lunes, 26 de septiembre de 2016

Firmas, cámaras y otros animales


Si todo va, como tiene que ir , hoy no será la última vez que escuchéis sobre Colombia.

Hoy, vuestro ayer, ha sido un día histórico para el país en el que trabajo.

La fecha que tendrán que estudiar millones de niños latinoamericanos, una jornada de la que se harán reportajes, libros, series y quien sabe, tal vez, alguna película dentro de unos años…

Hoy el Gobierno Colombiano y las Farc-EP han firmado el acuerdo de paz.

Y os juro que ha sido de piel de gallina. Muy duro (eso si), porque he dormido cuatro horas, trabajado en las últimas veinticuatro, dieciocho y gritado unas… ¿cinco? Estoy afónica, me duele la cabeza y la tripa de tanta cocacola y té….pero… lo hemos contado en imágenes.

Hay pocas satisfacciones mayores en la vida de alguien que se dedica a la actualidad, que la de poder hacer llegar a todas las casas una noticia de ámbito internacional “positiva”. Contar cosas positivas es menos adrenalínico que las negativas o las catástrofes, pero igual de gratificante... Un ex compañero de trabajo, en medio de una súper venta de unas imágenes en exclusiva, se atrevió a comparar la sensación de publicar en esas condiciones a un orgasmo… Yo no me atrevo a afirmar lo mismo… pero desde luego, ver tus imágenes ilustran Le Figaró, The NewYork Times, Telecinco y Canal Sur… Es un subidón que flipas.

Aunque sea algo mentira lo vivido hoy, aunque no les guste a todos, aunque el coordinador de la empresa con la que se ha asociado mi empresa no haya coordinado nada y haya sido algo desastroso enterarse desde Bogotá lo que estaba pasando a diez metros de él y tener que enviar a ciegas… Está contado.

Los actos oficiales empezaron hoy a las 07.00, pero la firma en sí, ha sido a las 17.00.

Así que ayer, mientras re editaba a las 02.00 unos vídeos de la llegada de Raúl Castro a Cartagena, decidí que hoy si os si, me iría con Juan Pablo, nuestro cámara, a cubrir la firma desde la Plaza Bolivar de Bogotá donde habían convocado a todos para ver la firma de Cartagena.

Volvería a ser su asistente, como en la Manifa del 1 de mayo,  y podría con el móvil en la mano escribiendo mil whatsapps desde la tarima de prensa, poder vivir el momento histórico.

Así que me acredité y de paso acredité a mi amiga Iris, que es periodista y profe experta en Conflicto y paz, a la zona de prensa de la Plaza Bolivar.

Quedamos una hora antes de la firma en mi oficina para poder ir juntas y así que no tuviéramos problemas con el acceso. El taxi nos dejó a tres manzanas, íbamos dando saltitos emocionadas, sonriendo y siendo conscientes de lo que estábamos viviendo. Pasamos dos controles de seguridad , enseñamos nuestras mochilas,  nos cachearon y una vez pasado el filtro, nos dirigimos a la zona de prensa.

Allí, muy a lo colombiano, la jefa de prensa de #ColombiaDiceSí, tenía el móvil sin batería, así que nos tocó llamar a uno que llamó a otro que llamó a otro que por casualidad estaba al lado de Mariana, que vino a saludarnos.

Le pedimos nuestras acreditaciones, y resulta que ella no las tenía, que tenía que buscar a un tal Nelson Navas, nos pidió que la esperáramos tras unas vallas en las que se leía muy grande Si-si-si-si.

Se adentró en la carpa de prensa y… si te he visto no me acuerdo. Muy colombiano también…

Así que tras diez minutos de espera, llamé a Juan Pablo, me explicó dónde estaba y fuimos en su encuentro sin acreditación ni nada.
Él estaba en una tarima, bajo una estatua del mismísimo Don Simón (no el de la sangría sino el de la independencia de Colombia) donde estaban todas las cámaras de todas las teles que puedes ver en el país + agencias + telesur + otras cuantas…

Al llegar a las escaleras de acceso, delante de la valla, había un segurata de unos veinte años que se notaba que la firma de la paz le estaba quedando grande.

Miraba hacia los lados, intentando que nadie pasara hacia la zona de prensa aunque nadie lo intentara, los ojos, que abría de par en par, le brillaban y el calor , que comenzaba a sentirse a medida que se las nubes dejaban pasar el sol, empezaba a hacerle sudar como un pollo dentro de su chubasquero naranja fosforito.

Nos pidió carnet de prensa, algo que no teníamos, y nos dijo que sin eso no podríamos pasar.

Así que tirando de la astucia aprendida y la cara que he heredado de mi madre, tiré de chulería y  le dije muy seria. “ ¿Usted cree que con toda la gente que hay, voy a traer mi cartera con el carnet que me da de comer señor?  Le enseñé mi tarjeta de visita, y nos dejó pasar diciéndonos con timidez que  “sólo un ratico que si os ven con manilla, se me echan encima”.

Le dimos las gracias y subimos los escalones de par en par para prepararnos para el gran momento. En cuanto subimos, elevadas sobre el resto de los mortales, nos olvidamos de él y contemplamos la inmensa plaza llena, llena, llena de símbolos y colores de paz.

También nos olvidamos la una de la otra, ella se fue a hacer fotos y yo, mientras enviaba whatsapps desde mi móvil de caca, me acerqué a Juan Pablo para
poderle guardar trípode y mochila para que se moviera por la tarima sin preocupación.

