lunes, 27 de junio de 2016

Paz, equidad y educación. Juntos por un nuevo país.

Desde luego, si una semana debe ser marcada en mi calendario noticioso del 2016, tiene que ser ésta.
No solo por lo de la Roja, lo del discurso de Rajoy en Génova ni por que solo queden 23 días para que llegue a España...

Es que Colombia ha sido noticia, Gobierno y Farc han firmado la Paz.

El miércoles pasado, me despertaba a las 06.18 de la mañana un Whatsapp de mi compañero Andrés diciendo “Han pactado en La Habana, hoy si que estará movidito” y en efecto, lo estuvo.

Ha sido una semana llena de signos, gestos y firmas que a una persona que procede de un país en el que los símbolos patrios no nos representan a todos y los himnos poseen (para muchos) connotaciones fascistas, es una auténtica inmersión en la cultura de la “comunicación de masas emocional”.

El colombiano es una persona que ama su país, su familia y su equipo de fútbol por encima de todas las cosas. Es un humano con el sentido de pertenencia más desarrollado de lo normal, tal vez porque desde hace más de cincuenta años, le ha tocado defender lo que siente y lo que es con su propia vida.

Desde que los americanos se llevaron Panamá, o mejor dicho, desde que Alonso de Ojeda pisara éste país en 1499, les han dado por todos los lados. 
Primero los de fuera y luego ellos contra ellos mismos y  debido a ésta fragilidad del “estado de las cosas colombianas”  el Gobierno de la Nación, en los últimos años, ha explotado la publicidad patriótica hasta la máxima expresión.
 ¿Y qué conlleva eso? 
Que si eres extranjero, vayas por donde vayas eres consciente de que estás en Colombia y si eres nacional, cada momento es bueno para recordarte que el país se construye día a día.

Todos los días a las 06.00 y a las 18.00, todas emisoras de radio y las televisiones nacionales, están obligadas a poner el himno de Colombia y nadie lo ve símbolo del “régimen”. 
Lo ven como normal. 
Lo he escuchado en taxis, en el trabajo, mientras me hacía masajes (este capítulo de los masajes os lo contaré más a delante o mejor en vivo) en medio de mi concentración de Spa… da exactamente igual que escuches “Tropicana la más bacana” o “Radio Caracollll”, que a las seis toca himno si o si.


Además, el Gobierno, está haciendo una campaña de publicidad preciosa con anuncios por todas partes que siempre terminan con la frase “Todos por un nuevo país. Paz, equidad y educación”.

En los anuncios se ven colombianos de todos los colores, siempre muy guapos y en lugares magníficos. Colombianos sonrientes, que se abrazan y viven en paz. Y cuando se trata de las Fuerzas Armadas, salen unos soldados… ¡Qué soldados! Yo os prometo que de todos los retenes que me habré cruzado en Colombia, ¡Nunca he visto a los de los anuncios de Santos! 
Y eso que como ciudadana, para transmitir tranquilidad, cada vez que pasas por un control debes mirar al soldado, fijándote bien en él y enseñarle tu mano con el pulgar para arriba en señal de que todo está ok… Nada, los de los anuncios no los he visto jamás!

Las banderas de Colombia están por todas partes, grandes pequeñas, con forma de corazón, de cubre retrovisores para taxis, en pulseras, en los menús de los restaurantes, en todos los puestos de comida callejera para cubrir el carro que lleva los tuppers llenos de corrientazos... y hasta los recicladores (que son los vagabundos de Bogotá) en sus carros de madera llevan una sucia bandera cubriendo los cartones.

Pues bien, el miércoles, cuando Andrés me despertaba con ésa noticia, no solo se conocía el bombazo de que era el último día de la guerra contra las Farc, sino que había un acontecimiento muchísimo más relevante para el colombiano medio… 
Colombia jugaba la semifinal de la Copa América contra Chile… y eso señores… Son palabras mayores.

Para empezar TODO (y digo TODO el mundo porque visten hasta a los perros)  se pone su camiseta de la “Selección Colombia” (Así llaman los colombianos a su selección, no como nosotros que la nombramos “La Roja” o simplemente “La Selección”) la ciudad se tiñe de amarillo y quien no lleva la camiseta de Selección COlombia… es raro o tiene algún problema.

Tengo que reconocer que el año pasado, ante la marea de amarillos, tuve que comprarme una, y como todo Bogotá, fui al mercado de falsificaciones a por una de 5 euros maravillosa que solo me he puesto dos veces (una de ellas cuando llegué a España el verano pasado) pero siempre la  llevo en el bolso los días de partido por si me dicen algo en la oficina o en la calle.
Para demostrar que no soy “ciudadana ajena” y que cumplo con mi obligación como residente.
También le compré una a Pablo (embriagada por la corriente amarilla que me arrastraba cada partido) y cuando se la di, el pobre no entendió nada, no supo que decir… y es verdad que en España, éste amarillo se ve feo feo feo… Aquí sin embargo es “Color Colombia”.


Total, que el miércoles, en las calles, no se hablaba de otra cosa que no fuera del fútbol.
En las redacciones de prensa internacional y en los whatsapps de expatriados, solo comentábamos la firma que se daría la jornada siguiente en La Habana… 
Era, sin querer, vivir en dos realidades paralelas, en dos caras de un país, la que le importaba a la gente ése día y la que nos importaba a los expatriados y ajenos.

El Informativo de las 12.30 de la mañana abrió con la futura firma, eso me consoló, pero a la media hora (aquí el telediario dura hora y media) conectaron con el enviado especial a Chicago y de ahí no salieron… Que si James jugará de media punta, que si Ospina está en su mejor momento, que si cientos de Colombianos animarán a la Selección Colombia…

Me dio pena… vergüenza ajena, no se...
Por un momento me olvidé que España es igual y sentí que todo el circo patriótico colombiano no era más que eso, un circo para un país poco formado que no entiende lo que significan los pactos de paz y que no les interesa lo más mínimo el futuro de su amada Nación. Sentí que para ellos, la Selección Colombia era mucho más importante que terminar con las Farc.

Esa misma noche, la Selección Colombia perdió dos a cero. James jugó fatal y el país decepcionado, junto conmigo, se fue a dormir más tarde de lo habitual bastante tocadillos.

Pero el Jueves, con las cámaras preparadas y tras escuchar lo que no había podido entender antes, me di con la realidad en las narices.

El Gobierno Colombiano, junto con la Alcaldía de Bogotá, siguiendo su estrategia de “manipulación mediática patriótica”, instaló una pantalla gigante en la Plaza Bolívar, y allí nos fuimos los medios a cubrirlo…

Y allí si, allí en un día laborable, unas cuatrocientas personas (que no son nada para una ciudad de 9.000.000 de habitantes) con sus banderas colombianas, sus paraguas colombianos y sus camisetas con lemas pacifistas colombianos, aguardaban emocionados el apretón de manos de Juan Manuel Santos y Timochenco.

