martes, 24 de marzo de 2015

El paraíso y el Clásico (Tayrona Madrid Barça)


Este fin de semana, por mi cumpleaños, me he regalado un viaje al Paraíso. Mis amigos los vascos iban a ir, así que me apunté a su plan y ha sido fantástico…

El paraíso, para quienes no lo sepan,  se llama Parque Natural Tayrona y está a 34 kilómetros de Santa Marta.

Parque Tayrona es una reserva natural de 12.000 hectáreas donde el caribe más azul y la vegetación salvaje de la zona se unen dejando que un determinado número de turistas al día puedan disfrutar de la tranquilidad de no tener cobertura…

En Tayrona, vive aún una tribu precolombina, los Koguis.

Los Koguis son hombrecitos pequeñitos y morenos que siempre visten de blanco y llevan unos gorritos de paja puntiagudos que hacen que parezcan gnomos cuando te los cruzas por los laterales de los senderos de Tayrona.

Los Koguis creen que las montañas de Santa Marta son el Corazón del mundo y que ellos son los son «hermanos mayores» de la humanidad, por tanto los extranjeros , especialmente los que provienen de occidente, somos los  «hermanos menores», así que técnicamente he pasado tres días en el corazón del mundo disfrutando de ser hermana pequeña de la humanidad…

Los Koguis acordaron hace unos años con el Gobierno de Colombia que cedían parte de sus playas para uso turístico, a cambio de que respetaran sus áreas (poblados en medio de las montañas), la naturaleza, los yacimientos arqueológicos, sus costumbres y leyes y por supuesto que obtuvieran parte del beneficio de explotar sus tierras…

Así que “conviven” con alemanes color cangrejo, argentinas despampanantes que fuman sin parar, colombianos ruidosos que vienen de Medellín o Bogotá a buscar descontaminarse y españoles, como mis amigos y yo, que vamos mirando a todos lados entusiasmados hasta con las hormigas culonas.

En la playa de Arrecife, hay un “camping” en el que puedes poner tu tienda o bien dormir en hamacas con mosquiteras, es bastante básico, un camping con duchas, algo de comer y un tejadillo lleno de hamacas blancas colgadas en hileras.
Es en esta “cabaña”  donde están las únicas tomas de corriente que puedes encontrar a varios kilómetros a la redonda, hay 8 para todo el camping y siempre hay algún teléfono (que no tienen cobertura) o cámara de fotos cargando...

Es ésta característica, la que hace que puedas cruzarte con un Kogui sin que éste tenga prisa por huir de tu ruidosa presencia...
Los niños kogui juegan con ramas, con monos aulladores, con los caballos que llevan a los gringos, con arañas peludas, con tierra, peces, arena, escalan por las palmeras, tienen columpios en los árboles… Pero los niños koguis, que yo lo vi, tienen también coches teledirigidos marca Mercedes que tienen que cargar de vez en cuando para seguir jugando y obligan a sus madres a bajar al camping a enchufarlo.

Todos miran con miedo o recelo, no se fían, saben que ahora ellos son los extraños y pasan de interactuar con los “blanquitos” que intentan ser sus amigos… Se les ve felices, libres y conscientes de que el paraíso está a su servicio…

Pero en el paraíso, además del camping de Arrecife hay un chiringuito dos kilómetros más allá, en la Playa de Cabo San Juan,  en el que dan arroz con camarón hasta que se acaba y espaguetis con ajo y champiñones hasta que te hartes a precio de Charolés...

Para llegar tienes que pasar tres playas, caminar por senderos en los que los pájaros y los monos te vigilan mientras cantan para que se te olvide el calor que hace y la de mosquitos que te están picando…

Durante ese camino puedes cruzarte con el “Palero” (el hombre que vende helados y los carga de playa en playa gritando “Me quedan 199 , el otro me lo comí en Arrecife, Palitos de frutas a 2.000 muchacha”) o bien con el único policía del parque que lleva pistola cargada y botas militares a lo Rambo, o con otros turistas tan tostados como tú que van al chiringuito a por provisiones… Con un kogui nunca te encontrarás, ellos pasan de caminos…son más de ir selva a través…

Los del chiringuito saben que son ellos o nada, así que se aprovechan para robar con precios de restaurante parisino a todos los turistas atontados que de tanto ver colores tan vivos, bichos tan grandes y aguas tan cristalinas soltamos billetes como si nos quemaran en las manos…

La choza del chiringuito tiene una chocita aún más pequeña anexa, una casita sin paredes, con el tejado de palmeras, cañas de bambú  y una antena de Direct TV.  

 ¿Qué significa que haya una antena parabólica en medio del Paraíso?

