenta y tres por ciento de los colombianos no ha ido a votar y se ha quedado en su casa viendo la tele…

Lo achacan al Huracán Mathew que no dejó que 200 puestos de voto de los 81.925 pudieran habilitarse por las riadas en dos o tres pueblitos del norte donde el Si ganaba por mayoría en todas las encuestas.

Otros creen que fue por falta de claridad en las exposiciones de ambos frentes y otros a la falta de credibilidad de la clase política, pero no… Nada de eso, los colombianos no fueron a votar porque no estuvieron a la altura de las circunstancias, porque el rencor les hizo mirarse al ombligo y porque, una vez más no se dieron cuenta de lo importante que es mojarse y formar parte de la ciudadanía y las decisiones de un país.

Las zonas pobres, rurales directamente afectadas por la guerrilla, Departamentos como Nariño, Cauca, Cesar… o pueblos como el de las señoras que cantaban el otro día en la firma de Cartagena, han votado que si (95% en Bojayá para ser exactos). Las ciudades, Departamentos del Interior donde reinaron en su máximo apogeo los Grupos Paramilitares, zonas ajenas al problema del campo, ha votado que NO.

Desde luego, siendo objetivos, y tras leer la mitad de las 180 hojas del acuerdo y el resumen de la Revista Semana, puedo afirmar que hay puntos bastante cuestionables, a los que los votantes del no se aferran, pero que a éstas alturas de la película, y sin una opción B sobre la mesa para mi, personalmente, son males menores.

El primero de estos “males menores”, y el que me impacta más como privilegiada y concienciada extranjera demócrata, es que el Parlamento tendría la presencia de diez miembros de la FARC-EP no elegidos por el pueblo,  con voz pero no con voto. Esto supondría, a mi juicio,  la usurpación del lugar sagrado, la Cámara de Representantes legítimamente elegidos por los ciudadanos.

Otro de los puntos más peliagudos es la “presunta impunidad de los guerrilleros” es decir;  Si se corroboraba la firma, los guerrilleros en búsqueda y captura dejarían de tener esas órdenes sobre las espaldas y serían juzgados por un “Tribunal Especial”, y no por la justicia ordinaria. Algo, demasiado ambiguo en un país donde si pagas, la ley no existe… Desde luego olía raro…

Lo que a los más humildes les picaba, que era que durante dos años los guerrilleros que se entregaran recibirían menos de un salario mínimo (unos 500.000 pesos, 150€) para su reinserción y formación. Eso a la gente de bajos estratos, es algo que les mataba… y es lógico, ellos que han dicho que no al jugoso mercado de la guerra y las drogas, se matan en los trabajos para conseguir ese dinero, que a los que asesinaron en los bosques se les regala…

Y claro está, esta firma, no incluía a otros grupos guerrilleros como el ELN, que también quiere entrar en el reparto del pastel político.

Pero la firma también conllevaba la aparición de nuevos partidos políticos gracias a que se abrían a la posibilidad de crearlos con leyes de transparencia e impulso de oposición (Ahora es dificilísimo crear una fuerza política por las condiciones que se les exigen únicamente para presentarse) y el fin del bipartidismo y las grandes familias oligarcas que dominan el país (Uribe, Santos, Jaramillo…) dejando paso a partidos más cercanos a la realidad de los colombianos. Conllevaba también la repartición de tierras entre campesinos que por los desplazamientos de la guerra se han quedado sin nada que labrar, el desarme de la mayor grupo guerrillero del país, la reforma agraria, fondos para las víctimas de uno y otro lado, un catastro rural (nunca se ha hecho uno real en Colombia), planes de desarrollo en el campo, mecanismos para promover la participación de la mujer en la vida política, desminado… En fin, un montón de temas, que gracias al NO, tendrán que esperar, quien sabe si días, años o décadas….

Seguramente, el resumen que os acabo de hacer es subjetivo, frívolo y poco profundo. Lo he intentado, y si alguien cree que estoy completamente equivocada posiblemente sea cierto, tal vez soy otra víctima del sistema de medios del Gobierno Colombiano.
  