Antes de empezar el acto, grabamos unos cuantos testimonios, y una señora (posiblemente víctima de las barbaridades de los últimos años) de la edad de mi madre, con buena pinta, que podría ser profe de universidad sin problemas, dijo una frase que me quitó la venda de “gringa inculta” que no me había dejado ver hasta ese momento. Una frase que cambió mi visión del conflicto:

“Es un gran paso, si, pero no tenemos que olvidar que la guerra colombiana no es una guerra a dos bandos. En Colombia hay muchas guerras y muchas bandas criminales. Las Farc han dominado los actos bélicos y sobre todo la publicidad. Pero quedan las BaCrim (bandas criminales), los Paramilitares, el ELN y el narcotráfico. Por eso debemos festejar sin olvidar que queda mucho por hacer. Es normal que el pueblo no se lo crea, siguen despertándose amenazados”

La tía me dejó planchada, tenía toda la razón… 

Los últimos secuestros fueron por parte del ELN, los asesinatos de policías por parte de la bacCrim “El Clan Úsuga”…. 
Las Farc eran solo las fichas de color rojo en el tablero de Parchis de la guerra colombiana…

Después de esa señora pasamos a un hombre que había perdido a su hijo en un enfrentamiento armado, y luego a un chico que declaró que él no sabía que era vivir en paz…

Pero yo no paraba de pensar en lo que había dicho esa señora… 
Ella me había dado la clave para entender por qué los ciudadanos pasaban tanto… no suponía la paz, solo un gran paso hacia ella.

En medio del lío, la pantalla dio paso al acto solemne de La Habana… BankiMoon, Maduro, Bachelet… nadie se lo había querido perder esa súper foto histórica en éste lado del mundo mientras en el otro estaban pendientes de las urnas británicas...

Sonó el himno de Colombia.

Se hizo hueco entre los asistentes, comenzó a reinar en la plaza Bolivar, solo se escuchaba el himno...
¡Zas!
No sé si adrede o por fallos técnicos, el audio de la plaza se silenció. 
Los asistentes continuaron  al unísono cantando la letra, sin cesar ni un momento, alzando aun más sus voces…

Momentazo mortal…

Tras diez segundos sin melodía, pero con el cántico del "pueblo",  los altavoces volvieron a sonar uniéndose a los asistentes que no se descuadraron ni un segundo de la melodía original.

Al terminar, con los pelos como escarpias, el “amenizador” del acto gritó “Viva Colombia y que viva la Paz” y todos como locos gritaron un viva seguido de aplausos, abrazos...
Apareció en la pantalla la “foto” de Santos dándole la mano al jefe de las Farc.

Santos y Timochenco firmaron con una bala convertida en bolígrafo (mas concretamente en “balígrafo”) en el que grabaron una frase también muy de Santos y su propaganda que decía;  “ Las balas escribieron nuestro pasado. La educación escribirá nuestro futuro”.


El viernes tuve la suerte de tener uno de los 100 balígrafos en mis manos, porque fuimos a entrevistar a la Ministra de Educación que fue quien tuvo la idea del “balígrafo”. 
Un auténtico privilegio de esos que no se pueden olvidar y una frase que dice que vuelve a enseñarme en qué momento está Colombia. Una frase que me hizo entender que el Gobierno es consciente, que tienen mucho que educar, concienciar y enseñar en qué consisten sus pasos hacia esa “nueva nación” que dicen los anuncios.

 ¡Viva la Paz!


lunes, 20 de junio de 2016

Medellín también es Friki

Este fin de semana he estado en lo más parecido a Europa que tiene Colombia:
Medellín.

Como sabéis, soy fan total de los Paisas y cuando voy a esa ciudad,  para mí es como sentirme en un limbo entre mi país y el caos bogotano. Un pequeño respirito de relax y buena energía que siempre viene genial.

Medellín (el Medellín por el que yo me muevo, que no es todo) conlleva zonas verdes, trafico regulado, seguridad y tiempo primaveral.

Así que cuando Cuco (un amigo de Caminos que vive allí) me dijo que por qué no iba el finde que había un plan Friky que aprovechar… no lo dudé ni un segundo  y me cogí un avión que salía a las 06.00 del sábado y volvía a las 07.30 del lunes.

El sábado por la mañana, coincidiendo con mi llegada, en el Centro de Convenciones “Plaza Mayor” de Medellín, se inauguraba la Comic Con Colombia, la mayor feria del có
mic de Colombia y Cuco había conseguido entradas para los dos antes de que volaran de las taquillas.

A mí los cómics ni me van ni me vienen, solo me gustan los de Asterix, pero cuando Cuco me dijo que había concurso de “caracterizaciones de personajes” , es decir DISFRACES, ahí nos plantamos diez minutos antes de que supuestamente abrieran las puertas del recinto para coger sitio y ver a todos los disfrazados.
Y digo supuestamente “abrieran las puertas”, porque en Colombia, si las cosas no empiezan a su hora, no pasa nada, la puntualidad nuestra, para ellos, la tenemos sobrevalorada.

El cine aquí, empieza más tarde de lo que pone en la entrada y la gente llega con la peli empezada sin ningún problema haciendo levantarse a toda su fila sin pedir ni siquiera disculpas. Los aviones de VivaColombia (el Ryanair Colombiano) tienen una clausula en la que avisan que pueden salir incluso antes de los establecido y ,efectivamente, lo hacen muchas veces. Los partidos de la Liga Colombiana suelen empezar unos 15 minutos después de lo señalado en los calendarios…. así que si la Comic Con empezaba teóricamente a las 10.00, ésta debió de abrir sus puertas como a las 10.45 más o menos.

Pero, gracias a ésta impuntualidad sistematizada, Cuco y yo pudimos disfrutar durante al menos cuarenta y cinco minutos,  de una cola para entrar de más de setecientos metros, al sol Medellinense, observando miles y miles de frikis de todas las edades y condiciones luciendo atuendos y pinturas de lo más original.

Nada más bajarnos del taxi, nos dimos cuenta que íbamos a flipar durante toda la mañana, ya que fue cerrar la puerta del taxi,  fue girar la cabeza y encontrarnos de frente con el mismísimo Harry Potter. 

Un niño de unos catorce años con cicatriz pintada,  gafas redondas y pelito así que ni fu ni fa como el de la peli ,  que apoyado en la barandilla que le separaba de la entrada (estaba el tercero en la cola) , miraba y hablaba ¡¡¡con su búho blanco de verdad!!!
El niño pasaba de la gente que le miraba, concentrado y pausado mientras hablaba bajito… parecía mantener una conversación interesantísima con el ave... Tal vez sobre el profesorado de Hogwarts o incluso sobre el Brexit (he de deciros que aquí el Brexit les importa una caca de vaca y no son conscientes de nada de lo que puede suponer según el FMI…)  pero el niño y el búho estaban como en otro mundo…

Total, que después de ese shock, seguimos por la fila andando despacito y sin parar de decirnos “mira esto, mira lo otro” parándonos con descaro aprovechando nuestra condición de extranjeros para preguntar y observar...