Pues tiene varias lecturas:

-          La primera , te indica que estás en Colombia, donde la gente puede que no tenga para comer pero para un plasma con satélite de pago sí.

-          Lo segundo que para mi amigo Jorge, antimadridista (es del Athletic de Bilbao) de corazón, se le acaba la agonía de no poder ver el Barça-Real Madrid de la Liga.

-          Y por último para todos los hombres del Parque, que exista esa antena les brinda la posibilidad de poder unirse para ver el partidazo del mes, el del equipo de Messi contra el equipo de su James.

Así que el domingo, a las 15.00 (hora local),  todos los hombres del Paraíso, un puñado de mujeres y otros tantos turistas, nos pusimos a ver el partido bajo esos cuatro palos mal puestos.

Nunca he visto un partido con un auditorio tan dispar... Ni en la Ferro en la adolescencia cuando Mijatovic nos dio la séptima… eso era pluralidad y lo demás tontería…

A la izquierda de la cabañita, dos mejicanos muy pijos animaban al Madrid, mientras que en segunda fila, detrás de ellos, un hombre kogui con un machete enorme discutía con el único Policía del Parque (con pistola) sobre el gol anulado del Madrid encima de un tronco mal cortado que les hacía estar como torcidos.

Más allá, Jon y Jorge, mis amigos vascos con la camiseta del Athletic, tomaban cerveza celebrando los goles de un francés del Barcelona. A su lado tres adolescentes sin camisetas con la boca abierta seguían el balón atontados como si se les fuera la vida en ello…

A dos personas de mí, una mujer de Santa Marta daba biberón a un bebé en la única silla de toda la choza, ella en el centro de la choza miraba a su bebé con cariño pasando del partido completamente pero con su marido en cuclillas a la izquierda embobado con lo bien que centraba Ronaldo...

 A mi izquierda un gordo con la camiseta de Messi le preguntaba a mi amiga Diana (de Murcia) que como una chica tan guapa (es rubia y eso mola muchísimo aquí, además de ser guapa) podía ser forofa del Madrid.
Y sentados en el suelo viéndolo a través de las cañas del lateral de la choza, el camarero del chiringuito, otro señor que tenía pinta de ser argentino o algo así y yo…

En el segundo gol llegó el “Palero” que vendió casi toda su mercancía,( aunque no paraba de gritar que le seguían quedando 199 por que el otro se lo había comido él). Le regaló un polo de fresa al policía sin mediar palabra y se sentó en su bolsa nevera para continuar viendo el partido.

A los 10 minutos de la segunda parte, concentrados en el partido, sin quitar la vista del balón, mi compañero de la izquierda (el camarero) gritó “hihoeputa”, algo rarísimo en un colombiano (una palabrota y a balón parado, algo no cuadraba!!!)el tío pegó un brinco , me agarró del brazo y me levantó, se subió al tronco en el que estábamos sentados y de repente allí, ajeno al momento histórico, apareció un un sapo verde, feo y arrugado tan grande como una lata de coca cola andando despacito.

Con ojos saltones, miraba asustadito a todos los allí presentes, alucinando con  barullo Mientras, el camarero y yo casi abrazados de pavor, le mirábamos desde lo alto del tronco horrorizados intentando adivinar sus movimientos…

La verdad es que ver un sapo así, mientras ves la cara de Suarez el del Barça o Pepe del Madrid, pues acojona…

El sapo volvió a esconderse, alguien dijo que tal vez sería Madridista y que por eso se escondía, hubo risas, hermanamiento… pero el camarero y yo nos quedamos sin sitio, nos daba miedo el sapo del Madrid…

Así que en ese momento, Diana, Mónica y yo decidimos abandonar el lugar e ir a la playa, ya no tenía sitio a la sombra y el Madrid perdía, así que ya no merecía la pena continuar ahí…

Cruzamos los 50 metros de sol abrasador de hora de comer que separaban la tele de la arena y llegamos de nuevo a la playa…
Solo mujeres, nada de salpicar, ni de gritar ni de armar barullo…

Agua cristalina, arena blanca, el bote de pescadores amarrado de una palmera bailando sobre las olas suaves que aterrizaban acariciando la arena de la orilla….

Pusimos nuestras toallas a la sombra de unas palmeras sin mediar palabra, respirando cada segundo de paz, nos tumbamos boca abajo y a los tres minutos estábamos plácidamente dormidas las tres…

La playa fue durante esos siguientes 35 minutos femenina, preciosa, perfecta… resumiendo, fue paradisiacamente nuestra…


PD: No vuelvo a pasar mi cumple sin fiesta de disfraces... me niego... ha sido durísimo...de verdad... no vuelvo...

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