Desde luego, si una semana debe ser marcada en mi calendario noticioso del 2016, tiene que ser ésta.
No solo por lo de la Roja, lo del discurso de Rajoy en Génova ni por que solo queden 23 días para que llegue a España...
Es que Colombia ha sido noticia, Gobierno y Farc han firmado la Paz.
El miércoles pasado, me despertaba a las 06.18 de la mañana un Whatsapp de mi compañero Andrés diciendo “Han pactado en La Habana, hoy si que estará movidito” y en efecto, lo estuvo.
Ha sido una semana llena de signos, gestos y firmas que a una persona que procede de un país en el que los símbolos patrios no nos representan a todos y los himnos poseen (para muchos) connotaciones fascistas, es una auténtica inmersión en la cultura de la “comunicación de masas emocional”.
El colombiano es una persona que ama su país, su familia y su equipo de fútbol por encima de todas las cosas. Es un humano con el sentido de pertenencia más desarrollado de lo normal, tal vez porque desde hace más de cincuenta años, le ha tocado defender lo que siente y lo que es con su propia vida.
Desde que los americanos se llevaron Panamá, o mejor dicho, desde que Alonso de Ojeda pisara éste país en 1499, les han dado por todos los lados.
Primero los de fuera y luego ellos contra ellos mismos y debido a ésta fragilidad del “estado de las cosas colombianas” el Gobierno de la Nación, en los últimos años, ha explotado la publicidad patriótica hasta la máxima expresión.
¿Y qué conlleva eso?
Que si eres extranjero, vayas por donde vayas eres consciente de que estás en Colombia y si eres nacional, cada momento es bueno para recordarte que el país se construye día a día.
Todos los días a las 06.00 y a las 18.00, todas emisoras de radio y las televisiones nacionales, están obligadas a poner el himno de Colombia y nadie lo ve símbolo del “régimen”.
Lo ven como normal.
Lo he escuchado en taxis, en el trabajo, mientras me hacía masajes (este capítulo de los masajes os lo contaré más a delante o mejor en vivo) en medio de mi concentración de Spa… da exactamente igual que escuches “Tropicana la más bacana” o “Radio Caracollll”, que a las seis toca himno si o si.
Además, el Gobierno, está haciendo una campaña de publicidad preciosa con anuncios por todas partes que siempre terminan con la frase “Todos por un nuevo país. Paz, equidad y educación”.
En los anuncios se ven colombianos de todos los colores, siempre muy guapos y en lugares magníficos. Colombianos sonrientes, que se abrazan y viven en paz. Y cuando se trata de las Fuerzas Armadas, salen unos soldados… ¡Qué soldados! Yo os prometo que de todos los retenes que me habré cruzado en Colombia, ¡Nunca he visto a los de los anuncios de Santos!
Y eso que como ciudadana, para transmitir tranquilidad, cada vez que pasas por un control debes mirar al soldado, fijándote bien en él y enseñarle tu mano con el pulgar para arriba en señal de que todo está ok… Nada, los de los anuncios no los he visto jamás!
Las banderas de Colombia están por todas partes, grandes pequeñas, con forma de corazón, de cubre retrovisores para taxis, en pulseras, en los menús de los restaurantes, en todos los puestos de comida callejera para cubrir el carro que lleva los tuppers llenos de corrientazos... y hasta los recicladores (que son los vagabundos de Bogotá) en sus carros de madera llevan una sucia bandera cubriendo los cartones.
Pues bien, el miércoles, cuando Andrés me despertaba con ésa noticia, no solo se conocía el bombazo de que era el último día de la guerra contra las Farc, sino que había un acontecimiento muchísimo más relevante para el colombiano medio…
Colombia jugaba la semifinal de la Copa América contra Chile… y eso señores… Son palabras mayores.
Para empezar TODO (y digo TODO el mundo porque visten hasta a los perros) se pone su camiseta de la “Selección Colombia” (Así llaman los colombianos a su selección, no como nosotros que la nombramos “La Roja” o simplemente “La Selección”) la ciudad se tiñe de amarillo y quien no lleva la camiseta de Selección COlombia… es raro o tiene algún problema.
Tengo que reconocer que el año pasado, ante la marea de amarillos, tuve que comprarme una, y como todo Bogotá, fui al mercado de falsificaciones a por una de 5 euros maravillosa que solo me he puesto dos veces (una de ellas cuando llegué a España el verano pasado) pero siempre la llevo en el bolso los días de partido por si me dicen algo en la oficina o en la calle.
También le compré una a Pablo (embriagada por la corriente amarilla que me arrastraba cada partido) y cuando se la di, el pobre no entendió nada, no supo que decir… y es verdad que en España, éste amarillo se ve feo feo feo… Aquí sin embargo es “Color Colombia”.
Total, que el miércoles, en las calles, no se hablaba de otra cosa que no fuera del fútbol.
En las redacciones de prensa internacional y en los whatsapps de expatriados, solo comentábamos la firma que se daría la jornada siguiente en La Habana…
Era, sin querer, vivir en dos realidades paralelas, en dos caras de un país, la que le importaba a la gente ése día y la que nos importaba a los expatriados y ajenos.