Nos encontramos con Super Duff (el de las cervezas de los Simpson), con Batman en bajito, con un Robin con un paquete enorme (recordar que en latinoamerica lo importante, siempre es lo importante) y después de él, vimos a cinco niñas, vestidas de colegialas japonesas que se pintaban los ojos con rayas larguísimas para parecer algo más asiáticas.

Cada paso hacia el final de la fila, era más extravagante…

Padres con sus hijos hablando sobre el Lado Oscuro acompañados de madres despampanantes disfrazadas de Princesas Leias  (con lo plana que está la verdadera, no se donde sacaron las paisas que Leia tenía tremendo escote, pero en Medellín, cualquier evento merece unos pechos operados enseñables y cualquier atuendo merece escotazo).

Nos cruzamos con varios monjes de todos los colores, con personajes de terror, con dos o tres mutilados de guerra que simulaban que se les caían las tripas, una troglodita que iba descalza y llevaba una bota de vino tres jotas (made in spain que a ella le debió parecer de lo más cavernícola porque la llevaba como parte de su atuendo sin vino y sin nada…)  y hasta nos cruzamos con un grupo de chicas de mi edad disfrazadas de algo, que posiblemente a mis amigas y a mi nos hubiera encantado alguna vez en nuestra vida: de Sailor Moon.
Sailor Moon, para quien no lo sepa, eran unas guerreras buenas de una serie de dibujos animados japoneses que defendían a la humanidad de “los
malos”  (así en general).
Cada una tenía el poder de un planeta. (Guerrera Marte, Júpiter…la que mandaba era Luna) Cada guerrera, tenía un color que combinaba con su traje de colegiala y en el caso de las chicas de la cola de la Comic Con, todas llevaban sus colores combinados con las pelucas, las botas, los complementos y los super amuletos mágicos… y eso sí,  éstas, a diferencia de las de la serie que eran bastante recataditas, llevaban las tetas casi fuera y el culete muy a la vista… (Si Priscila Luna estaba plana y nunca enseñó una braguita!!!! y eso lo saben hasta en la China Popular… no se qué dibujos veían estas paisas…¡¡¡de verdad!!!)

Total, que en la fila, cuando por fin encontramos el final para unirnos a ella,  nos hicimos amigos de una pareja, que eran frikis de juegos de rol y alucinaban que dos españoles que no tenían ni idea de nada aparecieran en la Comic Con de Colombia solo por el puro placer de la curiosidad.

Nos recomendaron que paráramos en la zona medieval, así que una vez dentro, haciéndoles caso, y también porque era la primera parte de la exposición, no sé cómo ni porqué nos vimos envueltos en menos de cinco minutos en la disyuntiva de elegir nuestro arma medieval de caucho para hacer entrenamientos disfrazados con unos escudos de madera y unos gorros de metal.

"Para vencer al contrincante hay que golpearlo en el dorso o 'quitarle' todas las extremidades" gritó el líder de nuestro entrenamiento mientras atacaba a otro tío con una armadura de metal a lo “Cid Campeador” muy elegante.

Yo miré a Cuco con los ojos muy abiertos muerta de miedo intentando encontrar el sentido de estar ahí en medio rodeada de tíos con espadas. Pero Cuco, al otro lado del grupo de los aprendices,  no paraba de sonreír con su espada de metro y medio en la mano haciendo movimientos de la guerra de las galaxias de un lado para otro convinados con sonidos de “fiuuuun fiuuuun” entre los dientes… muy concentrado…

Yo elegí una espada con el mango grande para las dos manos (porque pesaba un montón), pensé que así sería más cómodo, pero no caí, como la mayoría de mis contrincantes, que era más corta y por tanto tenía que acercarme más a los demás para poder “matarles” .

A los cinco minutos de lucha de entrenamiento, nos metieron con otros quince tíos y una tía en una especie de “rin” delimitado por maderas, para jugar por equipos al robo de la bandera (Dos equipos enfrentados, tienen que conseguir llevarse un pañuelo que defiende el equipo contrario en el fondo de su campo, si te dan tienes que volver a tu campo y contar 10 para volver a jugar).
Intentando ser amable y buscando aliados, me acerqué a la chica que había y le dije así en plan tímida y divertida “uy, somos las únicas chicas jeje”, sin mediar palabra la tía me dio un abrazo de oso que casi me asfixia. Ahí fue cuando me di cuenta, mientras sus súper brazos no me dejaban casi ni respirar y me llenaba de sudor de guerrera, cuando me di cuenta de que realmente, yo era lo más débil del campo de juego.

Nos dividieron en equipos, nos pusimos en posición, al final de cada uno de los márgenes enfrentados del rin empuñando nuestras armas .

Y mientras esperábamos a que el árbitro diera el grito de guerra que iniciaba la lucha, mirando a los nueve tíos y la tía enorme del equipo contrario con sus espadas, hachas y escudos… me acordé de la historia del país en el que estaba.

Me acordé de sus múltiples guerras, de la cultura de guerrilla, de lo bestias que han sido sus antepasados y no tan pasados, de lo que lucharon contra los españoles, contra los gringos y luego contra ellos mismos. Me acordé de que a mí las guerras no me van, ni en los videojuegos y mientras sonaba el grito de guerra del árbitro y comenzaban los gritos de compañeros y contrincantes que se abalanzaban unos contra otros, tomé la decisión correcta, me quedaría a defender cerquita de mi bandera.

Lo que no pensé en el momento del pánico aterrador que sufrí entre gritos y primeros espadazos,  fue en los componentes culturales que jugaban a mi favor:
El machismo colombiano, el proteccionismo a las mujeres extranjeras, el respeto y educación de los paisas hacia las mujeres en general y el buen ambiente que siempre desprenden.

Así que defendí, como ellos dicen, cual verraca, sin que nadie se atreviera a darme fuerte, y mientras todos luchaban con movimientos bruscos y trogloditas entre ellos, veía a Cuco que parecía que bailaba salsa dando espadazos a diestro y siniestro mientras daba saltitos moviendo la cadera para esquivar las armas.

El único que se atrevió a “matarme”  más de dos de veces  y sin disculparse, fue Cuco. La única que me dio bastante fuerte, la mujer oso del equipo contrario.

Perdió mi equipo, era de esperar (no teníamos a la mujer oso ni a Cuco el bailarín) pero fue divertidísimo sentirnos guerreros durante veinte minutos en un rin medieval de Medellín.

