Antes de comenzar mi relato, deben ustedes recordar que
desde que mi madre me deja ,yo no desayuno nunca. Soy más de cenas contundentes
y aguantar hasta el bocata de media mañana.
A mi me está dando pena Pablo éstos días.
Sabía que iba a pasarme, pero la verdad es que, no puedo
evitarlo, me da pena.
El tan ingeniero, tan acostumbrado a los números, a los
exceles, a que los cálculos funcionen…
Y ahora claro, aquí…
Al pobre le sorprende eso de que tengas que encontrar tú la
solución, de que las cosas no funcionen a la primera, de que quien te atienda
no sea la persona màs competente del planeta… Pero lo que peor ha llevado mi
Pablo, es el tema desayuno.
Hombre precavido, sabiendo que los colombianos hacen un café
diferente al nuestro, Pablo se trajo su Nesspreso en la maleta. Se quitó de
traerse más ropa, traerme tomate frito Orlando para poder albergar en sus 45
kilos permitidos, una Nesspreso.
La envolvió entre camisetas, calcetines y demás y nada más
llegar a su nueva casa, la puso en la cocina para sentirse como en María de
Guzmán y tomar un cafecito antes de salir a su nueva oficina.
Ese mismo día me crucé la ciudad hasta la tienda de
Nesspreso y compré 5 cajas de cápsulas de los colores que yo recordaba que
tenía en casa y al día siguiente, como el primer día de cole, nerviosos por
empezar, nada más despertarnos Pablo salió raudo y feliz de la cama hacia su
Nesspreso.
Le puso agua embotellada, cápsula, la enchufó y… eso no se
encendió.
Probó en otro enchufe y lo mismo…
El pobre, con una desilusión tremenda, usó la cafetera que
venía con el piso y se hizo un café colombiano que es más agua oscura que café.
“Un tintito” le llaman.
Así que el primer sábado que llegó, a las 10.00 de la
mañana, como un clavo ,estábamos en la puerta de la tienda de Nesspreso
para preguntar qué había pasado.
Nos explicaron que era normal, que las corrientes aquí son
más suaves y que las nesspresos europeas no funcionan porque no les da la energía.
Pablo hizo de tripas corazón y aprovechándose del cambio del
euro al peso, de los precios locales y de una super oferta, se compró otra para
que sus desayunos funcionaran.
Pero claro, otra cosa que yo no tenía antes de que él llegara,
además de café, era tostadora.
Así que ayer, nos recorrimos medio país donde no se
desayunan tostadas sino arepas, para conseguir una tostadora de pan que Pablo
denominó “ De esas de toda la vida”.
Primero fuimos a “Pepe Ganga” que es un sitio que tiene
muebles, pequeños electrodomésticos, jueguetes…
Allí, tras preguntarle a cuatro dependientes por fin
encontramos unas tostadoras que costaban como 100 euros muy peripuestas ellas.
Al ver nuestra cara, la cuarta dependienta que nos llevó
hasta ellas, entendió que aunque fuéramos gringos, no íbamos a pagar 280.000
pesos por una tostadora “de esas de toda la vida”, así que nos llevó a otra dependienta que nos
enseñó otras tostadoras más baratitas que estaban de oferta.
Eran como 25 euros, pero como aquí se desayunan arepas y no
tostadas, se trata de un electrodoméstico importado, y eso tiene un precio.
Pagamos la tostadora,
pero conscientes de que no hay que fiarse de nadie ni de nada, le
pedimos a la señorita de la puerta que nos dejara probarla.
La desenvolvimos con cuidado y la enchufamos en un mostrador
entre las luces de navidad y las muñecas
psicodélicas que según parece serán el regalo estrella estas Navidades.
La señorita que nos ayudó, intentó accionar el aparatito,
pero al no tener ni idea de cómo se utiliza una tostadora “ De esas de toda la
vida”, le pidió a Pablo ayuda y él, con
resignación, accionó la tostadora con
fuerza.