Todo parecía de película. La gente gritaba “Sí se pudo”, la música sonaba, las nubes desaparecían dejando brillar el imponente sol, los animadores del escenario
principal animaban a ir a votar por el si el domingo que viene… 
Sobre la estatua elevada de Bolívar, las periodistas de RCN, Red Más y Caracol practicaban entradillas (discursos a cámara) dando pasos y mirando al cielo, los cámaras y fotógrafos jaleaban a las masas para sacar mejores imágenes y yo escribía whatsapps.

Comenzó el Himno Nacional y todos lo cantaron. Comenzó la presentadora de turno a contar quienes estaban  como quien presenta la alineación de un Madrid Barça. Aplaudieron a Maduro, a Castro, a Santos y a Timochenco y abuchearon al Rey Juan Carlos, a Bachelet y a otros cuantos dirigentes más, se guardó un
minuto de silencio y fue entonces cuando comenzó el momento más emocionante de la tarde.

El canto de las “Alabaoras de Bojayá”.  Las Alabaoras de Bojayá, son unas mujeres, que desde hace 14 años, tras la gran masacre que cometieron las Farc, por una lucha contra los Paramilitares por el control de sus tierras, cantan para ayudarse a superar el horror que vivieron. 

Bojayá, es un pueblo del Chocó, un pueblo en medio de la nada, de la selva más cerrada en medio de uno de los departamentos más pobres de Colombia que, casualidades de la vida, es el único Departamento que se baña en los dos mares, el Caribe y el Pacífico. Así  sus condiciones físicas básicas unidas a su frondosa selva, la hacen una verdadera “autopista” en la que  entrar con armas y salír  con drogas es lo más fácil del planeta  y, claro está, en el 2002  nadie quería quedarse sin esa parte del pastel colombiano.

Así que el dos de mayo del 2002, las Farc y los Paramilitares se enzarzaron a tirarse bombas los unos a los otros y a atacar la población de Bojayá que atemorizada, ante la falta de presencia Estatal,  se metió en una  Iglesia y esa fue su perdición, una bomba acabó con la vida de más de 120 personas de un plumazo dentro de la capilla del Pueblo. Las Farc, conscientes de ésta barbaridad, el diciembre pasado, llevaron a sus altos cargos a pedirles perdón por lo sucedido. De los Paramilitares, como podéis adivinar… si te he visto no me acuerdo, y eso que aún siguen de una u otra forma, presentes en el país.

Así que, los cánticos desgarradores de éstas señoras, tienen aún más peso que cualquier voz de todo el país... y ahí, en el acto de paz, vestidas de blanco por primera vez en 14 años, prefierieron cantarles al si, al futuro y a la realidad.

Pusieron en pie a todo el público y sin cortarse un pelo, también han puesto a caldo en sus letras a ambos firmantes. Gritando desde dentro, con ese sentimiento que solo puede salir de muy del dolor, han recordado a los muertos, los desaparecidos, e incluso, que ahí si que casi lloro y se me ha puesto la carne de gallina, han soltado una frase… que a todos los que vivimos éste momento aquí, nos hubiera gustado decirle a Santos: “Oiga Señor Presidente, hágasenos pa ´acá, ¿Y con esos otros grupos, díganos qué va a pasar?”.

Ha sido un momento flipante, cada frase que soltaban las señoras negras, era ovacionada por toda la plaza Bolívar, creando un ambiente mucho más mágico e intercultural… Y así en medio de la interculturalidad, con el teléfono en la mano mientras leía un whatsapp de mi primo Gonzalo que me echaba de menos y me pedía que le contara algo divertido, por el rabillo del ojo, me ha parecido ver un gato cruzarse por la tarima y meterse en un huequito entre las piedras de la estatua.

 ¿Un gato? No podía ser ¿Ahí en medio? ¿Con tanta gente? Imposible… En ese momento, he mirado al argentino que tenía a la izquierda y cuando he visto su cara de asombro me he dado cuenta de que no era un gato, era ¡¡¡una rata inmensa!!!

La pobre ratita ajena a la solemnidad del acto, intentó esconderse, pero era demasiado grandota para el hueco tan chiquitito que había elegido, así que asomando la carita y la narizota marrón, no paraba de buscar ansiosa con los ojitos redondos muy abiertos, un sitio más grande para esconderse…

De repente, mientras la ratita se giraba sobre si misma buscando una salida  y dejando a la luz su asquerosita colita marrón, la presentadora cursi de Red Más Noticias, que minutos antes recitaba su discurso al aire, la ha visto , e incontrolada, se ha puesto a gritar como una loca.

Y así como víctimas del efecto dominó, los cámaras que grababan a las señoras cantoras de Bojayá en las grandes pantallas,  han empezado a dar saltos moviendo sus trípodes intentando agarrar las cámaras para que no se movieran mientras la ratita, completamente loca ante tal histerismo, corría buscando un hueco más grande donde no ser vista.

Los fotógrafos saltaron hacia fuera de la zona de prensa, las redactoras perdieron el control, la rata comenzó a dar saltitos en zigzag por la plataforma de Bolivar hasta que gracias al tumulto, desesperada, se metió de nuevo en el mismo hueco de donde había salido segundos antes, pero que ahora, gracias a la locura del personal, estaba tapado por una botella de plástico de agua que hacía que nadie pudiera verla. La pobre, ha aguantado ahí la hora y cuarto que ha durado el acto, moviendo la cabecita y los bigotes, alejada al menos un metro de cualquier persona… ajena a que la más asustada del recinto no era ella, sino las cinco presentadoras cursis que se apretujaban en la otra esquina del cuadrilátero y los cámaras, más profesionales, grababan la firma histórica de ese momento de paz.

Ella no lo sabe, pero ha sido la gran protagonista del Día D, para todos aquellos que tenían que contarlo al mundo desde Bogotá. Tal vez para ella no sea el día de la firma, sino el día que tras una botella de agua, vio como miles de personas se apoderaron durante horas de su frío hogar, la majestuosa plaza de Bolívar, gritando sí a la Paz.