Cuando salimos sudadisimos de cargar con las armas y defender nuestra bandera, entre risas y recreaciones bélicas nos dimos  un fuerte apretón de manos con todos y cada uno de nuestros compañeros y contrincantes .
Nos despedimos del líder y seguimos nuestro recorrido por el mundo de la fantasía, los cómics, las cosas frikis que puede conllevar el ser humano…. alucinando con el ambiente, dándonos cuenta de lo raros que éramos, nosotros tan normales,  en un entorno tan “paranormal”.



PD: Vale, lo reconozco…  no vi moverse el búho ¿vale? Tal vez era de mentira pero… pf! Muy conseguido…de verdad de la buena!!!jajaja

lunes, 13 de junio de 2016

Asociación GastroAlcoholica la Libreta Bogotana

Bogotá es una ciudad complicada… Por decirlo de manera bonita y elegante…

La temperatura ronda siempre la chaquetita y la cazadora.
Llueve todos los días de moderadamente a chaparrón tropical y la altura no deja que respires bien algunas veces. 2.600 metros de polución se notan en cualquier caminata, clase de spinning e incluso en unas temidas abdominales.

Además de eso, Bogotá es una ciudad contaminada. La lluvia hace que todos los días se regenere el aire, pero pasear por las calles principales conlleva tragar humo negro de busetas que sin ningún orden paran allá donde alguien levanta el brazo para subirse, creando aún más caos circulatorio.

Por último, la capital colombiana, no es demasiado segura. Por el día no suele haber problema, pero a partir de las 19.00 es importante andar con cuidado, no pasar por muchas calles e intentar ir siempre (ya partir de las 21.00 obligatorio) en taxis seguros y que éstos, esperen a que entres en el portal.

Pero, debido a todos éstos condicionantes, o simplemente por casualidad ( o tal vez porque el colombiano de estrato seis es también muy disfrutón). Bogotá tiene algo fantástico, y es una oferta gastronómica a precios asequibles que no he visto en ningún otro lugar del mundo. (Tampoco tengo yo mucho mundo que se diga ¡oiga!)

En Bogotá, no habrá buen pescado ni buen marisco, pero si quieres comer cualquier tipo de comida del mundo y muy muy muy buena,  por menos de 50€ , te pones las botas en cualquier restaurante sin excepción.

El restaurante más caro rondará los 50€ pero la media de un restaurante bueno bueno son 15€.

Existen dos o tres zonas llenas de restaurantes de todos los colores y tamaños, que luchan por superarse día a día para llenarse de “gomelos” de estrato seis que van creciendo cada mes al mismo ritmo que crece la clase media colombiana y los expatriados llegan a construir la futura Colombia en Paz que dice Santos.

La zona G (de Gourmet) está a tres calles de mi casa y es la más rica en oferta gastronómica de toda la ciudad. Cada casita es un restaurante, cada bajo es un “bistro” y cada garaje una cafetería con encanto.

Así que debido a esta gran oportunidad que nos regala Bogotá, Luca (un italiano que está pasando una excedencia haciendo voluntariado en Colombia), Diana (con la que fui a Pasto) y yo, hemos creado la “Asociación GastroAlcoholica de La Libreta Bogotana”.

A partir de ésta línea, ruego a los lectores, que se quiten todos los prejuicios y etiquetas de la cabeza. Daros cuenta en qué parte del mundo estamos, en la que tanto tienes tanto vales, en la que el extranjero se presupone rico y en la que comer bien, no es un vicio, sino en muchos casos una necesidad inalcanzable. Recordar la sociedad de estratos en la que el español está por encima… Y en la necesidad que tienen unos de otros para seguir así…

Así que después de acordaros de eso, siempre desde el respeto y siempre,  siempre conscientes de nuestro origen, nuestros valores y nuestras inquietudes,  disfrutamos de algo que en Madrid sería tachado de yupi superficial, pero aquí es simplemente aprovecharnos de una oportunidad circustancial que nos regala esta gran ciudad.

La “Asociación GastroAlcoholica de La Libreta Bogotana” consta de tres pilares fundamentales;  la Presidencia (Diana) el Tesorero (Luca) y la Secretaria (Servidora).

Y todos los jueves que coincidimos los tres en la Capital nos reunimos alrededor de una de las mejores mesas de la ciudad para deleitarnos con deliciosos platos regados normalmente con vinos de la Madre Patria.

Elegimos por estricto orden (un jueves cada uno) y democracia (El voto de la presidenta vale por dos debido a su experiencia en la ciudad y sus contactos) un restaurante de Bogotá.

Quien lo propone tiene que vendérselo al resto explicando el porqué de su elección y dónde ha conseguido conocer el restaurante al menos 48 horas antes del jueves.

Una vez elegido, el día en cuestión, comenzamos siempre con una caña (yo siempre llego tarde porque salgo de la oficina a las mil…) llegamos al restaurante en torno a las 20.30 de la noche y en ese momento comienza la función, el ritual de la libreta…

Llegamos muy serios, solemos darnos un apretón de manos con el jefe de sala para presentarnos, que se queda algo cortado porque no es una actitud muy normal entre los extranjeros alabar el trabajo de quien organiza el movimiento en los salones.

Elegimos, siempre con educación, mesa (no necesariamente tiene que ser la que nos den) buscamos luz, ambiente y comodidad.

Nos aprendemos el nombre de nuestro camarero, nos presentamos  a él también y en ese momento, mientras el camarero nos mira y tiene cerca, yo saco LA LIBRETA y el boli.

Todos, todos absolutamente TODOS los meseros, miran la libreta con curiosidad, pero nosotros, en ese momento, tratamos de no darle importancia.

Abro mi libreta seriamente, me la pongo a la izquierda de mi plato, y escribo el nombre del restaurante (bien grande y claro para que lo lea el camarero), la fecha y ahí, ya estamos preparado para pedir la carta de vinos.

Si el camarero es avispado, en ese momento corre a hablarle de la libreta al jefe de sala, sino él mismo nos traerá la carta de vinos…

Mientras Luca (suele ser él, que le encanta el tema del vino) elige y comenta los “caldos” con su elegante acento veneciano, es el momento en el que yo suelto la clave de la noche, explico el porqué de la libreta.

“Es que estamos realizando un reportaje, o bien escribimos reseñas o cualquier cosa por el estilo, de tinte culinario ya que Luca y yo nos dedicamos al mundo de la comunicación (no contamos mentiras, él es publicista y yo productora) y nos gusta mucho el tema… ó yo tengo un blog…”  

Si no le da mucha importancia comenzamos a hablar de cuatro vinos (que como en Colombia nadie tiene ni idea siempre vamos a saber mucho más que ellos) y pedimos de los baratos el mejor.

Es en ese momento justo cuando empieza la gran experiencia…

Al ser muy buenos restaurantes, y nosotros unos “clientes que hay que tratar muy muy bien por nuestra condición de extranjeros y de periodistas culinarios”, los camareros siempre son excelentes y entre ellos y Diana suelen elegir todo el menú.