Chilis me pidió este verano que contara a que a qué me dedicaba en la oficina, que le intrigaba. Pues bien, mi empresa somos cinco en plantilla y 200 colaboradores que (bajo demanda, aunque se supone que ellos también tienen que tener iniciativa) graban temas y noticias que puedan surgir en las regiones. Somos 50% de ellos, pero para ellos somos los de “Secuoya” y de alguna manera no nos adoran porque suponemos la “privatización” de un servicio que ellos antes no daban… Pero nosotros, no solamente damos servicio a la Agencia sino que quien nos lo pida, nosotros grabamos al mejor postor, nuestro objetivo es la tele colombiana.

El domingo, grabábamos en Medellín, Cali, Cúcuta, Barranquilla, Madrid (España) y claro está Bogotá para la TVE de Colombia (RTVC) y para XXX en principio solo en Bogotá.

A las 08.00 abrían los colegios electorales así que a las 07.00 ya estábamos todos en nuestros puestos coordinando, informando, haciendo puzles de horarios y grabando en las primeras localizaciones.

El Director de XXX, llegó a las 07.45 con un café en la mano, y quitándose la chaqueta calada por la fuerte lluvia,  dijo una frase que no se me olvidará jamás: “Bueno, veamos por cuanto gana el Si, Esa es la única noticia de alcance de hoy”.

Todos nos reímos y bromeamos con sarcasmo ante la remota posibilidad de que ganara el No y al día siguiente volvieran las bombas y los secuestros… Incluso yo me atreví a decir que qué bien, que así me pagaban plus de peligrosidad y que si salía el no les invitaba al Harry Seasons con mi bonus de peligrosidad…

Durante la jornada, sin parar de hablar por teléfono, solo hubo problemas con una cámara, con una redactora y con el teléfono del de Medellín que se quedó sin batería a las 14.00… Un día muy intenso pero típico de elecciones…

A las 16.00 cerraban las urnas, así que presumiendo que ganaba el SI, la XXX nos pidió que nos fuéramos una hora y media antes a la torre Tekendama donde estaba la plataforma del Si para grabar a Santos cuando llegara a celebrarlo.

Juan Pablo, el único cámara que teníamos ese día y que forma parte de nuestra plantilla, por lo previsible del si, llegó al “Sí” a las 15.00. Buen sitio para grabar las declaraciones, gaseosas para todos, banderolas, comunicados de prensa, todo preparado… Aprovechando que todo iba bien, avisé a Diana (Mi amiga española) que a las 16.30 podría ir con ella a celebrar el Si… Tanto a ella como a mí nos podía el gusanillo político y queríamos celebrar con toda Colombia el triunfo de la lógica y la paz.

Las urnas, según lo previsto, cerraron a las 16.00 en punto y dado que, sorprendentemente, en Colombia se cuentan votos mucho más rápido que en España, a las 16.15 con el 40% contado, el Si y en No está bastante ajustaditos pero ganaban los partidarios a la firma.

A las 16.18 pareció que el SI ganaba, pero era complicado saberlo del todo.

A las 16.20 El No estaba a la par y a las 16.40 con el 93% de los votos el NO pasaba al SI por cantidades de votos muy pequeñas.

Al 96% contado…ya era irreversible… El No ganaba al SI por más de 50.000 votos.

Las caras de los redactores desencajadas miraban a sus pantallas intentando comunicar qué estaba pasando, el teléfono no paraba de sonar sin que nadie lo cogiera como si diera miedo reconocer un error propio… y mi compañera Diana y yo, bloqueadas, mirábamos anonadadas Caracol viendo como subía el No a cada milésima de escrutinio…

Nadie, nadie en XXX creyó aquella mañana que ganaría el NO. Nadie en mi entorno lo pensó por un segundo, pero allí, a las 16.45 de la tarde, en aquel edificio del barrio de Chapinero… La televisión nos decía que el resultado final era NO a los acuerdos de Paz firmados entre el Gobierno y la Guerrilla de las Farc.

Volví en si tras 3 minutos de sentirme perdida y me di cuenta, que no teníamos a nadie que fuera inmediatamente a la sede del No. Que a esas horas no encontraría un cámara disponible y  que

Juan Pablo estaba en la del Si, lugar del que no se podía mover porque sería allí donde Santos iría en caso de dar la cara.

Pregunté a XXX si lo querían y nadie era capaz de reaccionar, los redactores tecleaban sin parar, el Director hablaba por dos teléfonos a la vez y Diana me miraba como perrito abandonado intentando buscar una respuesta siguiéndome por la redacción...

¡No íbamos a enseñarle al mundo en NO!