PD. No se si se podrá ver, pero en el vídeo de caracol, en el minuto 1 y medio sale el canto de las Alabaoras: http://noticias.caracoltv.com/acuerdo-final/un-minuto-de-silencio-y-alabaos-de-las-alabaoras-de-bojaya-por-las-victimas


PD2; La paz en la plaza Bolívar huele a marihuana, estaban todos encantados.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Visado con tacones rojos

Este verano, en Protosín, hablando con mi tía Pachicha, me percaté de que nunca os cuento los grandes problemas a los que me enfrento de manera diaria. Me di cuenta de que siempre narro finales felices (excepto una semana que os usé para desahogarme y rompí la armonía) y que la historia que os muestro semanalmente, es como lo que Platón decía respecto a la verdad, la “Pata del Elefante”. Y tras pensarlo mucho,  creo que es así como debe ser, contaros historias siempre con final feliz, historias que me han hecho crecer o cosas que ya no padezco para reforzar lo bonito y lo feliz, que falta nos hace después de escuchar las noticias…

Así que aquí va mi agobio de los últimos cuatro meses en versión reducida una vez solucionado y siendo alguien feliz.
Cuando uno es expatriado, fuera del maravilloso invento de la UE, se enfrenta a un gran monstruo que no tiene garras pero es malo malísimo; La Administración Pública del país de acogida y sus puñeteras trabas de inmigración para conseguir el visado.

Supongo que todos los que nos embarcamos a ésta aventura, el día que vamos al Consulado de turno nos ponemos nerviosos, dudamos y nos tememos lo peor durante algunos minutitos. Eso es lo habitual, pero esos minutitos de pensar que el sueño ha acabado,  han durado en mi caso cuatro meses de mierda.

Colombia es un país con un crecimiento económico exponencial en los últimos diez años, que unido a la crisis de países con gran desarrollo industrial y gente muy formada, la convierte en un saco donde terminamos todos los que en nuestro país de origen no nos quieren como aquí.
Llegamos cada año miles de chinos, venezolanos y  europeos (En su mayoría franceses, italianos y españoles) a buscarnos la vida alardeando de ser los mejores ingenieros, psicólogos, formadores, abogados…. porque nuestra cultura es mejor que la de aquí… y realmente lo único que somos es el reflejo de lo que muchos colombianos fueron en los 90´s y primera década de los 2000 a países como el que nosotros abandonamos ahora. Somos personas muertas de hambre queriendo entrar a nuestra manera en un sistema diferente.

Así que las autoridades colombianas, en el último año, se han puesto las pilas y han comenzado a cuidarse mucho de quienes entran y quienes no en su país de forma legal.

¿Y cómo lo hacen? Pues de manera aleatoria, sin mucho orden y bajo el “criterio subjetivo del funcionario de manera irrevocable”  (Lo pone en la página de la Cancillería Colombiana, no me lo estoy inventando).

Es decir, que si te toca un funcionario que ha dormido mal, la has liado y te tienes que ir del país al menos por seis meses. Así que el miedo que tiene la gente cuando va a países de “trayectoria” como EEUU, Australia, Japón…  y que sabe que si tiene los papeles correctos pasa y sino no, se multiplica en los que venimos a Colombia… Vamos con el culo apretao a Cancillería a probar suerte esperando que todos hayan desayunado bien.

El abogado de mi empresa, consciente de mis miedos , me aconsejó que hiciera el trámite en España, donde es más fácil conseguir superar el trámite. Disfruté de parte de mis 180 días posibles como turista en Colombia y  cuando fui a España en verano, me acerqué con todos los papeles ordenaditos en plásticos de colores al Consulado Colombiano.

Tras una hora de espera, me atendió la mismísima Cónsul (Estrato seis, encantada de haberse conocido, rubia y elegante….) que tras examinar mis papeles y muy amablemente, me explicó que con las cifras de mi empresa en Colombia no podía tramitar el visado de Trabajo y me aconsejó que pidiera el de “Negocios”. Yo no paré de explicarle que mi empresa en España facturaba más de dos millones de euros al semestre, pero a ella le daba igual, lo que le interesaba era que la Filial Colombiana tuviera dinero y la nuestra no lo tenía.

Cuando empecé a ponerme pesada, mientras ordenaba todo el papeleo que yo había desplegado en su mesa me miró a los ojos y me dijo: “No me cuente más, no quiero que aparezca su nombre en el Consulado, pero si empieza el trámite ahora se lo voy a denegar y no creo que eso a usted le interese.”
En ese momento tragué saliva, cogí mis papeles y con el rabo entre las piernas salí de su despacho directa a Skype para hablar con mi abogado.

Resulta que, lo que la Cónsul no sabía, es que según el tratado de libre comercio Colombo Europeo hay tres negocios exentos en el mismo que no pueden gestionar visados de Negocios: Las drogas, las armas y los productos audiovisuales.

Así que quisiera la Cónsul o no, yo no podía volver allí a pedir un visado de Negocios con mi empresa que se dedica única y exclusivamente a la televisión.

En esto que se me ocurrió preguntarle a XXX, que ya que trabajo para dos empresas, tal vez ellos podían colaborar con la causa.
Inmediatamente se volcaron, me dijeron que sin problemas, pero que todo lo haríamos una vez llegara a Colombia tras mis vacaciones dado que mi abogado (que es también de XXX) así lo recomendaba. Me fui de vacaciones algo más tranquila pensando que esto se solucionaba en un santiamén.