Comemos siempre lo recomendado, lo que hemos leído en algún sitio que debemos pedir, pero sobre todo lo que el camarero o el jefe de sala le recomienden a nuestra Presidenta…

Es una auténtica delicia… 

Hemos probado ceviches de camarones que se deshacían en la boca antes de morder, caldeiradas de pescado que olían a casa de la abuela, carrilladas de ternera que no necesitaban cuchillo para partirse, boquerones en vinagre que sabían a sol de domingo español en terracita con el periódico, platos con nombres tan exóticos como “Langostinos del sur viajando al norte” o “Cochinillo a nuestra manera” firmados (por que los platos pijos no se hacen sino que se firman) por Chefs con distinciones internacionales como Paco Roncero, Gaston Acurio… es una pasada…

Cada plato conlleva un comentario del mesero de turno.

Nos explica cómo comerlos (el orden y los sabores que tenemos que encontrar) , de dónde son las carnes y si es un restaurante de comida de algún país específico, nos cuenta de la cultura del lugar.
Mientras, muy en nuestro papel, lo miramos desde distintos ángulos, hacemos preguntas del plato y yo voy apuntando cualquier cosa que se me ocurra en mi libreta con letruja difícil de apreciar,  como que a Diana se le ha caído una patata al suelo, que el baño tenía un lavabo muy bonito, que me acuerde mañana de poner la lavadora… Cualquier cosa que pegue con mi cara de interesante y con el discurso del camarero en cuestión. A veces, Luca, me dice "apunta eso por favor" y yo obedezco sin rechistar.

Mientras comemos y saboreamos hasta la última miguita, arreglamos el mundo.

Luca y Diana son bastante cultos y se puede aprender muchísimo entre cochinillo y tempura de jamón.

Hablamos de política (Diana está afiliada a un partido y es fiel defensora de sus colores, Luca es un currante estratega super enterado de mil cosas y yo les cuento noticias o cosas que leo de Colombia), de economía o de cualquier tema que conlleve, sin querer, un poquito de “interesentantismo”.

Es nuestro momento de la semana y las conversaciones siempre son súper enriquecedoras.

Supongo que es por lo rico de la comida, que terminamos divagando sobre temas de lo más transcendentales…

Pero este plan tiene un inconveniente… Como no son todos los jueves, y Diana y yo pisamos el tapón de una botella de vino y nos emborrachamos, al tercer plato ya vamos por nuestro segundo vino y pasa lo que pasa, vamos con ese puntillo que te da igual que te pongan ocho que ochenta.  

Así que normalmente, empezamos de los más críticos profesionales y terminamos partidos de risa por cualquier tontería perdiendo toda credibilidad.

Todos los postres nos parecen fabulosos, aunque ni los saboreemos del contentillo que llevamos… Suele ser Luca quien los elije también.

Cuando nos traen la cuenta, el ritual siempre es el mismo: Cada uno da una cifra de lo que nos va a costar el banquete y quien más se acerca… ¡Gana! (aunque no ganamos nada).

Nunca hemos pagado más de 30€ por cabeza, suele rondar los 15-18. Es un lujo impresionante.

Pagamos, Luca se fuma su cigarrito en el porche de turno, pedimos nuestros taxis y nos vamos a la cama no sin antes escribir el whatsapp de rigor de “He llegado a casa” “ Ha sido genial”.

El Club GastroAlcohólico de La Libreta Bogotana, ha encontrado su razón de ser y por unas horas nos hace jugar a ser otros mezclados con nosotros mismos y disfrutar de las fabulosas cosas que ofrece esta ciudad inmensa (e inmensamente complicada) que cada día inaugura mejores restaurantes.

PD: Aceptamos invitados, aunque Luca se va en nada y nos deja solas a la Presi y a mi... así que cuando vengáis estaréis invitados.

martes, 7 de junio de 2016

Historias de Nariño, parte II, Yo aquí no me quedo

El “Paro Agrario” conlleva desabastecimiento en las ciudades, por lo que encontrar gasolina en Pasto, es bastante complicado, y encontrar un taxi que quiera llevarte al Aeropuerto a 50 kilómetros… Es aun peor… Así que cuando encontramos a Andrés, un taxista medio despeluchado que vestía camisa de chorreras al que no le importaba llevarnos y traernos… pues no le soltamos…

Nos llevó a ver una laguna, la segunda más grande de Colombia.

Por el camino, tuvimos que sobornar a otro líder indígena para que nos dejara pasar, ésta vez no valieron las palabras dulces sino el billete.

Y de ahí nos llevó al Aeropuerto cinco horas antes de lo previsto porque por la radio de su taxi, sus compañeros le anunciaron que los camioneros cerrarían las carreteras en cuanto bajara un poco el sol… para apoyar a los campesinos…

Así que cinco horas antes de que nuestro vuelo saliera… Diana y yo estábamos muertas de hambre en el aeropuerto más cutre que os podéis imaginar…en el “Aeropuerto Antonio Nariño”…

No nos importó, sabíamos que podríamos haber tenido problemas si no nos hubiéramos dado prisa y ambas somos bastante precavidas…así que pasamos las horas en la cafetería del lugar oliendo a fritanga y café malo…

Jugamos al Stop, nos reímos, retocamos fotos, whatsapeamos, hablamos de todo… y cuando tocó entrar a la sala de embarque…

“Din Don Din Don” “Debido al mal tiempo el vuelo Avianca 6898 con destino a Bogotá ha sido cancelado”.

¡Horror!

En medio de la nada, aisladas, con los campesinos alborotados, los camioneros quemando mercancías y con reuniones al día siguiente en nuestras agendas, nos tocaba “luchar” por sobrevivir… 

Os juro que pocas veces me he sentido tan desamparada como en ése momento… y lo peor de todo Avianca no daba soluciones, la única llamar al call center…

Nuestro instinto de supervivencia nos hizo reaccionar, no podíamos salir del área del aeropuerto porque la cosa estaba complicada en las carreteras, así que era ahí y ahora….

Mientras una estaba colgada al teléfono, la otra pedía justificantes en Avianca para nuestras empresas e inmediatamente después, mientras yo iba colgada al dichoso call center gastando mi poco saldo de móvil de prepago, nos dirigimos al hotel-cabañas de enfrente del aeropuerto a buscar dónde dormir.

Sorprendentemente, a pesar de ser ciento ochenta pasajeros, nosotras fuimos las primeras que llegamos al hostel.