El Informativo de las 12.30 de la mañana abrió con la futura firma, eso me consoló, pero a la media hora (aquí el telediario dura hora y media) conectaron con el enviado especial a Chicago y de ahí no salieron… Que si James jugará de media punta, que si Ospina está en su mejor momento, que si cientos de Colombianos animarán a la Selección Colombia…
Me dio pena… vergüenza ajena, no se...
Por un momento me olvidé que España es igual y sentí que todo el circo patriótico colombiano no era más que eso, un circo para un país poco formado que no entiende lo que significan los pactos de paz y que no les interesa lo más mínimo el futuro de su amada Nación. Sentí que para ellos, la Selección Colombia era mucho más importante que terminar con las Farc.
Esa misma noche, la Selección Colombia perdió dos a cero. James jugó fatal y el país decepcionado, junto conmigo, se fue a dormir más tarde de lo habitual bastante tocadillos.
Pero el Jueves, con las cámaras preparadas y tras escuchar lo que no había podido entender antes, me di con la realidad en las narices.
El Gobierno Colombiano, junto con la Alcaldía de Bogotá, siguiendo su estrategia de “manipulación mediática patriótica”, instaló una pantalla gigante en la Plaza Bolívar, y allí nos fuimos los medios a cubrirlo…
Y allí si, allí en un día laborable, unas cuatrocientas personas (que no son nada para una ciudad de 9.000.000 de habitantes) con sus banderas colombianas, sus paraguas colombianos y sus camisetas con lemas pacifistas colombianos, aguardaban emocionados el apretón de manos de Juan Manuel Santos y Timochenco.
Antes de empezar el acto, grabamos unos cuantos testimonios, y una señora (posiblemente víctima de las barbaridades de los últimos años) de la edad de mi madre, con buena pinta, que podría ser profe de universidad sin problemas, dijo una frase que me quitó la venda de “gringa inculta” que no me había dejado ver hasta ese momento. Una frase que cambió mi visión del conflicto:
“Es un gran paso, si, pero no tenemos que olvidar que la guerra colombiana no es una guerra a dos bandos. En Colombia hay muchas guerras y muchas bandas criminales. Las Farc han dominado los actos bélicos y sobre todo la publicidad. Pero quedan las BaCrim (bandas criminales), los Paramilitares, el ELN y el narcotráfico. Por eso debemos festejar sin olvidar que queda mucho por hacer. Es normal que el pueblo no se lo crea, siguen despertándose amenazados”
La tía me dejó planchada, tenía toda la razón…
Los últimos secuestros fueron por parte del ELN, los asesinatos de policías por parte de la bacCrim “El Clan Úsuga”….
Las Farc eran solo las fichas de color rojo en el tablero de Parchis de la guerra colombiana…
Después de esa señora pasamos a un hombre que había perdido a su hijo en un enfrentamiento armado, y luego a un chico que declaró que él no sabía que era vivir en paz…
Pero yo no paraba de pensar en lo que había dicho esa señora…
Ella me había dado la clave para entender por qué los ciudadanos pasaban tanto… no suponía la paz, solo un gran paso hacia ella.
En medio del lío, la pantalla dio paso al acto solemne de La Habana… BankiMoon, Maduro, Bachelet… nadie se lo había querido perder esa súper foto histórica en éste lado del mundo mientras en el otro estaban pendientes de las urnas británicas...
Sonó el himno de Colombia.
Se hizo hueco entre los asistentes, comenzó a reinar en la plaza Bolivar, solo se escuchaba el himno...
¡Zas!
No sé si adrede o por fallos técnicos, el audio de la plaza se silenció.
Los asistentes continuaron al unísono cantando la letra, sin cesar ni un momento, alzando aun más sus voces…
Momentazo mortal…
Tras diez segundos sin melodía, pero con el cántico del "pueblo", los altavoces volvieron a sonar uniéndose a los asistentes que no se descuadraron ni un segundo de la melodía original.
Al terminar, con los pelos como escarpias, el “amenizador” del acto gritó “Viva Colombia y que viva la Paz” y todos como locos gritaron un viva seguido de aplausos, abrazos...
Apareció en la pantalla la “foto” de Santos dándole la mano al jefe de las Farc.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiAckXpJLahPHKA9Ek7UwMB6Gxvf4RZrzpG37se8dpFRmSse_B7TOLnKGDPBlzkyMGTjOz1-ZvX3xXikwG9U30W4v4FUUrhyphenhyphenZDj1sFEGW9QWFgEne5ZshJbzZcfuSyVEc4Y5gbpT1Ve4v2s/s320/baligrafo.jpg)
El viernes tuve la suerte de tener uno de los 100 balígrafos en mis manos, porque fuimos a entrevistar a la Ministra de Educación que fue quien tuvo la idea del “balígrafo”.
Un auténtico privilegio de esos que no se pueden olvidar y una frase que dice que vuelve a enseñarme en qué momento está Colombia. Una frase que me hizo entender que el Gobierno es consciente, que tienen mucho que educar, concienciar y enseñar en qué consisten sus pasos hacia esa “nueva nación” que dicen los anuncios.