Cuatro días antes de ir a Colombia, desde Fuerteventura en la piscina, escribí a Don Nairo (mi abogado) para que nos reuniéramos la misma mañana que yo me incorporaba y le pedí encarecidamente que tuviera toda la documentación lista y  solo tuviera que firmar e ir a Cancillería ese mismo día.  Su respuesta inmediata decía “Listo, no hay lío”. (Siempre dice eso cuando lo tiene claro).

El lunes que me incorporé Nairo, que es igual de meticuloso que yo con la documentación, me había preparado todo, y nuevamente volvimos a repetir el discurso pero esta vez a través de XXX. Que si teníamos mucho dinero, que si no quería quedarme, que si yo era un alto cargo… Me pidió que me lo creyera y que el día que fuera a solicitarlo me pusiera elegante. Como sabéis aquí las pintas dicen mucho, así que yo apunté eso también en mi cuadernito de apuntes que me regaló Pablo para el trabajo.

Ese jueves madrugué, me pinté el ojo, me puse “modernita”, tacones y me fui hasta la 100 con 19 a por mí visado de trabajo.

Al llegar, leí un cartel enorme en el que ponía que a partir del 1 de agosto, solo se admitirían los trámites previamente registrados on line, me entró el pánico, pero como todo en Colombia, al preguntar, me dijeron que no pasaba nada, que debía  pagar 50 dólares solo para el estudio y luego esperar una hora y media.

Por fin me tocó entrar al despacho del funcionario de turno.  Me levanté de mi silla de plástico del fondo de la sala, respiré hondo, apreté el culo y haciendo ruido con los zapatos de tacón, me acerqué al módulo 19.

Allí, un señor funcionario, que debía que tener mi edad, bebía café en una taza de I Love NYC mientras miraba algo en su Iphone 6. Entré tímidamente, pidiendo permiso y sonriendo mucho. Le di todos los papeles que me pedía mientras le explicaba que no sabía que había que hacer todo antes por internet que disculpara. Escaneó todo lo que me pidió y fue en ese momento, cuando por fin se dignó a mirarme.

¿Vive usted aquí sola? ¿Tiene algún familiar en Colombia? ¿Está casada?  ¿Hijos? ¿Nivel de Estudios? ¿De qué fue su Máster? ¿Qué es lo que le trae al país? (Todo esto en un tono, como si yo fuera de una raza inferior y él dueño y señor de las tierras que pisábamos).  Empezó a preguntarme que porqué dictaba las condiciones de mi contrato la casa Matriz (es decir España) que si yo iba a cobrar en euros o en pesos y tras muchas preguntas más en las que poco a poco yo me iba haciendo más pequeñita y él mucho más grande, me pidió que me retirara que iba a estudiar mi caso.

Salí sin que sonaran mis tacones, con los hombros caídos y con ganas de que esa pesadilla terminara ya que no solo Pablo esperaba una respuesta, sino que mis amigas que han ahorrado durante un año entero para venir a verme, necesitarían que alguien las fuera a buscar al aeropuerto y a mi me quedaban 32 días de turista en el país lo justo para cruzarnos en el cielo del atlántico que nos separa...

Me volví a sentar en la silla cochambrosa, y como en los edificios públicos colombianos no se puede mirar el móvil por seguridad, empecé a mirar por la ventana contando coches pensando en que Paqui, mi gata, seguramente se sentía igual que yo en ese momento, cuando cada día Pablo sale de casa y lo ve alejándose desde el pollete de la ventana del salón… Sin saber con quién,  ni como vivirá  ante tan horrible abandono… No pasaron ni dos minutos y de nuevo volví a ver mi número en la pantalla de los turnos. Entré acojonada y cuando me senté, el funcionario, que volvió a hacer el horrible esfuerzo de mirarme a la cara, me dijo que necesitaba el contrato “Entre las Partes”, que algo no le cuadraba y que me daba 30 días para resolverlo. Saqué mi libreta, la misma donde apunté lo que me había dicho Jairo y puse “Contrato entre las partes”.

Así sin más… ¿Qué es un contrato entre las partes? ¿Entre una de mis empresas y yo? ¿Entre la empresa matriz y la sucursal? ¿Entre las dos empresas que me contratan? ¿Entre la Matriz y yo?. El tío no me quiso decir.

Salí con mucha rabia y volví a llamar a Nairo que en vez de decir “Listo no hay lío” solo pronunció “Grave, en una hora me tiene en la oficina”.

Cuando llegué, Nairo me sentó y me confesó que era la primera vez en su carrera que le pasaba esto… Yo, con un enfado tremendo y jugando a lo que juegan los locales, toqué la amenaza y le expliqué que si “yo caía, caíamos los dos”. Nairo lo comprendió y me pidió que buscara una “palanca”. ¿Qué significa eso? Que esto sólo se podía arreglar a base de contactos.

Me pidió que no hablara del tema por teléfono, ni en la oficina, ni siquiera por mail, y que todo lo que acordara lo hiciera cara a cara.  Jairo es un ortodoxo…

He movido Roma con Santiago, hablado con todo el mundo, ese todo el mundo con todo el otro mundo, ese otro mundo con ..................., .................., ................. y .................. Pero como todo es lento, muuuy lento en éste país, lo que tardas en Madrid dos días, aquí son 10 o 15…

Hasta que dimos con alguien, a la semana de búsqueda, que desde el lugar adecuado, estudió nuestro caso. No pedíamos nada ilegal, únicamente que nos definieran cuales eran las partes para dar con el papel de turno y así conseguir un visado para una trabajadora más. Pero os juro que durante éste proceso me he cagado en todas las fronteras, las vallas de Melilla, las leyes de inmigración y hasta en Cristobal Colón por traerles la burocracia a éste país.