Supongo que es cultural, el europeo busca donde resguardarse y mientras intenta arreglar.
El americano busca arreglar como sea y luego ya verá donde se resguarda…
Así que conseguimos una cabaña por unos 20 euros (un robo para ser tan cutres, pero solo había cuatro más) y cuando por fin nos atendió  la dichosa señorita…

Nos reubicaron en un vuelo el miércoles por la mañana….
36horas después de nuestro vuelo…pasar un día más en un kilómetro cuadrado….Les lloramos, les suplicamos, pusimos twitts incendiarios, comentarios hirientes en su Facebook…pero nada… no había forma…

Así que enfadadísimas y excitadas por el mal rollo decidimos la técnica a seguir:  El cara a cara.

Sabiendo que había tres vuelos, uno a las 08.00, otro a las 09.00 y otro a las 15.55, iríamos a cada uno de ellos a suplicar…
Lo que estaba claro era nos íbamos las dos juntas, en ningún caso una cogería el avión sin la otra.

A las 06.00 de ésta mañana, Diana y yo muy serias, sin haber pegado ojo en toda la noche,  habiéndonos duchado con agua fría y con braguitas sucias (no calculamos una noche más…)  llegamos a los mostradores de Avianca.

 Ahí, siguiendo una estrategia perfectamente estudiada dimos en pocos minutos con el que mandaba , un tal “Juan Pablo”.  Y desde el minuto cero, le pedimos y repedimos que nos metiera como fuera en algún vuelo.

A las 08.15, la megafonía anunciaba que el vuelo de las 08.00 estaba retrasado por el mal tiempo… Casi nos da un soponcio… Luchando por un avión que ni siquiera llegaba…

A las 08.30 conseguimos que nos metieran en el vuelo de las 15.55 y media hora después de ésta súper hazaña (significaba dormir en casa),  el vuelo de las 09.00 am  aterrizaba con algo de retraso seguido del de las 08.00 que se aventuraba como al rebufo del primero…

Que dos vuelos aterrizaran significaba que dos vuelos iban a salir…

Siguiendo la técnica aprendida estos meses de “problemas colombianos”  basada en dar la solución a quien tiene que dártela, le pregunté a Juan Pablo, si era posible que en la misma sala de espera, alguien que hubiera hecho el checking on line y no hubiera llegado, pudiera dejar un hueco que nosotras pudiéramos ocupar…

Teniendo en cuenta que las carreteras estaban “complicaditas”, era probable (pensé).

Juan Pablo, a esas alturas, ya pasaba un poco de mi (llevaba tres horas y media poniéndole ojitos y dándole la tabarra), y de manera despreocupada, me dijo  que hablara con los de seguridad, que tal vez, que no prometía nada…

Así que mientras Diana escribía mails de trabajo, me dirigí al Supervisor de seguridad del Aeropuerto, Willson Glez.
Wilson entendió PERFECTAMENTE nuestra preocupación (confieso que le exageré la urgencia y el miedo que nos daban los campesinos…) y rápidamente, tras escucharme, apuntó nuestros nombres en un papelito y fue a hablar con los azafatos del primer vuelo (el de las nueve porque salía antes).

Nada, el vuelo de las 09.00 completamente lleno…

Wilson me miraba desde el cristal de la sala, yo le miraba a él con ojitos de perro abandonado…  Diana bloqueada también, me seguía poniéndole caritas…

El vuelo de las ocho, tardó poco en ser llamado, y cuando no quedaba nadie en la sala, sonó el “Din Don Din Don” de nuevo… “Señores pepito y fulanito acudan urgentemente a la sala de embarque” 

Música celestial, dos personas NO estaban embarcadas….


Golpeé con los nudillos el cristal que me separaba de Willson, y tímidamente pero con decisión y el papelito de nuestros nombres en la mano, Wilson se acercó de nuevo a los azafatos de Avianca…

Pasaron cuatro segundos interminables hasta que con cara de alegría, Wilson nos hizo un gesto nervioso con el brazo para que pasáramos a la sala…

Diana y yo con nuestros macutos saltamos el control, pasamos de las bandas de rayos X, escudándonos en que era el propio “Supervisor” quien nos urgía a que entráramos.

Willson me pidió nuestros pasaportes, se los dimos temblando de nervios.  La señorita repelente de Avianca tecleó nuestros nombres en su ordenador…

El avión encendió motores, mientras los operarios quitaban las cintas que determinaban el camino que debían seguir los pasajeros hasta las escaleras del avión.

La señorita tecleó mil cosas más… y de repente, de la impresora, salieron dos preciosos billetes con nuestros nombres que Wilson arrancó sin mediar palabra.

La señora de Avianca nos devolvió nuestra documentación (o se la arrancamos de las manos) al mismo tiempo que nos gritaba que corriéramos al avión.


El “Supervisor salvador” abrió rápidamente la puerta de emergencia que solo un supervisor puede abrir…

Diana y yo locas de alegría corrimos detrás de él hacia el avión por la pista mientras veíamos que los operarios del aeropuerto empezaban a separar las escaleras del avión…

Willson corría delante con nuestros billetes en la mano, nosotras detrás como cabras cargando nuestras mochilas que saltaban de un lado para otro…

Y ahí, cuando llegamos a las escaleras rojas de Avianca, en ése momento, los operarios frenaron sus maniobras como si se pararan el mundo…

Wilson algo exhausto, pero sonriente, nos dio nuestros billetes, a mí solo me salió abrazarle muy fuerte...
Subimos al avión mientras todos los pasajeros nos miraban con cara de odio por frenar su huida de Pasto. “Cheking cruzado” dijo la megafonía (no se que es eso pero hace ilusión oírlo porque significa que vuelas ya) . Sentada , a una fila de Diana, revisé que llevaba pasaporte, llaves, cámara y móvil...


Sonreímos, nos dimos las manos en señal de victoria y… Despegamos rumbo a Bogotá.

Historias de Nariño, Parte I , "Mira la mamasita"

Hace más de un mes, Diana (que lleva casi tres años en Colombia) me propuso irnos éste puente juntas, y tras buscar mil destinos y encontrar novecientos noventa y nueve lugares que Diana ya conocía, decidimos ir al Departamento de Nariño, a la ciudad de Pasto a conocer un monasterio y unos volcanes muy guays.


Nariño, hasta hace un par de años, era considerado “zona roja”.
Su situación en el mapa, su clima y su geografía (Frontera con Ecuador y cruzando cordillera Andina) hacían de ésta zona, un área genial para plantar coca y ser un guerrillero feliz y libre.

Por lo que al igual que Putumayo (Departamento vecino), Nariño siempre ha sido un lugar donde andarse con ojo…

Pero gracias al alto el fuego de las FARC, mientras que negocian en Cuba con el ejército, Nariño , ya es considerada una zona tranquila y apta para el turismo. (Aunque el ELN, el mismo grupo que secuestró a unos periodistas hace dos semanas siguen por ahí de manera "discreta").

Su capital, Pasto, está conectada con el reto del país y con Ecuador, por la carretera Panamericana, (que va desde Canadá hasta la puntita de Chile) que es una vía muy vigilada. De ahí a los destinos que queríamos llegar, sabíamos que no había problema.