A los pocos segundos, el electrodoméstico recién comprado
empezó a echar un humazo y a oler a plástico quemado de una manera
completamente anormal.
La señorita, sonriendo nos aseguraba que era habitual, que
las tostadoras siempre se queman al principio. Pero Pablo, consciente de que
eso iba provocar un incendio, le pidió amablemente si podría probar otra de las
de oferta para poder llevarse una que funcionara.
La señorita le pidió a un compañero que fuera a por otra, y
sin dejar de sonreir, esperó a que le trajeran otra en las mismas condiciones.
La sacó, la enchufó, le pidió a Pablo que la accionara y… Otra vez comenzó a
derretirse por dentro.
Pablo, completamente fuera de sus casillas, le pidió a la
señorita que le devolvieran el dinero, pero lo que Pablo no sabe en Colombia no
te devuelven el dinero, así que la
señorita le dijo que eso era imposible.
Consciente de la fuerza de la frase de “Quiero hablar con el
encargado” y conteniendo su rabia que le hacía ya resoplar, le pidió a la
señorita, que llamara al encargado.
Como la señora no podía alejarse de las tostadoras por si
nosotros éramos unos gringos ladrones que al mayor descuido nos llevaríamos las
tostadoras achicharradas que según ella funcionaban, llamó a un compañero que
llamó a otro y que llamó a otro que trajo al encargado, que tras escuchar
nuestro acento y nuestra justificación, le hizo sin problema una devolución a
Pablo.
Pablo el pobre estaba desquiciado, salimos del “Pepe Ganga”
y con el objetivo de saciar su sed de tostadoras, me acordé que en el Jumbo,
(el Carrefour de aquí) yo había visto hacía unos meses tostadoras.
Así que cogimos un taxi, cruzamos 69 calles y nos plantamos
en el Jumbo a una hora de cerrar.
Preguntamos a una señorita por las “Tostadoras de toda la
vida” y nos llevó a las planchas para hacer sanwiches, luego preguntamos a otra
que nos dijo que no manejaban tostadoras, a otra que nos llevó al otro lado del
Jumbo y al final reconoció que no sabía dónde estaban y luego a otra, que nos aseguró que si que
había y nos volvió a llevar al estante de las sanwicheras.
Así que frente a esa estantería, viendo como Pablo se cubría
la cara con las manos con gran desespero, sólo se me ocurrió abrazarle y
decirle que a mí no me importaba que hiciera tostadas en la sartén.
Nos dio la risa, abrazados en medio del Jumbo detrás de una
puta tostadora.
Hoy ha desayunado galletas, se las ha terminado, no se qué
pasará mañana… No quiero tocar el tema.
Al pobre le está tocando luchar con todo.
Esta mañana, mientras cerraba unas cosas en mi trabajo, he
recibido una llamada suya. Me ha contado que ha ido al banco que ya había
solucionado lo de su cuenta, que ya tenía cuenta en Bancolombia.
A mí me ha parecido rarísimo, porque nadie lo consigue a la
primera, pero me he alegrado muchísimo y le he dado la enhorabuena.
Por la tarde, a las seis o así me ha vuelto a llamar. Me ha
dicho que su móvil debía de estar mal, porque los del banco le habían
dicho que en media hora le mandaban un sms de activación y
que habían pasado 4 horas y nada.
No se lo he dicho en ese momento, estoy esperando a que
vuelva a casa. Pero nunca le mandarán el mensaje.
Mañana habiendo desayunado un café con pan Bimbo sin tostar
,tendrá que volver a Bancolombia y volver a perder otras dos horas, luchar con la misma tía que hoy le ha prometido que estaba todo activado
y que se hará la loca diciendo que durante la jornada de hoy “El sistema se había caído”.
PD: Sepan ustedes saber que Pablo no está de acuerdo con mi versión
(visión) de los hechos. Es más, está un poco molesto...