Este alguien nos pidió unos días porque andaba de viaje cerrando la logística de la Firma de Santos y las Farc en Cartagena el día 26, pero que en un ratito nos decía… Unos días en Colombia no son dos o tres….son diez…

La semana pasada, sin que éste alguien nos devolviera la llamada, y respetando sus tiempos al más puro estilo Colombiano, inmigración llamó a la oficina a preguntarle al Director de XXX si yo trabajaba allí, cuanto ganaba, qué hacía, quien era…

Cuando me enteré, me puse malita, no sé si fue el stress, el cansancio, el susto, gripe o qué, pero me empezó a doler hasta el alma. Porque la solución para mi empresa no era que volviera a España con mi equipo P, sino mandarme a Perú, y aunque es un país muy bonito, prefiero estar donde estoy.

Me fui para casa, me metí en la cama, tuve cagalera e incluso tuve algo de fiebre. Hablé con Pablo, con mi madre, mi tía Fer y hasta con mi hermana Susanita durante horas…necesitaba por fin, tras dos años de incertidumbres saber dónde iba a vivir los próximos tres meses. Como derecho vital… y ahora no sabía si todo lo que estábamos luchando Pablo y yo por unirnos en un lugar se iba al garete por un funcionario pijo y prepotente...

Al día siguiente, me levanté algo mejor, cansada y dolorida pero fui a la ofi. De camino me sonó el móvil, pero no pude cogerlo porque estaba en la calle, pero cuando pude ver la llamada perdida, era de Nairo.

Inmediatamente marqué su número y sin decir hola ni nada me dijo “Listo niña, no hay lío” envié lo que me pedían y mañana te esperan para estampar la visa en la cien con diecinueve. Yo, como no me creo nada no se lo dije a nadie, preferí esperar al día siguiente para tenerlo todo cerrado.

A las 07,45 de la mañana del día después estaba allí,  en el edificio de Visas, igual de acojonada que el primer día, esta vez no tuve que esperar demasiado, pagué mi visa e inmediatamente un funcionario vino a por mi “Doctora Patiño, la esperábamos”.

Pasé al módulo 02, sin esperar colas y dejé mi pasaporte.  Estuve esperando fuera unos dos minutos, salió otro funcionario diferente al del módulo dos, no podía creérmelo, era el mismo de la otra vez, esta vez sin prepotencia, sino cumpliendo su trabajo y repartiendo los pasaportes ya sellados de los que ya tenían visa. Cristina Patiño Cubeiro dijo como si nada.

Sonó a gloria, me levanté, saqué pecho palomo, cogí mi bolso como las pijas dejándomelo a poyado en la parte interior del codo, me miré mis zapatos de tacón rojos y meneando el culo que por fin se relajaba tras meses de agobio, me acerqué hacia él, le miré a los ojos levantando la ceja y mientras se lo quitaba de las manos, le di las gracias muy educada, sintiéndome la mujer más afortunada del planeta-colombia.

Me lo han dado para tres años (lo normal es que sea anual), algo que no pienso cumplir porque vuelvo antes, puedo además de trabajar, estudiar y la foto en la que salgo estoy ideal.

Hoy mi compañero Rafa estaba con los mismos síntomas que yo el otro día. Tal vez… era un virus y no stress de loca ya que las chicas con tacones rojos y visados no sufren stress como yo sufrí la semana pasada.

PD: La incertidumbre de no saber dónde vas a pasar los siguientes tres meses es una caca.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Agüita para mi gente

Tras una semana algo aburrida, que ya hacía falta, y sin ninguna aventura reseñable, he decidido hablaros de otro gran icono del espectáculo de éste país...

No estoy hablando de Juanes, ni de Shakira y menos de Nairo Quintana. Que por cierto se marcó el otro día un momento “PelosComoEscarpias” cuando subido al pódium de la Vuelta Ciclista a España,  sonó el himno colombiano y los miles de compatriotas que plagaron Cibeles para acompañarle, se pusieron a cantar como
locos sin que se escuchara casi la melodía… (Soy, como mi tía Nieves, muy de Himnos…)

Os hablo de Jorge Barón.

Jorge Barón es el Jose Luís Moreno colombiano pero casi peor que él...

Nos creíamos que Jose Luis Moreno y su Noche de Fiesta de los sábados de nuestra vida era lo más, algo único, irrepetiblemente nuestro y de gran originalidad… pero estábamos muuuy equivocados.

Mientras nosotros veíamos triunfar en TVE los desfiles de ropa interior, escenas de matrimonio y Macario,  en Colombia arrasaba “El Show de las Estrellas” presentado, producido, dirigido y seguramente grabado también, por Jorge Barón con su productora personal y gran imperio llamado “Jorge Barón Televisión”.
Jorge Barón es ahora,  un señor de unos setenta años, que puede decirse que fue la primera persona que llegó a todos los rincones de Colombia haciendo país y sin otro objetivo que el de divertir al personal.

Salió de la nada, un día con 18 años recién graduado, tras un enfado monumental  con su padre, llegó a Bogotá desde su Ibagué natal  para hacerse rico. Lo que quería él era ser Diplomático pero como le salió mal el examen de ingreso a la Escuela y no se quería volver a casa, se metió a la tele, a llevar cafés en un programa de cocina.

Un día el cocinero que lo presentaba, se puso malo y él, que no sabía ni freír un huevo, se aventuró  a presentarlo. Triunfó y de ahí todo fue romper el mercado.
Del enfado que tenía con su padre, se cambió el apellido, y de Varón pasó a Barón y de la cocina pasó a las telenovelas, de ahí a crear su propia productora (Jorge Barón Televisión), emitir un telediario de lo más casposo (que aún sigue en antena y se llama Telepaís) y de ahí a presentar un programa que ha marcado en la historia de la televisión colombiana

“El Show de las Estrellas”

Un santuario musical que debías pisar si querías triunfar en el espectáculo nacional e internacional colombiano.