Antes de comprar los billetes, como siempre, pregunté en la Agencia si tenía que tomar alguna precaución y si era visitable.  Todos me dieron el visto bueno,  allí mientras esté tranquilo todo iba a ser fantástico.

Y es que Nariño es fantástico… Son cordilleras y más cordilleras verdes, llenas de prados que suben, bajan y dejan pastar a sus vacas y correr agua helada en riachuelos preciosos…

Es como si a Galicia le echaras una poción mágica y multiplicaras su tamaño por cinco. Es del mismo color verde oscuro, que hace que respires húmedo y limpio y te hace sentir el Rey del mundo pero en montañas inmensas que tienes que doblar el cuello para ver la cima...

Pero, como todos sabemos por experiencia galaica, para que todo esté así de bonito y explotado agrariamente,  tiene que haber dos cosas: mal tiempo y campesinos…

Pues bien, esos dos factores nos han trastocado y bastante nuestro viaje…


El lunes pasado, empezó el “Paro Agrario” que no es más que una huelga de campesinos que exigen al Gobierno una de caso y otra de amor.

Se movilizan ahora por varias razones que encubren una razón muy sencilla; Puede que el Gobierno negocie la paz con los guerrilleros, pero ellos están cultivando a dos bandas, lo legal y lo ilegal, no por que quieran sino porque guerrilleros les exigen que jueguen a dos partes, y si los guerrilleros se van, necesitan saber que lo que venga será seguro y les de comer…

Es una situación complicada que nadie está queriendo ver, pero los campesinos están entre dos “Colombias” que se sientan a negociar pero que no miran en ningún caso por ellos…presionados y desamparados solo les queda salir a las carreteras a luchar sin miedo a perder nada.

Así que los campesinos no se andan con chiquitas…y cierran las vías cuando les da la gana con piedras y palos en las manos….

Quien no pite no pasa y quien sea sospechoso de cualquier cosa que a ellos les parezca, pues tampoco pasa…

Así que cada vez que queríamos ir de Pasto (la ciudad) a cualquier destino, teníamos que llamar a seguridad de carreteras, contactos y demás para poder saber qué hacían los campesinos…

El viernes, sabiendo que había “Paro Agrario” contratamos un pack turístico con seguro a parte para poder ir con alguien de la zona…

Pero el sábado, cuando pasamos por primera vez por la Panamericana cortada por el paro Agrario… Os juro que casi me cago de miedo…

Tras el Peaje de la Panamericana dirección el Monasterio de Lajas, a la altura del  Pedregal, unos trescientos hombres y mujeres de tez oscura, mirada vivida (como vidriosa), rasgos indígenas y vestidos de manera tradicional (con los ponchos colombianos que se llaman ruanas, alpargatas y sombreros), custodiaban la carretera.

 A unos trescientos metros, sin acercarse demasiado de ellos, cuatro policías, miraban la estampa de brazos cruzados apoyados en su cuatro por cuatro aparcado en el andén.
Actitud típica de las autoridades colombianas. Somos las fuerzas del orden pero no nos pensamos meter…

El “organizado caos” de su paro, era custodiado en medio de su multitud, por algunos hombres, que musculados y también curtidos, iban controlando lo que pasaba… Metidos entre los campesinos, como espectadores o simplemente como “quien pasaba por allí”, esos que no eran campesinos… eran los peligrosos…

Como os decía, para ir a nuestro turístico destino, tocaba pasar por ahí... así que cuando llegamos con nuestro cuatro por cuatro brillante y limpito al tumulto agrario, dos ancianos pusieron sus palos delante del capó, lo que hizo que nuestra guía, parara el coche inmediatamente…

Unos quince hombres acorralaron el coche, sin decir demasiado, imponiendo más de la cuenta… viejos, jóvenes, un poco menos jóvenes….

Nuestra conductora, abrió su ventana un poquito y mientras un chico joven le daba un panfleto de la protesta, otro nos miraban a Diana y a mi desconcertado por nuestras pintas de “gringas”.

La guía muy hábil y tensa, se quitó las gafas de sol y le dijo a otro hombre con un tono dulce que se notaba asustado, “Estamos con ustedes”.

Esa frase, solamente esas tres palabras, activaron un “Mira la mamasita” que nos tranquilizó a las tres.

Ser mamasita significa, en Nariño y en cualquier departamento de Colombia,  que eres apreciable y que no te van a hacer nada que no sea bueno.
Así que tras el “Mira la mamasita”, los viejos apartaron sus palos del capó como dejándonos ir y mientras se apartaban,  nos ordenaron que no dejáramos de tocar el claxon durante los 100 metros que ocupaba la manifestación.

Pasamos muy despacio, muy observadas, en silencio y muertas de miedo las tres… cien metros interminables que sabíamos que debíamos pasar a la vuelta…

miércoles, 1 de junio de 2016

El Cotopaxi de Paulina


Ecuador es muy parecido a Colombia, pero se nota que ha crecido más despacito, y las infraestructuras, la organización de las ciudades, la higiene de las calles y las personas le dan mil vueltas a las de Colombia.

Los colombianos son más nuevos ricos, han crecido de golpe, tienen mayor industria, contaminación y caos…. éstos son más pobres, se nota que les falta desarrollo, pero lo básico lo tienen asegurado. Ecuador es más caro (su moneda oficial es el dólar desde el 2000 después de que el Gobierno no pudiera controlar la inflación) pero más seguro (hay niños en las calles hasta las 21.00 sin problemas jugando en las aceras).

Pues bien, este fin de semana Mónica, Jorge y yo hemos estado en Baños de Agua Santa (en el centro de Ecuador), Quito y el volcán Cotopaxi.
El volcán Cotopaxi, es un volcán enorme (5.897 metros), a 50 kilómetros de Quito que está considerado como uno de los volcanes más activos de la actualidad.

Es un volcán como todos nos lo imaginaríamos: puntiagudo, altísimo, nevado arriba y siempre siempre cubierto de nubes que llenan aun más de misterio algo tan “mágico” como un volcán tapando y descubriendo diferentes zonas de la copa del volcán.

A los viajes que vamos, normalmente, nos dividimos las misiones para ir a los sitios: Uno busca lo que hay que ver, otro los hoteles, otro cómo moverse… Pues bien, mi misión esta vez fue cómo ir a los sitios…

jueves, después de mil horas de curro, busqué e imprimí “cómo llegar desde Quito a Cotopaxi”, y aunque en el papel quedaron claras las indicaciones, resultó que el blog por el que me guié, nos mandó a la estación norte, cuando debíamos haber salido de la sur (perdiendo una hora y media de tiempo, 25 dólares y una mañana soleada preciosa). Cuando llegamos a la estación del norte volvimos a la del sur y una vez subidos al bus que nos dejaba en la salida de la autopista para entrar al volcán Cotopaxi, se acabaron las indicaciones. Confieso que durante media hora pensé que íbamos a terminar en medio de la nada, pero cuando nos bajamos en aquella cuneta, un ángel en forma de indígena pequeñita con sombrero rojo se nos apareció.