En medio de los nervios y el estress se me encendió la bombilla y me acordé de que XXX tenía una cámara pequeñita, casi de vídeo aficionado (Aunque algunos creen que es de buena calidad…) en un cajón y ante la falta de respuestas, decidí robársela, coger a Diana, e irnos a la sede del No que desgraciadamente estaba a sólo dos calles de nuestra oficina. Desviamos el teléfono fijo al móvil de diana, nos pusimos el abrigo y salimos escopetadas.

Hasta ese momento, yo nunca (y digo nunca) había cogido una cámara. Soy capaz de encontrar errores gráficos en un clip, de guiar a alguien para que cambie de formato PAL a NTSC, incluso saber si el backfocus está descompensado o el balance de blancos se hizo automático  o manual, pero nunca había grabado nada hasta ayer….

Encendí la cámara, lo puse en automático y me lancé.

La gente como loca no paraba de gritar “Colombia Colombia” se abrazaban, se besaban, se sentían felices y orgullosos de ellos mismos porque asumían que así eran aún más patriotas y yo, intentando sacar lo mejor de la cámara que llevaba en las manos, buscaba grabar la noticia de manera objetiva.

Cuando llevábamos 10 minutos allí, habiendo entrevistado a un Senador (al parecer muy importante), me di cuenta de que estaba grabando en verde. Algo no había hecho pero la pantalla salía verde….

Me eché a un lado, respiré hondo y como por inspiración divina, conseguí hacer un pseudo balance de blancos (que para quien no sepa es poner la cámara grabando un color blanco para que desde ése, sea capaz de grabar todos los colores como deben de ser) para poder encontrar el buen tono a esa grabación.

Diana buscaba Senadores y personajes de la derecha rancia uribista y yo, unida a ella por el cable del micrófono, la seguía buscando recursos e imágenes impactantes que poder guardar en la cámara. Cada minuto que pasaba, me sentía más extraña, más ajena al momento, más extranjera o más bien más extraterrestre. No se si porque no habíamos comido y eran las 17.30 o por el agobio que me daba no comprender como la gente se alegraba de que la guerrilla siguiera viva me empezó a dolerme muy fuerte el esternón, un dolor agudo que me hacía respirar mucho más hondo que dos horas antes… En silencio y tras mi cámara yo grababa intentando que no se notara lo que sentía y que Diana sintiera que estaba acompañada. El cable del micro me unía a la única persona, que en ese momento sentía que podía salvarme ante las fieras desgallitadas del No. Eramos como dos ratoncillos en una fiesta de gatos salvajes, que lo único que queríamos era un poquito de su queso y huir…

A las 18.15, me di cuenta que la cámara que llevaba no tenía luz, así que aprovechándome de los grandes focos de las cámaras de las televisiones locales grabé los últimos recursos y mirando a Diana a sus ojos igual de abiertos que los míos, le dije “Nena, vámonos de aquí, ya no podemos sacar más”.

Salimos corriendo, como si nos persiguieran por la calle 66 hacia la oficina, unidas por el cable como si eso nos protegiera más y al llegar a la oficina, sin hablar demasiado,  Diana se puso a editar, mientras yo, desde mi ordenador resumía lo que habíamos vivido para poder hacerle el informe a XXX que ya había confirmado que lo quería.
Seguía doliéndome el pecho, pero a esas alturas de la jornada, no era solo el pecho, sino los ojos, el cuello y las muñecas…era dolor de NO.

Conseguimos enviarlo en tiempo record, y continuar con la coordinación del cámara de Medellín que esperaba que Uribe saliera a dar declaraciones desde su finca a las afueras de un pueblo muy pijo de Antioquia...

Santos salió antes en Bogotá, a eso de las 19.30, rodeado de sus más fieles colaboradores y con cara de preocupación.

Callados como si fuera el primer parte de guerra en años, todos los presentes en la redacción escuchamos en silencio intentando comprender en qué momento de la historia estábamos.
Santos lo dejó claro, el pueblo no es que no crea en los políticos, sino que los políticos tampoco creen en el pueblo colombiano y la Firma seguía vigente, solo que ahora la mesa de negociaciones volvía a abrirse, con las condiciones de los que no formaron parte de ella la primera vez, los temidos y cuestionados Uribistas, pero queriendo el objetivo común de “todos los colombianos” una paz “estable y duradera”.


PD: Hoy todos estaban tranquilizandose unos a otros diciendo que viva la Paz... Un circo señores... un circo.