 Si tu objetivo era petarlo, tenías que conseguir que Jorge Barón te dejara cantar en él.

Por el “Show de las Estrellas” han pasado grandes como Julio Iglesias, El Puma, Celia Cruz (amiga personal de JB), Raphael, The Village People, hasta los grandes artistas locales como Shakira, Juanes o Diomedes Díaz. 


No es que  siempre llevara a los mejores, sino que desde 1969 (cuando se estrenó el programa), no ha habido semana que no se haya emitido un show de éste señor.En total 77.000 horas de transmisión al aire. ¿Vosotros sabéis lo que es eso?  ¡Más aun que Informe Semanal que nació en el 73! ¡Una pasada!

Y claro, esto, como es lógico, se le ha ido subiendo a la cabeza de manera progresiva…

Al principio el programa era muy normal, pantalones de campana, micrófonos con cables muy largos….

Hasta que se abrió la tele a los canales privados y tuvo que darle juego para seguir siendo de oro.

Al tío le flipa la publicidad, así que se inventa cositas para que la gente lo asocie a él independientemente de lo casposo que pueda llegar a ser…

Lo primero que se le ocurrió fue “la patadita de la buena suerte” que como bien se intuye consiste en que el tío, al artista que lleva a su programa y quiere triunfar, le planta un patadón en el culo para “desearle suerte”. Cuanto más fuerte es, más le catapultará a la fama… han habido verdaderas desgracias por el uso de ésta singular manera de desear suerte…

Ya que “El Show de las Estrellas” le hizo rico y ya no iba a ser  Diplomático, se emperró en que lo suyo iba a ser la “diplomacia interna”.
Contra todo y contra todos, durante los peores años de la guerra colombiana, en los ochenta y noventa, decidió sacar el Show de las Estrellas, una vez cada quince días, a la calle.

Llevaba (y aun lo continúa haciendo) a los artistas, los técnicos, los iluminadores, maquilladores, es decir a un total de 250 a bichos de ciudad, a lugares a los que el Gobierno no ha entrado nunca, a zonas tomadas por la guerrilla, por los paramilitares, por el Narco…  Solo él y todo su equipo tenían carta blanca durante finales de los ochenta y noventa.

Dicen, que hasta una vez, en Cartagena del Chairá (en medio de la nada) un comandante de las Farc dio la orden de no disparar ni una bala mientras él los visitaba y que gracias a eso, fueron los primeros tres días de paz que vivió la localidad durante décadas.

Los pueblos a los que va, se vuelcan y vuelven locos por espectáculo.

Planta el escenario en el medio de plazas y polideportivos. Las señoras aún se desmayan al verle salir, los niños se vuelven majaretas y los hombres, dejan sus trabajos y labores para ir a beber cerveza mientras disfrutan del Show de Jorge Barón.

Mueve a tanta gente, que los ejércitos (lícitos o no) de las zonas visitadas lo dan todo por la causa colaborando en el montaje, la seguridad y la intendencia del show.

En medio del éxito, allá por los 90, Don Jorge, como obliga a que le llamen hasta sus propias hermanas, se dio cuenta de que muchas de las señoras no se desmallaban por verle a él sino por el calor que sufrían esperando horas y horas al sol durante las épocas de sequía .

Fue ahí cuando surgió una de las frases más míticas de Colombia “ Agüita para mi henteeee”.

La acuñó él mismo, en Barrancabermeja, un pueblo en medio de la nada,  tras convencer a los bomberos  para que les regara a todo el público embravecido con sus mangueras.

Empezó a mojar al público, y a gritarles “Agüita para mi henteeee” y como vio que funcionaba, no ha parado de decirlo desde entonces (Cuando llueve, cuando hace sol y les riega, cuando chispea, cuando tronea, cuando se viene arriba en una función… ) Preguntarle a cualquier colombiano, sea cual sea su color, condición o estrato y os lo dirá con gracia y alegría “AAAAAGÜIIIIITA PARA MI HENTEEEE” .

El tío es todo un personaje, va siempre vestido de blanco (estrena uno cada 20 días), es un rata ratísima al que nadie le soporta en el gremio. Hace de cualquier cosa un panel publicitario, y le importa tanto ganar pasta que llegar a hacer cosas cutres o soeces le compensa siempre y cuando le den dinero.

Está tan loco y enamorado de si mismo que a sus hijos les ha puesto su propio nombre: Jorge Luis, Jorge Andrés, Jorge Eliécer, Jorge Eduardo y dice en sus entrevistas, que aún está a tiempo de ir a por la “Jorginita”.

El caso es que éste personaje capaz de pegar patadas a la gente y de abrazar a vedettes tocándoles el culo en medio de un escenario plagado de niños cantores, forma parte del imaginario social de Colombia y como él mismo afirma (y no se le puede negar) es " El embajador de la paz y de la música" .

A pesar de ser, tal vez el mayor icono vivo de Colombia y posiblemente, como dicen los modernos, el mayor influencer del país, él sigue en sus trece contando sus miles de millones desde su despacho de la carrera séptima y repitiendo sin cesar ésta idea:    "Siempre le he dicho NO a la política, con mayúsculas, porque estoy convencido de que le aporto más al país con lo que hago. Este programa aglutina a todos los partidos, las religiones, las clases y las razas. Es una comunión de masas".
Amén.