En el andén de enfrente de la autopista, moviendo la mano con un mapa del Cotopaxi, la Señorita Paulina y su sombrerito colorado con plumas, nos esperaban como si supieran a qué hora y de qué forma iban a aparecer tres turistas españoles con ganas de conocer.

Su “camioneta de doble cabina” (una pickup de toda la vida) estaba acreditada por el parque, así que tras jugarnos la vida cruzando 10 carriles (5 por sentido) llegamos donde estaba ella para que nos explicara que solo la comunidad indígena que poblaba las faldas del Cotopaxi podía guiarnos dentro. 

Negociamos una tarifa y nos adentramos en el parque natural.

Paulina, nos iba contando cosas de turistas, que si el 15 de Agosto del 2015 fue la última expulsó cenizas y azufre, que si sedimentos, que si la última vez que erupcionó fue en 1877...
Había demasiadas nubes, el volcán solo dejaba ver pocos metros de nieve, pero no asomaba su cono puntiagudo y altísimo, así que nos centrábamos en mirar por las ventanas escuchando lo que podía aportarnos la guía….

Pero a mí lo que más curiosidad me daba, más que tímido volcán, era ella, una indígena con forro polar verde y naranja, tez lisa y oscura, ojos rasgados y  sombrero de  ala estrecha y copa baja rojo adornado por un lazo de raso, cinco plumas y una flor.

Una mujer que conducía una pickup enorme, muy pegadita al volante (porque medía menos de metro y medio) dando datos, narrando historias de una manera culta, adaptada al público y exacta sin perder su esencia cultural, ella sí que era un misterio...

Así que me vi obligada a hacer técnica de abuela Pacucha, que es preguntar sin preguntar, dar bola y sacar cuantos más datos mejor, pero hablando de cosas normales en el “idioma” de mi interlocutora…

Al principio la tía no soltaba prenda, pero luego, cuando descubrimos que teníamos todos la misma edad, se soltó, se sintió cómoda y nos contó que estaba muy preocupada, porque la gente de su comunidad se estaba yendo porque el volcán estaba bastante activo, que ahora había problemas en las asambleas, que ella tenía una niña de tres años, que la dejaba con su madre cuando enseñaba el volcán y que al día siguiente, iba a montar en avión por primera vez porque iban a ir las tres (su hija, su madre y ella) a rezar y traer a la virgen del Cisne, para que les ayudara. Paulina hablaba como a saltitos, pero cuando hablaba notabas que era una persona con cultura, que había salido de su comunidad, que estaba segura de sí misma y que era feliz allí, entre rocas, cenizas y conejitos entre la tundra.

De nuestras conversaciones de mujeres luchadoras, saltábamos a datos curiosos del volcán, pegando botes en el coche por caminos de rocas volcánicas, bajando para observar ríos, fangos y demás… volvíamos a subir al coche, nos soltaba de datos de lava y piedra pómez, volvía a conversaciones de cierres de escuelas, desplazamientos por cenizas y periodismo en Latinoamérica…  Una auténtica delicia.

Cuando nos dimos cuenta, estábamos en Marte… En una zona sin vegetación, tan solo unos pequeños arbustos que crecían luchando contra el frío y el viento…en medio de una gran pradera desnuda. Y entre arbustos y arbusto piedras desperdigadas.

Grandes, pequeñas, medianas, más oscuras, mas blanquecinas, cubiertas de líquen blanco, completamente desnudas… Paulina nos contó, que esas piedras habían sido expulsadas del volcán en la última erupción, pero las que tenían liquen, podrían ser de la explosión de 1877. En ese momento pensé en mi sobrino Yago, en lo que le gustaría saber cómo piedras tan grandes (algunas más grandes que un coche) habían saltado por los aires hasta llegar allí y sin querer, como me pasa cuando pienso en mis sobrinos, pues lo conté en alto... Todos sonrieron, pero seguimos haciendo fotos y tocando la extraña naturaleza que nos rodeaba vigilados por un volcán entre nubes que no dejaba asomar su imensidad…

De ahí, nos fuimos al lago de Cotopaxi, a hacer una pequeña caminata y mientras recorríamos los márgenes de la laguna y hablábamos un poco sofocados por la altura de naturaleza y demás alternando con canciones de Disney…. Cuando llevábamos unos 20 minutos andando,  Paulina nos hizo parar y acercándose a nosotros, nos enseñó cuatro piedras, “los cuatro tipos de piedras saltarinas” las tituló utilizando mis palabras adaptadas a lenguaje sobrinil.

 Nos explicó la vida de cada una, su peso, su edad y sus funciones mas o menos medicinales en su comunidad…  Al terminar la explicación, cuando Jorge y Mónica siguieron su camino, Paulina  recogió las cuatro piedras y mirándome con una sonrisa me dijo, son para tu sobrino “Mago”.  (En las comunidades indígenas Yago debe sonar rarísimo). Abrí las manos y sosteniendo las piedras con una sonrisa, no me digáis porqué, sentí que era el mejor regalo del planeta tierra y me emocioné…

En ese momento de nudito en la garganta y sonrisa de oreja a orejam Mónica, que como os he contado un par de veces es  la mujer más vasca del planeta, pegó un grito de loca y nos señaló el volcán.

Las nubes dejaron por unos segundos ver el volcanazo que teníamos enfrente, un triángulo perfecto a cinco mil ochocientos metros, que desde lo alto parecía amenazarnos con su grandiosidad…





Yo con mis piedras en las manos, sintiendo el viento en la cara, durante esos cinco segundos, me sentí la tía más orgullosa y feliz del planeta… No me digáis porqué, pero ahí, plantada como una idiota ese volcán me hizo dejar de pensar en mil cosas y centrarme en la nada, en el Cotopaxi y en el regalazo para mi amigo Yago.

Al terminar la jornada, nos despedimos de Paulina encantados de la vida, y cuando llegamos al hostal con la mochila llena de piedras, el dueño, nos esperaba preocupado en la misma puerta porque durante la noche había habido expulsión de vapores y actividad volcánica y no le dio tiempo a avisarnos antes de que saliéramos y al tardar tanto (recordemos que perdimos casi dos horas en ir a la estación norte y luego volver) estaba preocupado por nosotros...

Todo el día con Paulina, y la tía no nos había dicho ni mu, ni siquiera nos había advertido un poquito de la peligrosidad del tema… ¿Sabéis que os digo? Que me quiten lo bailao! A mi Paulina me flipó y el Cotopaxi también oye!