Como vale millones y Netfix lo sabe, le ha pedido (baio una cifra que nadie conoce pero que tiene que tener muchos ceros) que participe en la campaña publicidad la nueva creación del gigante gringo de las series “The Get Down” sobre un grupo de negros que triunfaron a finales de los setenta.
El vídeo, después de ésta humilde descripción no tiene desperdicio. Hace de si mismo. Lo borda.

lunes, 5 de septiembre de 2016

Brujitas de plan B

Lo teníamos preparado todo, habíamos visto horarios de buses, dársena, qué llevar para los mosquitos, los precios que podían costar los transportes, temperatura, número de posible guía, horario del último bus…

Lo teníamos todo.

Nos despertamos a las 05.30 de la mañana, queríamos coger el primer bus que partía hacia Buenaventura y paraba en Zaragosa desde Cali para poder, una vez allí y vivir una experiencia única y así poderlo contar en mis mails de los lunes.

Queríamos conocer San Cipriano, una localidad única en Colombia, donde gracias a una situación de necesidad, se habían inventado una solución ingeniosa y fuera de lo común, como hacen los colombianos, agudizando el ingenio para solucionar algo que el Gobierno ausente tanto tiempo no ha podido solucionar.

Queríamos llegar a ninguna parte utilizando las vías de un tren que hacía más de 70 años que no circulaba. Y es que Colombia tiene algo sorprendente, que es que tuvo trenes, vías y rutas fructíferas que impulsaron el comercio y la economía de muchas ciudades, pero que debido a años de guerra, fueron desapareciendo poco a poco dejando solo viva, como única reliquia, una con un tren cochambroso al que ellos llaman “histórico” que cruza una parte de Bogotá y se denomina “Tren de la Sabana”.

Así que en San Cipriano, debido a la necesidad de no vivir aislados, se inventaron “Las Brujitas”  que no son más que un carro de balineras que circula por las propias vías del tren.
Hasta hace unos años, los descendientes afroamericanos que vivían allí, empujaban los tablones a mano para poder llevar a sus esposas, gallinas y semillas a la carretera que unía Buenaventura con Cali y así no morir ahogados por una selva súper frondosa y húmeda.

Pero ahora, gracias a la maña colombiana y al impulso del turismo que agradece la pacificación de la zona, a los paisanos se les ocurrió coger unas motos, adecuarlas a los tablones del carrito y zas! Gracias a la tracción trasera de las motos van como balas vía adelante durante los 7 kilómetros que separan San Cipriano del mundo exterior.

Queríamos desayunar pronto y no comer hasta la vuelta (o ya si eso una truchita allí) así que ahí estábamos, a las 06.05 en el desayuno del hotel esperando que llegara el cocinero para que sirviera unos huevos pericos y un juguito de naranja.  

A las 06.20, con cara de resaca, oliendo a guaro y despeinado llegó el cocinero que como si tuviera toda la razón del mundo nos comentó que no podía servirnos el desayuno porque no había llegado la mesera.

A las 06.30 llegó la mesera, despeinada, en chanclas y sin su uniforme. Nos dijo que sin el uniforme no podía servir, así que a las 06.45 empezamos a desayunar unos croisants duros del día anterior y unos huevos algo mal hechos.

Para las 07.30 ya por fin estábamos en la puerta del hotel esperando un UBER.

Queríamos llegar a las 08.00, que sabíamos que era el que iba directo sin paradas, pero claro, habían cortado las calles por la ciclovía de los domingos, así que el viaje se demoró y a las 08.30 estábamos ya en la estación de bus, buscando las taquillas de la compañía “Corredor del pacífico”.

El de información nos mandó al tercer piso, en el tercer piso nos mandaron al primero y de allí al segundo a la derecha.

Sorteamos vendedores de compañías que nos llevaban a Pasto, a Bogotá, al Eje Cafetero, a Gunguán, a La Cumbre y hasta Popayán. Hasta que por fin encontramos las taquillas de “Corredor del pacífico”.

Eran las 08.45 y el siguiente ,según nuestras cábalas internautas era a las 09.30, asi que pensamos que teníamos tiempo.

“Por obras en la vía, los servicios a Buenaventura estarán in operativos durante la jornada del día sábado y la del día domingo hasta las 02.00 pm”

Ese era el cartel que rezaba en la taquilla, oscura, recóndita y sucia de “Corredor del Pacífico”. El señor que vendía los tikets, que si que estaba allí, arreglando el mundo con otros compañeros, nos explicó que hasta las 2 de la tarde no se podría ir pero que iba a estar “complicadito mamitas” por el tráfico, las condisiones del firme y la afluensia de viaheros.

Nosotras teníamos el vuelo de vuelta a casa esa noche, así que nuestro plan organizado, informado, enriquecedor, plan anunciado esa misma mañana a mis sobrinos por whatsapp,  se desvanecía frente a un negro enorme de “Corredor del pacífico” en una estación que olía a comida frita y con nuestras mochilas de exploradoras.

Bajón total.

Decidimos arriesgar y sacar nuestros móviles para buscar qué hacer en Cali… buscamos durante 15 minutos, y con la actitud agria y desanimada de tres personas que ven mermados sus planes, decidimos ir a un parque a volar una cometa .

Un plan muy colombiano ya que el mes de agosto es el mes del viento y las venden por todas partes muy vistosas y baratitas, así que decidimos que era la mejor opción.

Bajamos a la parada de taxi, nos subimos a uno y le pedimos al taxista que nos acercara al parque en cuestión.

Tanta desilusión teníamos que el taxista le preguntó a Diana. Diana le contó nuestra desilusión, nuestro sueño frustrado de viajar en Brujita.

El taxista empezó a reírse, le resultaba curioso que nos hiciera tanta ilusión viajar en algo que él había visto desde pequeño, pero no en San Cipriano, sino en La Cumbre, un pueblo del norte, en el que hay pequeñas “comunas” a las que solo se puede llegar por las vías y también los paisanos llevan carrito.

Cuando nos lo dijo ninguna consultó al equipo, sabíamos que íbamos a terminar allí, así que le pedimos al taxista que volviera a la terminal a dejarnos para coger el bus que iba a La Cumbre, pero el hombre nos dijo que debíamos abrigarnos, que así, sin chaqueta ni nada era una locura, así que entusiasmadas le pedimos que nos llevara al hotel a cambiarnos y nos devolviera a la terminal.

A las 11.00 estábamos a la terminal de transportes triunfantes y abrigadas. Seguía igual de fea, de maloliente y de gris, pero ahora tenía otra función, traernos el bus que nos llevaba a La Cumbre.
Subimos a un bus que se caía a trozos y tras dos horas de viaje, encontramos La Cumbre.

Un pueblo pequeño, boscoso pero no selvático,  sin un solo negro afrodescendiente y con poco encanto, el que nada más llegar una vía oxidada te recibía recordándote que algún día un gran tren de mercancías viajaba hasta ese lugar.

Nos acercamos a la zona de las brujitas y varios señores nos ofrecieron el servicio de llevarnos hasta unas cascadas.

Acudimos al más viejo de todos ellos, un señor de piel curtida, ojos hundidos, tan moreno que era incluso de color marrón caca, sonrisa de pocos y verdes dientes que secaba con un pañuelo rojo que también le servía para hacer señas a los turistas, muy delgado y lo más divertido de todo, hablaba tan rápido y tan desordenado que no le entendías ni papa.

Intentamos regatear con él, pero al ver que no nos entendíamos nos llevó a una carpita donde una señora gorda nos vendió el “tikete” de la brujita a precio cerrado 15.000.

Nos fuimos hacia la vía nerviosas con nuestro tikete en la mano, con ganas de cumplir nuestro sueño.

El conductor, el señor Leonel, se acercó con la brujita sobre la espalda, solo se asomaba su gorra blanca bajo las maderas y rápidamente colocó el artilugio sobre las vías.

Yo le pregunté por la moto, lo había visto en youtube, y sabía que atrás iba la moto, y el señor Leonel me dijo algo que no pude comprender y empezó a alejar la brujita del tumulto de compañeros de conducción.

Volví a preguntarle por la moto y me dijo “ Aquí está la moto” dándose golpes en las piernillas de alambre que tenía.

Nuestra brujita de La Cumbre no era motorizada, era manual, nuesta moto era el propio señor Leonel que poco a poco iba cogiendo velocidad sobre las vías.

Durante el camino nos cruzamos con gallinas, perros, cientos de mariposas de colores,  paisanos y hasta nos chocamos con una vaca que Diana tuvo que apartar con las piernas para no comer ternera fresca.

Cada cierto tiempo nos cruzábamos con otras brujitas en sentido contrario, que por respeto al Señor Leonel se apartaban de la vía levantándola con ayuda de nuestro gentil Leonel que nos obligaba a poner el pie sobre el raíl para que no siguiéramos vía abajo sin él mientras cargaba a los que venían contra vía.

Cuando llegamos al final del camino contratado, en medio de ninguna parte, decidí hacerle interrogatorio a Leonel. Tenía 78 años, 48 cargando brujitas en La Cumbre, 6 hijos y 10 nietos.
Su vida eran las vías del tren que nunca vio circular y su segadora.

Un hombre de naturaleza, del viento y de la tranquilidad… y del chico (que intuí que era su hijo o su nieto).

Ente confesiones de desplazados por el trabajo, Leonel me pidió un euro, porque nunca había visto ninguno, y eso me dijo muy serio, tenía que pesar mucho, porque están muy caros. No tenía, se desilusionó.

Me preguntó que si tenía esposo, y el por qué  de no tener  hijos.

Me aconsejó que tuviera muchos,  que los hijos eran muy buenos para el campo. (Entendí que era para ayudar en el campo). Y tras un silencio mientras observábamos mariposas bajo la sombra de un árbol, Leonel me aconsejó con preocupación que practicara mucho, que era también muy bueno. A mi me dio la risa, a él también y en ese momento, como la mitad de los colombianos empezó a hablarme de la importancia de Dios y de ser buena persona, porque según él, y al oir esto me desconcerté porque no venía a cuento, “Dios ama y perdona hasta a los sicarios pa que les salgan bien los encarguitos”. ¡Toma ya!

Todo esto lo contaba en su idioma medio balbuceado, con sus cuatro dientes verdes, posiblemente de mascar coca, mientras limpiaba su saliva cada dos por tres con su trapo rojo.

Le pedí una foto y me dijo que no me agarraba para la foto porque luego venían los problemas con el esposo, así que así quedamos, en la foto, sonrientes y felices de haber conocido una historia diferente, de escuchar una vida antagónica.

Tras unos minutos de charla, a la que se unieron mis amigas, se decidió por Diana, que no tenía novio y era la más hermosa. 

Así que a la vuelta, cuando nos cruzamos con una brujita, en vez de ir a ayudar para que se quitara la otra, se quedó parado y mientras el conductor de la otra se acercaba para ayudarnos a despejar la vía, Leonel orgulloso nos presentó a su hijo, que para nada tenía la luz brillante de los ojos de su padre y que lo único amigable que tenía era el escudo del Madrid de su camiseta falsa y ajustada que marcaba una gran tripota cervecera y que ni sonrió para nosotras.

Al terminar el recorrido nos despedimos con un apretón de manos de Leonel, nos dio su teléfono por si acaso regresábamos y en ese momento, nos dimos cuenta que una vez más que en cada esquina, en cada plan b y desilusión de nuestras experiencias de lucha colombiana, hay, siempre una aventura única.